XIX ☾

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Cuando Armin salió de la habitación, Levi dejó ir un suspiro denso. Habían quedado en verse en el dormitorio del policía, pero antes Levi dejaría una nota escueta para Erwin. Era mejor así. Contarle que lo había confesado todo sería más llevadero cuando ya tuviera, al menos, una pista con la que justificar su imprudencia. Se dirigió a la cómoda del té y tomó el bolígrafo. Pasó las hojas del bloc vacío mientras pensaba en las palabras exactas que debía escribirle. En su juventud, Levi había mejorado su ortografía y su léxico leyendo y releyendo las palabras de Erwin. ¿A cuáles podía acudir esta vez? No encontraba ninguna. Miró hacia la cama, y entonces supo que aquello que estaba desconcentrándolo era el peso de una mirada. Una mirada de un azul que no existía, un azul único.

—¿Te acabas de despertar? —preguntó con el corazón arrebatado de repente.

Erwin se arrastró un poco hacia arriba para apoyar la cabeza en la almohada.

—Levi, ven aquí —le pidió con el semblante inexpresivo y la voz cascada, propios de alguien que acaba de abrir los ojos después de un letargo.

El pelinegro dejó el bolígrafo junto al bloc y obedeció. No dejó que el susto se le notara en los pasos firmes, pero quizá se le escapó un poco por la mirada.

—¿Cuánto llevas despierto? —volvió a preguntar cuando se sentó en el borde de la cama.

Erwin no respondió enseguida. Se arrastró y salió un poco de las sábanas para apoyar la cabeza en las piernas de Levi. Lo miró desde abajo con una expresión contemplativa, con sus ojos azules estáticos y profundos.

—Cuando éramos pequeños, me encantaba que Armin viniera a casa con sus juegos de mesa los fines de semana, pero siempre acababa enfadándome. Christa y yo nunca pudimos ganarle ni una partida. Parece inofensivo, pero es un listillo odioso y persistente, ¿verdad?

A Levi le quedó bastante claro que Erwin no acababa de despertarse. Metió los dedos entre sus cabellos rubios para paliar la ansiedad que sintió de repente.

—Como tú —susurró mientras lo peinaba con una caricia—. ¿Cuánto escuchaste?

—Suficiente. ¿Cómo que no somos amantes? Eso me ha dolido —confesó con una sonrisita que ya no fue capaz de seguir conteniendo.

Levi encajó una mano en la mejilla de Erwin y se la apretó con suavidad. Ese rubio lo había oído todo. Y en ese momento, al verlo sonreír, tuvo una revelación: sí que conocía a Erwin lo suficiente. Erwin no iba a hacerlo a un lado ni aunque fuese el mismo Levi quien se apartara del camino.

—Armin no usó la palabra con el sentido puro y pasional que tiene en los libros que lees —dijo delineando su labio inferior con el pulgar—. Y, si no es de esa forma, pensé que no te gustaría estar asociado con ella.

Erwin afianzó la sonrisa mientras se incorporaba sobre un codo. Cuando estuvo más cerca del rostro de Levi, le puso una mano en la nuca y lo atrajo hacia sí.

—Tú también eres muy listo —susurró en sus labios antes de besarlos con suavidad, con una mezcla de cariño y timidez. No se separó ni abrió los ojos antes de volver a hablar—: Gracias por defenderme.

Levi tampoco separó los párpados. ¿Esa piel tersa que todavía rozaba su boca eran los labios de Erwin o se lo estaba imaginando todo? ¿Ese suspiro caliente era su aliento? La manera tan simple y tierna con la que Erwin lo había besado de repente lo desconectó de la realidad y lo llevó a sus fantasías, donde era más normal que Erwin lo tocara y le hablara como lo hacía en ese momento. Juntó sus frentes, rozó su nariz con la propia, frotó sus mejillas entre sí, todo para para sentirlo más real.

You can lie, my dearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora