Capítulo 16. Barriles y flechas.

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Capítulo16. Barriles y flechas.

Mientras que Lessa me curaba el tobillo, le rezaba a Varda porque Bilbo nos librará de esta. Así pasaron las horas formulando una forma para poder escapar de aquí pero nada, tenía el cerebro seco mientras escuchaba a los enanos decir que nunca llegaríamos a la montaña a tiempo y sobre el trato que el rey le había ofrecido a Thorin pero éste lo rechazó y después cuando llegó a los calabozos lo maldijo a él y a toda su familia, lo cual no me hizo mucha gracia.

Pero lo que más me llamó la atención fue que la elfa de cabellos anaranjados estuviera hablando con Kili y más arriba él estuviera viéndola como decepcionado y desilusionado, eso fue lo rompió, otra vez, mi corazón. Me había ilusionado de que pudiéramos volver a tener una relación pero me di cuenta de que no se podía, él simplemente jugó con mis sentimientos ya que se nota a millas que ya me olvidó y que ahora quiere a la elfa, pero yo simplemente lo amo y no puedo cambiar eso.

Así estuvimos hasta que de un momento a otro los demás exclamaron el nombre de Bilbo mientras que éste nos iba liberando. Luego de que todos estuviéramos fuera nos empezó a guiar hacia el sótano, donde había unos barriles de vino vacíos, creo que ya sé las intenciones del mediano. Mis pensamientos fueron acertados cuando Bilbo nos pidió a todos que nos metiéramos a ellos pero como nadie le hizo caso Thorin lo ordenó, Lessa y yo no nos metimos y esta acción no fue ignorada por el enano.

— ¿Qué no escucharon la orden? Métanse en los barriles— dijo furioso de que no hubiéramos hecho caso.
—No podemos por nuestra altura— dijo Lessa.
— ¿No se pueden transformar?
—No— contesté.
— ¿Por qué?
—Porque si nos transformamos consumiremos mucha energía de nuestras fuerzas— contestó Lessa.
— ¿No hay otro camino?— preguntó desesperado. Nos quedamos pensando.
—A decir verdad sí pero nosotras nos tendríamos que ir ahora— dije.
—Pues adelante— dijo él mientras se metía a su barril.
Con un gesto de cabeza le dije a Les que me siguiera.
—Sabes, a veces agradezco haber vivido aquí— comenté mientras corría por la cavernas, que llevaban hacia la salida.
—Igual yo agradezco eso— dijo sonriendo.
—Ve haciendo un arco, flechas, dagas o lo que sea para defenderte— dije mientras con un rápido movimiento aparecía un arco de hielo, en la espalda un carcaj con unas 70 flechas (exagero pero mujer precavida vale por dos) y unas dagas en mi cinturón.
— ¿Por qué?— dijo mientras aparecía una arco de madera con el carcaj, yo le hice una daga y se la lancé.
—Tengo un mal presentimiento de esto simplemente— le contesté.

Cuando llegamos a la parte de la naturaleza vimos que los elfos estaban llegando y que los enanos no podían escapar ya que la reja estaba cerrada, obra de Legolas. Pero en eso, a los guardias (que estaba custodiando la reja por donde pasarían los barriles de no haber sido de que sus prisioneros trataran de escapar) les empezaron a disparar flechas negras, que venían del otro lado del puente, por lo tanto los elfos que iban saliendo por donde nosotras habíamos salido hace unos segundos se empezaron a defender de los orcos que habían salido por los lados, al igual que nosotras.

Estábamos peleando por salvar muestras preciadas vidas cuando de repente, un orco horrible (más que todos los que estaban aquí, pues todos son asquerosos, repulsivos, horribles, etc.) le disparó a Kili, quien estaba tratando de jalar la palanca para abrir la reja, le dio en la rodilla derecha y por el dolor se cayó. Vi que Tauriel también se dio cuenta de lo que le pasó a Kili ya que un orco la tomó desprevenida. En un abrir y cerrar de ojos los enanos ya no estaban así que Lessa y yo le seguimos por los senderos matando orcos.

En un momento Legolas estaba sobre la cabeza de los enanos matando orcos con su arco y flechas. Cuando dejó a Dwalin y a Óin saltó a una rampa donde mató a un orco y lo ocupó como una tabla y de ahí fue matando a orcos mientras cruzaba al otro lado del río (donde Lessa y yo estábamos) sobre las cabezas de los enanos. Llegó al otro lado y siguió luchando con un orco pero, dos orcos lo iban a atacar: un orco por la espalda y el otro le iba a disparar una flecha de Mordor. Thorin con una extraña arma (supongo que la había conseguido de algún orco caído) se la lanzó al que le iba a atacar por la espalda, solamente quedaba el otro. No dudé ni un segundo y me interpuse entre la flecha y Legolas, recibiendo yo la flecha en la parte baja y derecha del abdomen, soltando un grito de dolor. Lessa al ver que no estaba con ella y cuando escuchó el grito se giró en mi dirección me cargó como puedo mientras corría para alcanzar a los enanos y meternos en los barriles que sobraban.

—Ilmarë... Ve cambiando a forma enana— dijo cansada, mientras ya casi alcanzábamos a los enanos.
—No puedo gastar tanto mi energía— dije adolorida y soltando un gemido. Ya nunca pude ver que le pasó a Legolas.
—Sólo el tamaño, por favor— dijo suplicante.

Me concentré lo suficiente como para no tener que hacer el bailecito y de un momento a otro ya me encontraba dentro del barril, y junto mío estaba Lessa que me veía preocupada al igual que los enanos que habían visto como estaba. Y así fue como escapamos de los orcos y de los elfos que nos tenían prisioneros. Continuando con nuestra aventura.


*Mientras tanto, en el reino de Thranduil*

Un orco, dos elfos hermanos, el rey y una elfa silvana se encontraban en el círculo donde estaba el trono.
Legolas sujetaba al orco de la cabeza y en el cuello lo amenazaba con una daga, Rainiver estaba observando todo tan intranquilo, el rey miraba al orco con desprecio mientras que Tauriel sólo veía.

—Estaban siguiendo a una compañía e trece enanos y dos chicas. ¿Por qué?— preguntó Legolas.
—Trece no, dos no, ya no. El joven, el arquero moreno y a la chica de cabello rosa con mechas moradas les clavaron una flecha de Mordor. El veneno está en sus sangres, pronto morirán— contestó el orco.
—Responde la pregunta, inmundicia— dijo Tauriel toda enojada. El orco dijo algo en su lenguaje y rápidamente Tauriel sacó una daga.
—Yo no la contradiría— comentó Legolas.
— ¿Te gusta matar, orco?— preguntó Tauriel, a lo que el orco sonrió— ¿Te gusta la muerte?— volvió a preguntar y este medio asintió— Entonces te la daré— dijo mientras se acercaba ágilmente al orco para matarlo, pero fue detenida por el rey que le pidió que se fuera, tuvo que obedecer.
—No me importa un enano y una chica humana muertos— dijo Thranduil, que fue visto feo por Rainiver pues la vida de Ilmarë peligraba— Responde la pregunta, no tienes nada que temer. Dinos lo que sabes y te dejaré libre.
—Tenías órdenes de matarlos. ¿Por qué?— preguntó Legolas— ¿Qué tienes que ver con Thorin Escudo de Roble?
—Ese enano insignificante nunca será rey— contestó el orco.
— ¿Rey? No hay Rey bajo la Montaña, nunca lo habrá— dijo Legolas.
—No sabes nada. Tu mundo arderá— dijo el orco.
— ¿De qué estás hablando?— dijo confundido Legolas—¡Habla!
—Nuevamente llegó nuestra era. Mi amo sirve al Único. ¿Ahora comprendes, pequeño elfo?— dijo burlonamente el orco.—La muerte te amenaza. Las llamas de la guerra te acechan.

Y de un movimiento rápido, Thranduil sacó su espada y decapitó al orco.

— ¿Por qué hiciste eso? Prometiste liberarlo— preguntó Rainiver.
—Y lo hice, liberé su miserable cabeza de sus miserables hombros.
—El orco nos pudo haber dicho más— comentó Legolas.
—No había más que pudiera decirme.
— ¿Qué quiso decir con "las llamas de la guerra?— preguntó Rainiver.
—Significa que planean lanzar un arma tan poderosa que destruirá todo lo que enfrente— dijo Thranduil— Que redoblen las vigilancia en nuestras fronteras. Todos los caminos y ríos. Nada se moverá sin que yo lo sepa. Nadie entra a este reino y nadie sale de él— dijo mientras se iba.
—Si sabes que la chica de pelo rosa que dijo el orco es Ilmarë, ¿verdad?— le comentó Rainiver a Legolas.
—Sí— comentó cortante.
— ¿Por qué no vas a rescatarla?
— ¿No oíste lo que dijo nuestro padre?
— ¿Y desde cuando acá le haces mucho caso?
—Es por nuestra seguridad.
—Pero si fuera por Tauriel bien que irías ¿no?
— ¡No la metas en esto!
— ¿Por qué no? Desde que llegó ella le has estado coqueteando pero déjame decirte algo.
— ¿Qué?
— ¡ELLA NO TE AMA! ¡Tauriel ama a ese enano!
—No puede, no lo tiene permitido.
—Todos tienen derecho de amar a quien quiera, no hay una ley que lo prohíba. Si me necesitas, iré a buscar a mí mejor amiga y a mi novia.
—No puedes.
— ¿Ah sí? Mírame— y Rainiver se fue por la entrada, iba corriendo y alcanzó a Tauriel. Mientras, Legolas llegaba a la entrada y decía que cerraran la puerta pero un elfo le dijo que qué pasaba con Tauriel y con su hermano, él les preguntó que qué pasó con ellos y el elfo respondió que se había ido armados y que no habían regresado. Y así Legolas se unió a la aventura.

La Estrella a La Derecha (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora