Roberta: ¿Cómo pudiste? - le pregunto a Santos a la vez que golpeo su brazo con el grueso libro de Ciencias, más molesta que dolida.
Santos: ¡De acuerdo! - dice tomándome por las muñecas, evitando que pueda seguirlo golpeando - Admito que tal vez pude mencionar su cita y el lugar donde sería - admite apenado, sólo haciendo que mi mirada hacia él se hiciera más asesina - Pero nunca creí que él haría eso, pero, no te preocupes, te juro que lo mataré.
Roberta: ¡Eso ya no importa! Hagas lo que hagas no puedes revertir lo que hizo y todo por tu culpa.
Santos: Cálmate. Trataré de ...
Roberta: ¿Enserio , Santos?
Santos: Roberta, contrólate.
Cierro los ojos pesadamente, concordando con él, y cuento hasta diez en voz baja. Al parecer funcionó, porque al abrirlos, el ambiente se sentía mucho más tranquilo.
Roberta: Ya me calmé, ya me calmé - repito, y los extremos de su boca tiran en una sonrisa - ¿Qué estabas diciendo? No te escuché, de todos modos.
Santos: Que tal vez yo pueda hablar con ese chico..., ¿Cómo era que se llamaba? - pregunta pensativo y mirando hacia el cielo, tratando de recordar.
Roberta: Se llama Miguel, aún vive - respondo, corrigiéndolo.
Santos: Tienes razón, corregir a las personas es un feo hábito tuyo - susurra resentido.
Río, sorprendiéndome al darme cuenta de que era la primera risa que salía de mí en todo el día.
Roberta: Eres un estupido - digo divertida, empujándolo en broma.
Santos: ¿Y ahora por qué?
Roberta: Por revelar información tan importante al enemigo.
Santos: Ves mucha televisión - dice en medio de una gran carcajada.
Niego con la cabeza y entrelazo su brazo con el mío, riendo suavemente mientras avanzábamos por los extensos pasillos hacia nuestra siguiente clase. ¿Quién diría que Santos tendría casi todas mis clases?
Giramos en un pasillo para dirigirnos hacia las escaleras, pero lo único que obtuve fue una escena algo... peculiar: Lupita y Mia discutiendo en medio del pasillo, ambas con expresiones molestas en sus rostros. Se detienen al verme, y entierro mi cabeza en el brazo de Santos cuando pasamos a su lado, confundida por las palabras que pude escuchar que dijo Lupita: «No tienes derecho a meterte en mis asuntos, y, si pudiera, lo repetiría con gusto».
Santos: ¿Quieres venir a mi casa hoy en la tarde? Debo cuidar a mi hermana y tal vez puedas ayudar.
Roberta: ¿Eh? Ah, sí, claro - acepto distraída.
Santos: Y tal vez después podamos tener sexo - sugiere.
Roberta: Si tú quieres...
Santos: Y Diego puede unirse a nosotros.
Roberta: Por supuesto.
Santos: ¿Estás escuchando al menos algo de lo que te estoy diciendo? - pregunta indignado, aunque divertido, dándome un golpecito en la frente, devolviéndome a la realidad.
Roberta: Disculpa, ¿qué dijiste? - pregunto confundida, sacudiendo suavemente mi cabeza para alejar a mis pensamientos.
Santos: Eso es lo que creí. Decía que hoy debo cuidar a mi hermana, y me preguntaba si querrías ayudarme, además, eso puede distraerte de Diego y...
Roberta: Miguel - completo poniendo los ojos en blanco por su falta de memoria - De hecho, eso suena estupendo, ¿dónde vives? - pregunto interesada.
Santos: Podemos ir saliendo de la escuela - sugiere.
Roberta: Seguro, ¿cuántos años tiene tu hermana?
Santos: Quince.
Roberta: ¿Y debes cuidarla?
Santos: No es como si fuera una adulta - dice mirándome extrañado.
Roberta: Pues, no, pero yo a esa edad ya me quedaba sola en casa, creo que por eso tengo una opinión errónea sobre eso - explico encogiéndome de hombros.
Santos: Tal vez tengas algo de razón, pero Paula piensa que es mayor de edad, y se comporta de todas las formas más desesperantes posibles. Créeme, esa niña es todo, menos santa; además, debo asegurarme de que ningún imbécil la mire.
Roberta: Ow, me haces desear tener un hermano - digo sarcástica.
Ríe sarcástico.
Santos: Ya, avanza, que llegamos tarde.
Roberta: ¿Es aquí? - pregunto a Santos, que estaba sentado en el asiento de copiloto de mi auto, a mi lado.
Santos: No, más adelante - dice, indicándome cómo llegar a su casa.
Roberta: No puedo creer que no tengas auto - comento sorprendida después de un momento de silencio.
Santos: Trabajo en una librería y mi mamá cuida bebés, ¿qué esperabas? - pregunta sarcástico, y creo que noté cierta vergüenza en su voz.
Roberta: No me refiero a eso, es sólo que... vives muy lejos, ¿acaso caminas hasta acá? - pregunto en voz baja, arrepentida por mi falta de consciencia.
Santos: No, soy lindo, me las ingenio - dice encogiéndose de hombros -
Roberta: ¿No te da miedo que te violen? - bromeo.
Santos: No es violación si no te opones - comenta en voz baja, y no puedo evitar reír fuertemente - Me agradas - dice mirándome con una sonrisa.
Roberta: Tú también - admito dándole una rápida mirada.
Santos: Eres mi segunda mejor amiga, a partir de hoy.
Roberta: ¿Ah, sí? ¿Contra quién compito? - pregunto divertida.
Diego: No quiero decirlo - arrastra las palabras pesadamente.
Roberta: ¡Oh, vamos! Dime - insisto curiosa.
Santos: Diego.
Roberta: Mmm... tienes razón, no debiste decirlo - bromeo.
Reímos fuertemente, pero freno bruscamente cuando Santos dice: "¡Aquí es!", haciéndonos balancear hacia delante, pero no golpeándonos gracias a los cinturones. Lo miro molesta, reclamándole con la mirada, a lo que él se encoge de hombros con una sonrisa exagerada, haciéndome soltar una pequeña risa ...