Capitulo 22

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Paula : ¿Quién es, Santos? - pregunta entrando en la sala. - ¡Diego! - chilla lanzándose a los brazos del el.

Diego: Hola, enana. ¿Cómo estás? - pregunta sonriente.

Paula: Mal, tu amigo no me deja hacer nada - se queja mirando mal a Santos, a lo que yo ruedo los ojos.

Santos: Pau, vete a tu cuarto y ponte algo, te quiero fuera de aquí en treinta minutos...

Paula: ¡Eso es poco tiempo para arreglarme! - reclama.

Santos: Entonces, mejor apúrate -dice el , mirando a su hermana con una sonrisa triunfante.

Paula golpea en el hombro a Santos, pero corre hacia su habitación, dejándonos a nosotros tres solos en la sala. Un incómodo silencio comienza a formarse, ninguno con el valor necesario para romperlo. Dejo de mirar el suelo al sentir una mirada sobre mí. Y sí, efectivamente, un par de ojos me miraban fijamente. Rompo el contacto visual al aparecer Paula esta en la habitación nuevamente, arreglada mucho más hermosa en cinco minutos, que yo en treinta.

Santos: Cuídate, y llega antes que mamá - indica.

Paula: Lo sé, no tengo doce - contesta a la defensiva.

Santos: Claro, porque tres años de diferencia es mucho - replica sarcástico - Ya vete, antes de que me arrepienta.

Paula: Adiós, Diego, y... tú - dice, antes de salir, dejando todo otra vez en silencio.

Diego: ¿Y bien? - interroga - ¿de qué querían hablar conmigo?

Santos: Esperen, mi mamá me está llamando, ya vengo - informa , antes de salir de la habitación con el teléfono en mano, aunque estaba segura de no haber escuchado nada.

Roberta: Quiero que me digas qué pasa entre tú y mi amiga - exijo sin rodeos.

Diego: ¿Qué amiga?

Roberta: Mia, ¿quién más? - respondo obvia.

Diego: ¿Ahora son amigas? - inquiere irónico, con su peculiar sonrisa de lado.

Roberta: Lo que pase o deje de pasar entre nosotras, no es asunto tuyo, pero sí lo es lo que hagas con ella.

Diego: ¿Y por qué eso sería asunto tuyo? Es algo entre ella y yo, no tienes por qué saberlo, ¿o sí?

Roberta: No soy tonta, los escuché hablando el otro día y, si no me equivoco, ustedes nombraron muchas veces mi nombre.

Diego: Escuchar conversaciones ajenas es algo malo - comenta burlón.

Roberta: Hablar a las espaldas de uno, también lo es - replico con una sonrisa falsa en mi rostro - Contesta mis malditas preguntas - demando harta.

Diego: No tengo por qué hacerlo...

Roberta: ¡Sí, sí tienes por qué! - grito molesta.

Diego: No, no tengo por qué. Tú y yo no somos nada, y lo que haga o deje de hacer no es tu problema pero, si tanto quieres saber, pregúntaselo a tu amiga. ¿O es que no confías en ella? Porque eso das a entender pensando eso de ella.

Santos: ¿Y? ¿Ya aclararon todo? - pregunta entrando a la habitación con una sonrisa, la cual se borró de su rostro al ver nuestras expresiones - Ejem... mi mamá viene en camino, ¿quieren quedarse a cenar?

Roberta: Gracias, pero no, debo irme - respondo sonriendo ligeramente a Santos.

Santos: No te vayas - dice casi enseguida.

Diego: Por cierto, ¿qué haces tú aquí? - pregunta mirándome.

Roberta: Tú y yo no somos nada, y lo que haga o deje de hacer no es tu problema pero, si tanto quieres saber, pregúntaselo a tu amigo - contesto citando las mismas palabras que él usó.

Diego: - ríe irónico - Muy graciosa.

Santos: Diego - interviene rápidamente - hace mucho que no ves a mi madre, ¿por qué no te quedas tú también?

Roberta: Santos, dije que yo no... - comienzo a decir.

Santos: Y yo dije que tú sí - susurra amenazador, interrumpiéndome, y sé que no tengo otra opción.

Roberta: ¿Diego?

Diego: Ya qué - acepta con un suspiro.

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