Capitulo 10

150 16 8
                                    

Llegué de la escuela frustrada y hecha una furia. Desde ayer no he hablado con Diego, lo cual aprecié mucho. Hoy faltó a Biología, me caí en deportes, Mia sigue sin hablarme y Lupita faltó, por lo que estuve sola todo el día. Oh, y unos perros me siguieron desde la escuela hasta mi casa, así que estaba sudorosa y seguramente apestaba por correr todo el tramo de camino para llegar.

Estaba en una guerra con mi cabello enmarañado para desatarlo; cuando por fin gané, me detuve al escuchar un sonido proveniente de la cocina. Era la puerta de la cocina abriéndose. No podían ser mis padres. Mi papá estaba en un viaje de negocios en Australia, y mi mamá me avisó ésta mañana para decirme que no estaría en casa tres días.

Antes de pensarlo comencé a correr suavemente hacia las escaleras para dirigirme hacia arriba. Una vez en mi cuarto el pánico se apoderó de mí. Mi cerebro captó la puerta de baño y la ventana. «Escape» abrí la ventana, pero estaba demasiado alto como para salir. «Escondite» entré al cuarto de baño y cerré la puerta con seguro. Me escondí en el cajón de las toallas que está debajo del lavabo, escondiendo la tubería, y cerré la puertecita del cajón.

Contaba en silencio tratando de regular mi respiración. Escuché el sonido de la puerta de mi habitación abriéndose y luego el ruido de cosas siendo tiradas. Ahora no tenía duda de que era un ladrón. El picaporte se comenzó a mover bruscamente, pero la puerta no se abrió por el pestillo. Luego de un momento irritante de silencio la puerta era víctima de patadas y golpes para abrirse hasta que finalmente la abrieron, pero no fue derrumbada por que no se escuchó nada cayéndose.

Mordí mi lengua tratando de que ningún sonido saliera de mí. En especial llantos y gemidos que amenazaban en salir a la luz. Pasos fuertes se escucharon y entraron al baño, lo sabía por la sombra que se podía distinguir desde donde yo estaba. El sospechoso se mantuvo quieto un rato y después volvió a salir. Quería suspirar de alivio, pero no lo hice.

Me quedé ahí aproximadamente dos horas, algo confundida. Aún seguía escuchando pisadas fuertes desde la planta inferior, tal vez la persona estaba esperando a que yo, o alguien llegara. Caí en la cuenta de que dejé mi celular en mi cama, podría salir e ir por él. Pero como soy tan miedosa no lo hice.

Eran tal vez las 7:00pm y yo seguía aquí y el atacante abajo. Temeraria deslicé la pequeña puerta para salir. Asomé mi cabeza y salí lentamente al no ver a nadie. Me encaminé hacia las escaleras y vi a la persona.

Era un hombre, ancho de espalda, hombros, brazos y piernas. Su pelo casi a rapa, y sus brazos tatuados. Llevaba puestos unos pantalones anchos y una camisa sin mangas blanca, en un tono amarillento, y totalmente desabrochada dejando al descubierto su pecho peludo y marcado, junto con unas botas negras pesadas. Aunque su aspecto era muy típico, no dejaba de dar miedo.

Entré nuevamente asustada y sin hacer mucho ruido a mi habitación. Tomé mi teléfono y llamé a la primera persona que se me ocurrió podría llegar rápido.

Diego: ¿Hola?

Roberta: Diego, necesito que vengas a mi casa, ¡YA! - susurré - grité.

Diego: ¿Si? - preguntó confundido y con la respiración agitada.

Roberta: Escucha, no puedo hablar mucho - comencé a explicar - Hay alguien en mi casa.

Diego: ¿¡Qué!? ¿A qué te refieres? - preguntó confundido.

Roberta: A que hay alguien en mi casa, que entró por la fuerza. Un ladrón.

Diego: ¿Estás bien? - su humor cambió de repente de confundido a enojado.

Roberta: Sí, estoy en el baño de mi habitación, él está abajo.

Diego: De acuerdo, iré ahora mismo - escuché en el fondo una risa chillona, de una mujer.

Roberta: ¿Diego, estás con alguien? Si estás ocupado, sólo te pido que llames a la policía.

Diego: No, voy enseguida. ¡Vístete! - le dijo a otra persona y colgó.

Aunque no escuché nada de parte del atacante, entré nuevamente al baño, cerré la puerta con pestillo y entré en mi escondite para estar más segura. No tardé demasiado en comenzar a ver todo negro.

Desperté por el sonido de la puerta siendo forzada para abrirse. Mi respiración no tardo en acelerarse.

-¡Roberta! ¿Estás ahí? ¡Ábreme, soy Diego! - gritaba mientras pateaba la puerta.

Salí del cajón de las toallas tan rápidamente que me golpeé en la cabeza. Pero no me importó, me levanté del suelo y abrí la puerta para después lanzarme en los brazos de Diego. Todo en una décima de segundo.

Roberta: ¡Te amo, te amo, te amo! - gritaba una y otra vez mientras llenaba su rostro de pequeños besos. En las mejillas, la frente y la nariz, únicamente.

Cuando paré, el único lugar que faltaba eran sus labios. Esto era incómodo, ambos nos mirábamos sin decir nada. Hasta que él comenzó a acercar lentamente su rostro con el mío.

Roberta: No - lo detuve a centímetros de juntar nuestros labios.

Diego: Sí.

Tomé una respiración profunda. La última que tomé antes de que él estampara nuestros labios. El beso era suave y sin prisas. Lo que acababa de pasarme quedó en el olvido. Lo de ayer, también. Éste momento era lo único que importaba ahora.

Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora