Yo no le podía gustar a Diego, ¿o sí? No, eso es tonto e imposible, ¿cierto? Quiero decir, ¡Es Diego Bustamante!
"Lo único posible es lo imposible" habló mi mente, citándome una de mis frases favoritas, dicha por una persona muy sabia, aunque en este momento no recuerdo quién. Él es él, y yo soy yo. En mi mente aparece su imagen y la mía consecutivamente, casi como una burla. No era posible. Y nuevamente se recobraba la frase. Era una mala broma, un juego fácil, pero aún así, en el que estaba destinada a perder. Lo sé.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de su voz hablándome.
Diego: ¿estás bien?
Roberta: Sí, ¿porqué preguntas?
Diego: Porque ya llegamos. - dijo divertido en un tono que se podría interpretar como una pregunta más que como un comentario.
Roberta: Oh, cierto, lo siento. - murmuré apenada pero sin tocar el suelo aún - ¿Piensas bajarme? - pregunté divertida, olvidando mis malos y ridículos pensamientos respecto a nosotros. No, respecto a él y yo. No había un nosotros.
Aún, murmuró mi consciencia desde un recóndito lugar de mi mente, recibiendo una no muy agradable forma de mi parte para decirle que se callara.
Diego: Sí. - sonrió de oreja a oreja mientras me depositaba suavemente en el suelo.
Roberta: No soy de cristal, Diego. - bromeé respecto a su cuidadosa forma de ponerme en el suelo.
Diego: Lo sé, sólo no quiero que nada te pase - dijo con aire misterioso mientras me guiñaba un ojo.
Me sonrojé avergonzada, pero sólo fue un momento antes de quedar boquiabierta por el hermoso paisaje que se encontraba frente a mis ojos. Un extenso lago se encontraba técnicamente a nuestros pies, bueno, sólo teníamos que caminar unos cuantos pasos y ya me podría sumergir en el agua. Aunque no lo haría, claro está.
Roberta: Diego, esto es... - No pude encontrar las palabras para tal vista, pues "hermoso" quedaba corto a tanta esplendidez.
Diego: No me lo agradezcas, yo sólo te traje al lugar que descubrí - sacudió sus hombros de un lado a otro, haciéndome reír - Lo demás es obra de la naturaleza - hizo una reverencia mientras giraba sobre sus pies, alabando el lugar.
Sonreí divertida.
Roberta: Pues gracias, naturaleza. - seguí con el tonto juego - ¿Y ahora qué? -pregunté luego de un momento de silencio en el que sólo nos mirábamos con una estúpida sonrisa en ambos rostros.
Diego: De nada. - dijo sarcástico y en un tono exageradamente alto con una mala actuación de indignación.
Roberta: No me refería a eso... - me apresuré a decir pero, me interrumpió risa y terminé riendo yo también.
Diego: No sabes interpretar una broma, ¿cierto? - negó con la cabeza desaprobando mi falta de recepción de chistes.
Roberta: Perdone, Señor Bustamante. Pero no soy comediante. - quería contribuir con el olvido de la iniciación de nuestra cita.
Diego: No se preocupe, Señorita Pardo, que yo le enseñaré. - dijo destacando el "YO" de la oración, siguiéndome el tonto juego en el que exagerábamos nuestro acento británico más de lo debido. Apuesto a que nos veíamos y escuchábamos ridículos.
Roberta: Pues eso es muy amable de su parte... Señor - me burlé del término "Señor" sólo para aclararle que era un inmaduro.
Creo que prefería éste Diego divertido y carismático antes que el rudo, grosero y pervertido.
Pero si a ti te gustó primero el otro, habló mi mente llevándose un asentimiento de aprobación por parte de mi consciencia. ¿Qué rayos me pasa?
Roberta: Ya, hablando enserio. ¿A qué venimos? Porque no creo que me trajeras para hacer malas bromas, ¿o sí? - terminé con el ridículo juego para saciar mi curiosidad.
Diego: No - alargó la vocal divertido - Quiero ver la luna contigo, eso es todo - se encogió de hombros a la vez que metía las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y bajaba la vista. Que tierno y vulnerable se veía así. Tanto que era inevitable sonreír.
Roberta: De acuerdo. Muéstrame cómo - estaba intentando ser seductora sin poder evitarlo.
Quieres gustarle, canturreó mi consciencia. ¿Acaso serán constantes éstas apariciones? Espero que no.
Diego: Ven aquí - gritó divertido mientras corría para... ¿Atraparme? Oh, ya entendí.
¡Corre! me dije a mi misma antes de comenzar a hacerlo.
Reía y gritaba a la vez que corría entre los árboles y por encima de las rocas, aunque también concentrada en no caer y no dejar atraparme por Diego. Considerando el hecho de que casi me pisaba los talones. Hace mucho que no me divertía así. Creo que la razón era que Mia se estaba comportando rara y no quería hablarme, pero no importaba. Yo no hice nada, si no me quiere hablar pues que no me hable. Pero no dejaré que me arruine éste momento. Estaba pensando en disculparme por si algo que hice la molestó pero, ya no lo haré, ella comenzó a distanciarse y apartarme así que lo único que me queda es aceptarlo.
Es tú amiga, gruñó Liliana, nombre que se me acaba de ocurrir para esa pequeña y fastidiosa voz que me hablaba desde mi mente, diciéndome cosas correctas que debía hacer.
Ella le dejó de hablar, tiene que hacer lo mismo, dijo ahora Lucy, la voz que me decía cosas incorrectas que no debía hacer pero, eran tentadores e inevitables.
De acuerdo, ahora sí estoy loca.
Diego: ¡Te atrapé! - gritó alzándome en el aire mientras yo reía.
Dejé de hacerlo al darme cuenta de que se dirigía al lago. Comencé a patalear y preguntarle qué hacía pero, lo único que obtenía era negaciones con la cabeza de parte de él y risas también de su parte.
Grité al momento en el que se sumergió en el agua conmigo en brazos, aunque, para ser sincera, grité más por la frialdad de ésta que de la impresión.
Roberta: ¿Porqué hiciste eso? - dije después de salir del agua y tomar aire, mientras mis dientes castañeteaban a causa del frío.
Diego: algunas veces es bueno salir de la rutina. Ya sabes, hacer algo diferente - se acostó sobre el agua, flotando con las manos detrás de la cabeza.
Roberta: ¿Salir de la rutina? De acuerdo, ¿Qué te parece si tú te sumerges y cuentas hasta cien? - pregunté sarcástica saliendo del agua totalmente molesta.
¿Quién se cree? Diego Bustamante, respondieron sarcásticamente a mi pregunta no hecha Liliana y Lucy. ¡Oh, cierren la boca, se supone que están de mi lado!
Diego: ¿Porqué te enojas? - preguntó confundido , alcanzándome.
Roberta: ¿Porqué? ¿Esperabas que te aplaudiera por causarme neumonía? - pregunté ingenua.
Diego: No exageres.
Bufé y seguí con mi camino, sin antes murmurar: "imbécil", deseando que me escuchara.