IX ☾

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Levi salió de su habitación con una toalla en mano y chanclas en los pies, porque no era adepto de ensuciarse las plantas. Vestía un bañador negro que se ajustaba a sus muslos y que no era lo suficientemente largo para tapar los parches morados que Erwin le había dejado con sus dedos. No le importó. Al contrario, sintió una morbosa satisfacción por enseñar las marcas en esa fiesta. Lo tenían de tan buen humor que hasta pensaba en meterse a la fastuosa piscina y jugar en el agua como nunca lo había hecho, aunque fuera con esa gente con la que no pintaba nada. Bueno, y no estaba solo del todo. Podía afirmar que había hecho una alianza esa noche con —por raro que pareciera— una de las damas de honor.

—¿Qué haces ahí? —le preguntó a Ymir cuando se la encontró aguardando bajo el umbral de la puerta principal con un sencillo bikini negro. Si hasta iban a juego.

—Evitar al cuñado del novio —admitió ella con un bufido, mientras se apartaba los cortos mechones de pelo que le caían en las sienes—. Me tiene aburrida.

—¿Reiner? —preguntó Levi con un deje de extrañeza— Antes parecía que erais amigos.

Ymir hizo una mueca de disgusto. Miró hacia abajo para buscar los ojos de Levi y espetó:

—¿Amigos? Tú fumas.

—Durante la comida empezaste a hablar con él como si lo conocieras, Ymir. Yo estaba a tu lado —insistió Levi, cuyo buen humor podía notarse hasta en su rostro inexpresivo.

—No era por él —farfulló la morena. Apartó la mirada y dijo—: ¿Te vas a meter en el agua?

Levi miró hacia la piscina. Las luces que habían encendido alrededor se reflejaban en el agua y creaban una atmósfera de otro mundo. Él no solía dejarse encantar por esos detalles, siempre veía las cosas tal y como eran, pero esa noche bien podía permitirse creer en la magia. Al menos tenía pruebas de que los milagros existían. Así que le ofreció un brazo a Ymir y amagó una sonrisa.

—Vamos. Yo te defiendo.

Ymir torció la boca, pero aceptó ese brazo y comenzó a caminar con Levi.

—No te ofendas, pero... ¿no debería llevarte yo a ti?

—Todos cometen el mismo error de dejarse confundir por el tamaño. Es una pena. Tú me habías parecido más lista que eso.

—Entonces es que no tienes muy buen criterio.

La pareja bajó los escalones de la entrada y avanzó por el camino de piedra que conducía a la piscina. En el borde se podía divisar la figura de Reiner batallando por quitarse los pantalones. Al parecer el rubio no había optado por ir a cambiarse como el resto de los invitados.

—¡Ymir! —exclamó en cuanto la vio llegar—. Ven, ven, vamos a nadar juntos.

—Joder, a este no me lo quito de encima ni con agua caliente —masculló ella entre dientes.

Levi echó un rápido vistazo al panorama. Diana había llegado ya, y se ajustaba un modesta salida de baño a la cintura, por encima de su bañador blanco de una pieza. La mujer no solo detestaba su amistad con Erwin, sino que también veía mal cualquier tipo de acercamiento que Levi intentara tener con alguien de su entorno. Por eso, soltó a Ymir y le dio un amistoso apretón al brazo de Reiner mientras decía en voz alta:

—Os acompaño, el agua se ve increíble.

—Reiner, cariño, ¿por qué no te has ido a cambiar a tu habitación? —interrumpió la señora casi de inmediato.

—¡Diana! —exclamó Reiner, con una sonrisa amplia. Caminó hacia la señora y la tomó de la mano para hacerle dar una vuelta sobre sí misma que ella ejecutó a trompicones, contra su voluntad—. ¡Estás espléndida! No me extraña que Christa...

You can lie, my dearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora