Capítulo XXVI

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Era el día de demostración de poderes de Stella en Corona y ella estaba segura de sí misma, a diferencia de los demás ella era un mutante creado, algo que el Dr. McGuire había nombrado "Nueva Generación" y ella era la primera.

Antes de llegar a Corona, Stella era una supermodelo en Nueva York. Unos meses atrás se había contagiado de SAVID y había sido hospitalizada, las posibilidades de Stella de sobrevivir eran bajas, la mutación era demasiado para su cuerpo. El General Evans, al enterarse le había suplicado al Dr. McGuire que salvara a su hija. Tenían ya algunos avances para la posible vacuna hecha a partir de los resultados de la sangre de Aitana y algunos otros químicos. El Doctor accedió y probó la muestra con Stella dando los resultados esperados, ella se curó y además desarrolló poderes telequinéticos. Tenían que hacer más pruebas y valorar sus avances antes de aprobarla como segura para el suministro en soldados y por eso estaba ella ahora en Corona.

Ella vestía su uniforme y estaba lista para entrar al campo de entrenamiento para su demostración. El resto del equipo la veía desde las gradas de la arena. Para su demostración el General había mandado a poner diversos objetos en el campo tales como armas con blancos para probar su puntería y eficiencia. Al ser hija de un General ella había tomado clases de disparo desde una temprana edad por lo que el General esperaba una demostración impecable.

Su demostración comenzó como era de esperarse, cada blanco perfecto, su puntería era más que perfecta haciendo impactar a su público, hasta que perdió el control de sus poderes generando un tornado. Las armas que le tenían preparadas para la demostración comenzaron a salir volando en todas direcciones. Una shuriken estaba a punto de golpear a Jake en la cara, Emma reaccionó justo a tiempo para empujarlo salvándolo.

Se activó la alerta de evacuación y todos salieron de ahí corriendo, cuando Stella se tranquilizó la tormenta telequinética se detuvo. Su padre entró a verla y hablar con ella.

—Te dije que no era tiempo todavía, no debí haber accedido a esto —le dijo su padre.

—Quiero ser de ayuda para ti —dijo ella.

—Eres mi hija, lo que quiero es que no te hagas daño.

—Yo sé que lo dices solo porque soy mujer, no soy la niña frágil que crees que soy. —Contestó molesta.

El General la ayudó a levantarse, ella estaba llorosa, sentía que su padre siempre la había subestimado y esta era su oportunidad de demostrarle que tenía la capacidad de ser la mejor y lo había echado a perder.

Stella se había saltado la comida y estaba llorando sentada en pleno pasillo. La primera persona en encontrarla fue Mauricio que iba camino a su habitación cuando la vio desconsolada. No quería dejarla deprimida sola y se sentó con ella en el piso.

—El primer día nunca es el más sencillo —dijo Mau rompiendo el hielo.

—No necesito tu compasión —contestó Stella grosera y cortante.

—No es compasión, es empatía.

—Yo no soy como ustedes, estoy aquí por voluntad propia; no lo entenderías.

—Tienes razón, no lo entiendo, pero creo que tú tampoco valoras tu posición aquí.

—¿Por qué soy la hija del General?

—Exactamente.

—No me dan más privilegios por eso.

—Nosotros fuimos comprados por el gobierno de tu país como experimento. Tenemos prohibido el contacto con el mundo exterior a menos de que vayamos a alguna misión. Nos alejaron de nuestras familias y no podemos volver a verlos ni a contactarlos. Y tú estás aquí con tu padre, tienes a tu familia y aunque creas que tu posición no es la mejor al menos tienes eso.

Stella se sentía molesta, a pesar de eso consideró lo que Mauricio le decía. Por su parte Mauricio veía a Stella como una niña berrinchuda, envidiaba el hecho de que ella estuviera ahí con su familia y él estaba incluso sin saber nada de su esposa.

—Toma. —Agregó Mauricio dándole un pañuelo de tela a Stella.

—Que anticuado —dijo ella en tono burlón, pero aceptándolo.

—Mi abuelo decía que siempre llevara uno conmigo, comencé a cargarlos cuando me case, nos vemos.

Mauricio se levantó y se fue. Stella se quedó en el piso y se aferró al pañuelo. Ella había llegado a ese lugar con la mentalidad de que no necesitaba amigos, pero en ese momento se había enamorado de Mauricio por su amabilidad. Escuchó bien que estaba casado, pero también había mencionado que no tenía contacto con su familia por lo que lo vio como una oportunidad.

A la mañana siguiente, ella despertó decidida a volver a hablar con Mauricio, para su mala suerte él se había ido en una misión con Emma. Fue a la cafetería para comer su desayuno tras escuchar de su padre que Mauricio no estaría ahí todo el día. Jake la había invitado a sentarse con ellos, ella se negó y se sentó en otra mesa sola. Su mesa no estaba tan lejos a la de ellos permitiéndole escuchar la conversación que los chicos tenían.

—¿Cuándo creen que vuelva Aitana? —preguntaba Dan.

—Esa niña rara vez hablaba, pero si se resiente su ausencia —dijo Ray.

—Mauricio no lo demuestra, pero definitivamente él es el que tiene más miedo de lo que le pase. —Agregó Jake.

Stella no comprendía bien la conversación. No había escuchado nada de alguna Aitana y menos que tenía que ver ella con Mauricio.

Terminó de desayunar, estuvo practicando un rato y después escuchó de algunos guardias que ya había vuelto Mauricio. Corrió a buscarlo y lo vio platicando con Emma en la sala de los dormitorios. Ella decidió no entrar y escuchar la conversación desde afuera.

—Me siento algo sola desde que ella se fue; al final creo que logramos volvernos buenas amigas —decía nostálgica Emma.

—Aitana te quiere mucho, ella también te debe de extrañar. —contestó Mauricio.

Ese nombre otra vez, que la mencionaran tanto tenía que significar algo. Aún no sabía quién era ni su relación con Mauricio, pero tenía dos cosas en claro, la primera era que esa persona ya no estaba ahí y la segunda era que todo el equipo la quería y valoraba. Aunque pareciera insignificante sentía cierto rencor hacía ella sin saber quién era, Stella estaba acostumbrada a ser el centro de atención, además de que su cura también le estaba causando trastornos de personalidad, ella no soportaba pensar en que pudiera haber alguien que opacara el impacto de su presencia en Corona y también tenía los ojos puestos en Mauricio y haría hasta lo imposible por hacerlo suyo.


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