Capítulo 2

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Me bajé del auto que había estacionado en el parqueo del aeropuerto. Guardé las llaves mientras corría por el lugar hasta entrar al aeropuerto.

El aeropuerto de este pueblo, Ruther Glen, era pequeño pero era el único de aquí. Para venir había tendido que contactarme con mi suegra, Miriam, para preguntarle los detalles sobre el vuelo de Kael. Ella ni siquiera preguntó por qué los necesitaba. No sabía que su hijo, Patrick, había venido borracho a casa, otra vez, y ni siquiera me había comentado del regreso de su hermano. Si no hubiera sido porque estaba acomodando su ropa, tal vez nunca me hubiera enterado. Y hubiéramos dejado varado a Kael.

Con rapidez escaneé la pantalla de vuelos y divisé el que era de Kael. Decía que ya había aterrizado media hora antes.

Pero no era posible, su vuelo aterrizaba a las nueve y yo había llegado justo a tiempo.

Suponía que se había adelantado.

Corrí por el lugar hasta dar con las puertas por donde salían los pasajeros. Busqué a mi alrededor por Kael pero no lograba verlo. Y es que hacía años que no lo veía, tal vez no lo reconocería. En siete años la gente cambiaba mucho.

Ahora él tenía veinticinco años.

¿Cuánto habría cambiado? ¿Me reconocería? ¿Seguirá enamorado de mí?

Negué con la cabeza despejando ese último pensamiento. Estaba casada con su hermano menor, no podía seguir pensando aquello.

Decidí recorrer los rincones del aeropuerto en su búsqueda. Si su avión ya había aterrizado, podría estar en cualquier parte. No podía demorarme mucho. Había dejado solo a Patrick, aunque él no solía despertarse cuando tenía una borrachera, temía que lo hiciera y no me encontrara.

Deambulé por el lugar hasta plantarme en una esquina para ubicarme. No conocía en totalidad el aeropuerto. Nunca había salido fuera del pueblo, por lo que nunca había viajado en avión.

Miré a todos lados y me fijé en varias personas cerca de mí. En especial en un chico mayor, con solo una mochila en el hombro. Me fijé en él porque además de parecer buscar a alguien, parecía conocerlo. Su cabello laceo y aquella mandíbula tan definida me hacían recordar a... No podía ser. No.

Él era Kael. No sabía cómo mi cuerpo lo reconocía pero estaba cien por cierto segura que era él a pesar de no haberlo visto siete años. Estaba muy cambiado, su cuerpo había ganado masa muscular, tenía los músculos más definidos. No se veía exagerado pero se notaba la diferencia a cuando era un adolescente. Aquello lo noté porque su camiseta era de manga corta y se visualizaba sus fuertes brazos, llenos de tatuajes intrincados y figuras que no logré ubicar. Una ligera sombra de barba se asomaba en su rostro. Estaba guapísimo. Y muy diferente a la imagen que tenía de Kael en mi cabeza.

Con cautela, me acerqué desde un costado hasta plantarme frente a él.

-Hola, Kael -pronuncié su nombre con voz ronca. Cuando sus ojos se posaron en mí, carraspeé-. Soy Sophie. ¿Te acuerdas de mí?

Su rostro era todo un poema. Estaba visiblemente anonadado. Me miró de pies a cabeza varias veces. Él había tomado altura, por lo que yo le llegaba al mentón, tenía que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a la cara. Su rostro adoptó una sonrisa de felicidad. Sin previo aviso soltó su mochila y me alcanzó, abrazándome con fuerza, estrechándome entre sus fuertes brazos.

-Soph -dijo mi nombre en un suspiro. Su rostro enterrado en mi cuello.

Cuando nos alejamos, le sonreí con felicidad. Este era mi mejor amigo. El chico con el que jugué por años. Nos conocíamos de toda la vida. No me había dado cuenta de cuánto lo había extrañado hasta este momento.

Corazones fracturados | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora