Capítulo 28

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Al terminar de enjuagar su cuerpo, nos habíamos sumido en un silencio tan quieto que reaccioné cuando Kael cerró la llave de la ducha, cortando el agua y apagando ese tranquilo sonido que parecía relajarnos. Yo estaba media desnuda. Apostaba que algunas de mis cicatrices en las piernas se veían, y temía que a él le disgustase verlas, por lo que cogí rápidamente toallas y con una cubrí mi cuerpo mientras que le daba a Kael la otra para que se cubriese. Por mucho que no quería irme, me pareció un buen momento hacerlo. Él estaba de pie, secándose el cuerpo, y yo detrás, tratando muy duro de luchar contra la vocecita en mi cabeza susurrándome todas mis inseguridades.

Lo que hice, entrar a la ducha mientras él se bañaba, era totalmente algo que yo nunca haría. Ahora que el tiempo había pasado y el vapor se esfumaba, me quedó clarísimo lo malo que había sido. Yo era una mujer casada, y aunque no estaba feliz con ello, no se veía bien lo que hice.

De pronto, las paredes del baño se hicieron pequeñas. Esto era tan incómodo como confuso. Le quería sacar la confusión a Kael, y lo único que había hecho era lo contrario; llenarme de inseguridades y confusión.

-Iré a buscar ropa en la habitación -dije con voz queda, mirando a cualquier lugar menos a él. Salí rápidamente de la ducha con la toalla a mi alrededor y antes de salir del baño, miré mi reflejo en el espejo. Ya casi ni se notaban mis moretones en el rostro, solo pequeñas manchas que desaparecerían con el tiempo. Tuve que salir rápido de allí para que Kael no viera mi pronto arrepentimiento.

Entré descuidadamente a la habitación y cogí ropa, ya que la mía la había dejado en el suelo del baño. Luego me encargaría de aquello. Lo importante ahora era secarme el cabello mojado, que chorreaba gotas de agua por mi espalda haciendo que temblara del frío.

Escuché que Kael entró a la habitación. Lo único que hice fue agacharme y rebuscar en mi mochila como si en verdad buscara algo, cuando realmente huía de su mirada.

-¿Estás bien, Sophie?

Asentí. Su voz se escuchaba de muy cerca, estaba tras de mí. Si me volteaba y lo miraba a los ojos él se daría cuenta de la duda en mí. Por lo que asentí, ni siquiera me atreví a hablar.

Sentí que puso una mano en mi hombro.

-No lo estás. -Su voz me hizo levantarme. Di la vuelta para enfrentarlo pero no pude mirar sus ojos por mucho tiempo. La preocupación en ellos me dolía-. ¿Qué pasa?

Negué con la cabeza.

-Lo que pasó en el baño... -comencé a decir, pero no pude terminar.

-¿Te arrepientes? -El dolor en su tono de voz, y en sus palabras, no me pasó por desapercibido.

-Fue un error -dije apresuradamente para que el golpe no fuera tan fuerte, pero incluso a mí me dolió decirlo. Los ojos de Kael me miraron con confusión. Traté de explicarme, pero ni yo me entendía-. Nunca debió pasar, fue un impulso tonto del momento. Solo quería saber qué te sucedía, cuando entré al baño no iba con esas intenciones... Yo no puedo hacer esto, Kael, sigo casada, se siente tan mal como se ve. Y aunque no quiera estar más con Patrick, tampoco quiero que pienses que voy en plan necesitada, ¿entiendes?

Cuando levanté mi rostro, una sonrisa en su rostro se asomaba.

-Sophie, eres más especial de lo que pareces para mí. Y si te pareció muy mal ese impulso tuyo de entrar en la ducha conmigo, no querrás saber todo lo malo que quiero hacerte.

Si pudiera sonrojarme más de lo que ya estaba, iba a parecer un tomate. Mi rostro caliente mostraba mi vergüenza. Kael acababa de admitir lo que en el fondo yo también quería hacer con él. Se acercó a mí, con la intensión de... ¿besarme?, no lo sé, pero tuve que detenerlo para cubrirme más con la toalla, y aquello lo notó.

Corazones fracturados | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora