Epílogo.

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El cuerpo de Ilmarë, quien fue una gran persona y princesa de las estrellas, descansaba en un ataúd todo hecho de cristal, protegiéndolo para que no se pusiera en descomposición. El ataúd estaba ubicado en un hermoso pabellón hecho de hielo, característica principal de la princesa difunta.

El cuerpo llevaba un hermoso vestido blanco y una capa de color dorado, unas zapatillas de suelo, el cabello rosado y morado estaba decorado por copos de nieve y la corona que ella solía usar. Entre sus manos había un hermoso ramo de rosas rojas cual sangre.

El funeral había sido apenas hace unos dos días, habían asistido todos: las estrellas, lo reyes y reinas más cercanos a ella, Bilbo, Gandalf, Rainiver y lo más sorprendente fue que Legolas también había asistido.

Después de la ceremonia cada uno de sus amigos más cercanos se fueron acercando uno por uno, diciéndole las palabras que seguramente ella nunca escucharía. Lessa le dijo que había sido la mejor amiga que hubiera podido desear; Rainiver le dijo que extrañaras ser su consejero y llamarle fresa. Así, cada uno fue pasando, poco a poco hasta que llegó el turno de Legolas. Había elegido ser el último pues las palabras que le tenía que decir eran algo personales.

—Querida Ilamrë, sé que lo último que hicimos fue pelear pues estaba confundido respecto a todos mis sentimientos y pensamientos que habitaban en mi ser. Lamento tanto haber sido un verdadero bueno para nada que no supo apreciar lo que ya tenía por, dios, si en verdad lo hubiera sabido te lo hubiera hecho saber de mil y un maneras. Créeme que, al verte aquí, sin vida y sin tú tan hermosa sonrisa que extrañaré todos los días de toda mi vida de inmortal, mi mundo se viene abajo por qué fuiste, eres y serás mi único y gran amor. Te prometo, con todo mi ser, mi alma y corazón, no volverse a enamorar de alguien más, pues sentiría que te estaría traicionando y confía en mí esta vez, esta vez sí cumpliré con mi palabra demostrándotelo, porque las cosas no se demuestran con palabras sino más bien con actos, eso aprendí en estos momento, observándote allí sin vida. Te amo y siempre te amaré con singular locura. Adiós, mi amor— se levantó de su lugar con las lágrimas corriendo silenciosamente por sus mejillas y se acercó al ataúd, dejando en los labios de la chica un beso sincero y lleno de amor.

La vida sin Ilmarë nunca sería la misma, les faltaría aquella chispa de relajo que ella siempre imponía.

***

Sus ojos miraban en todas direcciones, preguntándose qué hacía ahí adentro. Salió con mucho silencio y cuidado buscando a alguien. Se dirigió a su habitación pero cuando estuvo a punto de abrir la puerta, el sonido de un plato rompiéndose retumbó en todo el largo pasillo. Aquellos ojos la miraban como si hubiera visto al mismísimo Melkor en persona.

Frente a Lessa se encontraba la persona que menos imaginaba ver, en especial porque ella estaba muerta.

Frente a ella se encontraba Ilmarë.

FIN.

La Estrella a La Derecha (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora