Roberta: ¡Ya llegué! - grito cerrando la puerta de mi casa.
Martin: ¿Dónde estabas? - pregunta mi papá, despegando la mirada del televisor.
Roberta: Dormí en casa de Lupita - respondo encogiéndome de hombros.
Martin: Cariño, sé que estás acostumbrada a vivir tu vida sin reglas, no estamos mucho tiempo en casa, y aunque te digamos que llegues a las ocho, tu madre y yo, sabemos que no lo harás. Pero eso se acabó, yo estoy aquí, y de ahora en adelante, debes pedirme permiso para salir. Y para aclarar, esto - nos señala a ambos - no debería estar sucediendo, porque confiamos en ti, no me obligues a cambiar de opinión - demanda, en ningún momento pareciendo un regaño - Quiero dejarlo en eso, créeme, pero debo ser un buen padre - suspira, confundiéndome aún más - Dame tu teléfono - demanda, estirando su mano hacia mí.
Roberta: Sé que no debería reírme, pero tu castigo es realmente divertido - admito con una sonrisa, que se hace aún más grande al ver que él, difícilmente, estaba tratando de no imitarme y seguir con su postura de "padre responsable".
Martin: Roberta...
Roberta: De acuerdo, toma - colocó el aparato en su mano - Siento no haber llegado, y mucho más, no pedirte permiso ni haberte avisado - beso su mejilla, y le doy un corto abrazo.
Martin: - suspira - Ten - dice devolviéndome mi teléfono - pero que no se vuelva a repetir - besa mi coronilla, antes de regresar al sofá y seguir viendo televisión.
Río y subo a mi habitación, pero me detengo a medio camino.
Roberta: ¿Papi? - lo llamo con voz empalagosa, como hago siempre que quiero algo. No era por caprichosa, pero sabía que le molestaba, y eso me daba gracia.
Martin: - siento como suspira harto, haciéndome reír -¿Sí, cariño?
Roberta: ¿Puedo salir?
Martin: ¿Cuándo? - pregunta, interesándose en la conversación.
Roberta: En dos horas - digo temeraria de que no me dé permiso.
Martin: Claro, sólo no tardes - asiente volviendo su atención al partido de tenis que estaba viendo.
Subo corriendo a mi habitación. Abro mi armario e inspeccionó toda mi ropa, la saco toda y hago conjuntos de vestidos y zapatos, jeans, tops y tacones, y muchos otros diferentes, debatiéndome sobre qué ponerme y cambiando las cosas para crear la vestimenta perfecta, ni tan exagerada, tampoco muy elegante, pero linda.
Finalmente, escojo un blusa color crema, unos jeans rasgados y botas marrones cortas. Miro la hora y corro al cuarto de baño, entro a la ducha sin preocuparme si el agua está caliente o no , arrepintiéndome enseguida de no haberlo hecho. Salgo envuelta en mi toalla lila y una en mi cabello, me siento frente al tocador y me maquillo natural, seco mi cabello con la secadora y lo dejo suelto , terminado todo eso, comienzo a cambiarme, ya lista, le sonrío a mi reflejo, satisfecha con el resultado.
Roberta: Adiós, papá - me despido desde la puerta, salgo cuando me hace una seña, aún concentrado en ese aburrido juego.
Comienzo a caminar algo rápido, me quedaban veinte minutos para llegar a tiempo, y a éste paso, tardaría treinta.
Diego: ¿Adónde tan deprisa? - pregunta alguien a mis espaldas.
Roberta: ¿Qué quieres, Diego? - preguntó con tono cansado, sin siquiera voltear.
Diego: ¿Vas con ese chico? - insiste, colocándose a mi lado.
Paro de caminar y me giro para mirarlo.
Roberta: ¿Y qué si voy con Miguel?
Diego: Con que ese es el nombre del idiota.
Roberta: Ese idiota tiene muchos mejores modales que tú - replicó molesta.
Diego: Seguro que sí - admite sarcástico.
Roberta: ¿Quieres dejarme en paz? Sólo te pido un día,Diego, ¡un día! - pido exasperada.
Diego: ¿Eso quieres?
Roberta: ¡SÍ! - grito.
Diego: Lástima - dijo en un canto.
Acto seguido, me sube a su espalda de un solo tirón.
Roberta: ¡Diego! ¡Bájame! ¡Ya me tienes harta! - esto y muchas más cosas gritaba, pero él parecía ignorarlas todas.
Suelto un gruñido para nada femenino, y continúo pateando y golpeando su espalda. Cuando acepto que no se rendirá, lo golpeo una vez más, ésta vez más fuerte y saco mi teléfono. Busco el número de Miguel y le envío un mensaje, diciéndole que se presentó una emergencia y que no podré ir, pero que espero volvamos a vernos.
Roberta: Te odio - susurro realmente enojada.
Diego: Yo te amo.