Capítulo 8. Encuentros inesperados.

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Capítulo8. Encuentros inesperados.

Narra Kili:

Me había levantado antes del amanecer (lo cual cabe decir que es un poco raro ya que siempre me tienen que despertar) y no me había podido volver a dormir pero cuando me iba a levantar sentí un brazo alrededor de mi pecho, cuando me di la vuelta quedé a unos pocos centímetros de la cara de Ilmarë.

Me quedé admirando su rostro tan sereno cuando dormía, sus largas pestañas, su cabello tan raro y bonito, supongo que debió de sentir mi mirada ya que se empezó a mover provocando que la poca distancias entre nosotros se cortar, así es damas y caballeros, nos estábamos besando. Ilmarë abrió de golpe los ojos y se separó de mí.

—Yo no... Tu... No debió, ah—dijo toda confundida y avergonzada.

—No te preocupes, fue un accidente, por cierto buen día—dije.

—Buenos días, oye será mejor irnos alistando, ¿no lo crees? —me preguntó.

—SÍ—le respondí.

Ilmarë:

Él y yo no nos habíamos hablado, la vergüenza me estaba carcomiendo por dentro pues nunca me había pasado algo como esto. Luego de todo el momento confuso y el momento de silencio incómodo, los enanos fueron despertando poco a poco, de desperezaron y se empezaron a arreglar. Comimos un poco de la comida que teníamos y salimos cautelosamente de Rivendell, pues lo enanos no querían que los elfos les detuvieran en la misión de recuperar sus tierras.

Bilbo, quien se había quedado rezagado en la hilera india mientras subíamos el angosto camino que debíamos seguir, se había quedado echándole una última mirada a la hermosa ciudad élfica.—Señor Bolsón, le recomiendo que mantenga el paso. Balin, conoces estos caminos así que tu guíanos—dijo Thorin.

Había visto y escuchado algo entre los arbustos, la inmensa curiosidad que llevaba dentro de mí se activó, por lo tanto fui a investigar qué era lo que había en aquellos misteriosos arbustos. Sabía que podía ser cualquier cosa pero aun así, tenía que correr el riesgo.

Esperé a que la compañía se adelantara para quedarme en la retaguardia, luego, sin que se dieran cuenta de mi ausencia; todavía nos faltaba un trecho para entrar de llano a las Montañas Nubladas, así que aproveché esa ventaja para poder ir a investigar aquello que tanto me intrigaba.

Me fui acercando más y más mientras el arbusto se volvió a sacudir. Me puse de cuclillas y agarré una rama que estaba tirada cerca, ya que no me iba a arriesgar a que la cosa que estuviera ahí me mordiera o me hiciera algo, así que con la rama moví un poco las hojas y de estas saltó una bola de pelos.

Del susto, pegué un terrible grito, pero la bola de pelos no me había atacado ni nada, simplemente me estaba lengüeteado la cara con lo que sería su lengua (muy babosa, por cierto). Lo aparté de mí y lo observé detenidamente, tenía el pelaje muy suave y de color blanco y el lomo de color marrón; tenía unos ojos hermosos ya que uno lo tenía de color azul muy pero muy claro y el otro lo tenía marrón (casi como el de su pelaje); me debía de llegar a la cintura o un poco más abajo, pues no soy muy alta; el perro tenía una carita de 'no rompo ni un plato, sino toda la vajilla', en verdad tenía la carita de un angelito.

En ese momento fue cuando me di cuenta de que el perro se me hacía inmensamente familiar; se me había ocurrido hacerle una señal con la mano para que se sentara, y al hacerla el perro obedeció, y esto podía significar una cosa... el perro era el mío, de seguro me había seguido desde los Puertos Grises hasta aquí. Su nombre era Lólindir.

Después de haber estado un rato con la compañía de mi perro, llegó la compañía armada y en modo de defensa, alterando a Lólindir y demasiado. Se puso a gruñirles pero bien feo, le acaricié entre las orejas para ver si se relajaba tan siquiera un poco y así fue.

— ¡ESPEREN! No le hagan daño, por favor.

Les pedí a la compañía que bajara sus armas pues lo alteraban, acataron lo que les pedí y ya se relajó.

— ¿Qué significa todo esto Ilmarë? —preguntó Thorin seriamente, de seguro de que estaba pensando en mil maneras de matarme pues les estaba haciendo perder el tiempo

—En serio lo lamento, no era mi intensión retrasarlos.

—Pero sin embargo lo hiciste—dijo muy malhumorado enano.

—Lo lamento—dije apenada.

—no te preocupes muchacha, lo hiciste para tratar de protegernos—me dijo Balin, que al parecer era el más compresivo de toda la compañía, él y el pequeño Bilbo.

— ¿Quién es ese animal? —preguntó el recién mencionado, Bilbo.

—Este Lólindir, mi fiel perro desde que él era un cachorro—le contesté

—okey, ¡continúen! —gritó Thorin la orden y todos la acatamos.

Y así empezamos a caminar (otra vez) a las Montañas Nubladas, tuve que ponerle un hechizo protector a Lólindir para que llegara sano y calvo a Rivendell, donde lo tratarían bien hasta mi regreso.


:"ArialwNa

La Estrella a La Derecha (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora