Nada podría salir mal, dije anteriormente, pero, como siempre, me adelanté demasiado.
Miguel: Te ves hermosa - fue lo primero que dijo al yo abrir la puerta. Para suerte mía (y de él), mi papá tuvo que viajar de improvisto a Austria, así que no habría interrogaciones por hoy.
Roberta: Gracias - respondí sonrojada, agradeciendo que el poco rubor que me puse lo disimulara un poco.
Me regaló una sonrisa antes de comenzar a caminar, conmigo de su brazo, hasta su coche. Donde me abrió la puerta como todo un caballero antes de rodear el vehículo y entrar él también. Condujo alrededor de veinte minutos, hasta que por fin se detuvo frente a un restaurante, pretencioso a la vista, y agradecí que Miguel me aclarara con mucha resaltación que era elegante, y también que mi atuendo, a pesar de ser del mismo tipo, sí estuviera a la altura del lugar.
Y yo que creía que me había vestido muy exagerada, pensé irónica.
Nos sentamos en la mesa que el mozo nos indicó y dirigió cuando Miguel dio el nombre de su reservación.
Roberta: No debiste preocuparte tanto, no me hubiera molestado comer hamburguesas - admití pensando en la gran cantidad de dinero que seguro le costará esto.
Miguel: Tú te mereces más que eso, además, el dinero no es problema - dijo encogiéndose de hombros.
Roberta: Aún así, yo pagaré mi parte - aclaré más que preguntar.
Miguel: Por supuesto que no - renegó.
Roberta: Es la primera vez que salimos, no quiero que hagas todo - bromeé.
Miguel: No - alargó - Mejor, cuéntame sobre ti.
Roberta: ¿Qué quieres saber?
Miguel: ¿Tus padres? - preguntó cuidadoso, seguramente pensando lo peor al no haberlos visto cuando fue por mí, y pensando que reaccionaría de la peor manera.
Roberta: Mi mamá es psicóloga y mi padre inversionista en una gran compañía, él estaba ahí ésta tarde, pero tuvo que salir de improvisto - expliqué, su expresión relajándose al instante, ocasionándome reír suavemente - Y las otras cosas que tienes que saber, ya las sabes, no soy muy interesante - agregué, pero su mirada no estaba precisamente en mí, y se veía distraído - ¿Pasa algo? - pregunté.
Miguel: - sacudió su cabeza - ¿Qué? - preguntó confundido, regresando su atención a mí , lo miré con una ceja arqueada - No, es sólo que un chico lleva mirándonos desde que llegamos - explicó después cortamente.
Roberta: ¿Qué chico? - inquirí confundida, girándome un poco para poder mirar por detrás de mí.
Mi sangre se heló al ver a Diego dos mesas más allá de nosotros, el cual sonrió al ver que lo miraba con aquella expresión, que enseguida cambié por una enojada, preguntando silenciosamente qué hacía ahí, y cómo es que supo el lugar en el que tendría mi cita con Miguel.
Y, como un balde de agua fría, la respuesta llegó a mi mente: Santos.
A él fue al único que le dije y recordé que me dijo vagamente que Diego y él eran amigos desde la infancia.
Cierro los ojos pesadamente y suspiro cansada de que, nuevamente, Diego me haya arruinado otra amistad, aunque sé que Santos me daría una explicación, que esperaba fuera buena, pues lo mataría si no lo era.
Roberta: ¿Me disculpas un segundo? - pregunté girándome hacia Miguel.
Miguel: Claro - dijo sospechoso.
Roberta: Regreso enseguida - le prometí, levántandome y depositando un beso en su mejilla antes de comenzar a caminar hacia Diego - Camina - demandé pasando a su lado, ignorando a su bella acompañante - Si no lo haces, será peor - advertí, por si acaso.
Envolví mis brazos a mi alrededor cuando la brisa helada me golpeó al salir del restaurante. El aire acarició mi rostro, helando mis mejillas y, seguramente, dándoles un tono de rojizo. Aparté el cabello de mi cara y me detuve, girándome para mirar a Peter.
Diego: ¿Qué se te ofrece? - preguntó apacible.
Roberta: ¿Qué haces aquí? - giré de posición con él, quedando yo, ahora, dándole la espalda a la entrada del restaurante, cuando Diego quiso acercarse.
Diego: Vine a proteger lo que es mío.
Roberta: No me hagas reír - contesté, no enojada, sólo cansada, incomprensible.
Diego: ¿Cómo pudiste engañarme? - preguntó.
Roberta: ¿Qué? - pregunté confundida - ¿De qué estás hablando? ¿Engañarte?
Diego: Organizaste una cita con un chico, teniendo novio, ¿y no niegas cuando te he visto? - preguntó dolido.
Roberta: Diego, ¡¿qué tonterías estás diciendo?!
- ¿Tienes novio? - preguntó una voz detrás de mí.
Giro y veo a Miguel con una expresión entre confundida y ligeramente molesta en su rostro. Una pequeña arruga entre sus cejas, a causa de su ceño fruncido.
Roberta: ¿Qué? ¡No! Él no es mi novio...
Diego: ¿Cómo puedes decir eso? - preguntó detrás de mí, alzando su tono de voz.
Roberta: ¡CIERRA LA BOCA , DIEGO! - grité mirándolo - Miguel, yo no...
Miguel: Te dije que todas mis citas salían mal - comentó triste - Lo siento, amigo, no lo sabía - dijo mirando a Diego por encima de mi hombro.
Me dio un asentimiento antes de dar la vuelta hasta el estacionamiento, donde ya no pude verlo más. La mueca de decepción y tristeza en su rostro hizo que lágrimas se formaran en mis ojos. Él no se merecía esto, y, sonará tonto, debido al poco tiempo que llevaba conociéndolo, pero en verdad le había tomado mucho cariño, aunque debía admitir que ese que le tengo a Santos, Lupita y el que solía tenerle a Mia.
Roberta: ¿Por qué haces todo esto? - pregunté en un susurro, girándome para mirar a Diego sin ninguna expresión en mi rostro.
Bajó la mirada, seguramente al ver mis aguados ojos.
Diego: Roberta, no llores - pidió.
Roberta: ¡¿Cómo esperas que no llore?! Desde que te conocí llevas haciéndome la vida un infierno creo que tengo el derecho de tan siquiera saberlo. ¿Hay alguna razón en específico? ¿O es que sólo te divierte?
Diego: Sabes que no es así...
Roberta: ¿Entonces cómo es, Diego? Explícame, porque yo no logro entenderlo - dije, y al ver que no obtendría respuesta de su parte, agregué - Déjame en paz, Diego, ya superaste mi límite.
Eso fue lo último que dije antes de regresar al restaurante por mis cosas y pedir que llamaran a un taxi por mí, el cual me trajo a casa, donde estaba ahora, por desgracia, mañana tendría que verlo, y la verdad, no sé cómo reaccionaré.