El anillo que no te di

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Capítulo 41

Enzzo

—Pero lamento informarles que... entró en estado de coma.

Y eso bastó para derrumbarme en ese mismo instante.

En ese momento dejé de escuchar todo a mí alrededor, en los oídos tenía un zumbido ensordecedor, mi vista se tornó borrosa, la cabeza me dio vueltas y mi cuerpo perdió fuerza llevándome a una de las sillas cuándo mis piernas flaquearon.

—No...— susurré, incapaz de escuchar lo que decían todos los demás a mi alrededor. Mi cerebro se negaban a procesar esas palabras, simplemente no podía estar pasando, no ella, no nosotros.

Mi mente se inundó de todo lo que habíamos pasado juntos golpeando con fuerza mi pecho. Desde ser mi asistente, nuestras peleas y cuándo se convirtió en mi novia. Todo eso recuerdos pasan frente a mí y veo como se desvanecen con lentitud.

—Enzzo...— me llamó mi madre, tomando mi rostro con sus manos.—Cariño...

—¡¡No!!— grité con fuerza, zafandome con agresividad de su agarre.

Mi dolor y mi trisrteza habían sido reemplazados por la ira y el odio que crecía en mi interior. Me negaba a admitir todo lo que ocurría, la vida estaba siendo muy injusta con nosotros al tratarnos de esta manera tal cruel.

—Hijo cálmate— pidió mi padre y me fui contra él.

—¡¿Cómo quieres que me calme cuándo la mujer que amo está en coma por mi culpa?! ¡Mi maldita culpa!— rugí dándole un puñetazo a la pared.

—¡Enzzo!— exclamó mi madre con temor cuándo miró mis nudillos sangrar.

—Esto no es tu culpa— dijo Luisa.

—Lo es— contuve las lágrimas amargas que amenazaban con salir de mis ojos.—Le prometí que nada malo le pasaría, que yo la protegería— tome mi cabello con total frustración.

Era un maldito fracaso.

Muchas veces le dije que estaría a su lado y que no permitiría que esto pasara. Ahora ella estaba ahí, dormida en una cama de hospital, dormida quién sabe hasta cuándo, podía estar semanas, meses, incluso años y yo no podía hacer absolutamente nada. Me sentía tan enojado conmigo mismo, era un mentiroso por no cumplir mis promesas, por no cuidar lo suficiente de ella.

—Hijo...— mi madre se acercó y yo rechacé su contacto. No quería que nadie me tocara sino eran las mandos de Rebecca.

Miré dolor en su mirada, todos los demás lloraban procesando lo que pasaba y yo me fui de ahí directo al baño. En ese instante grité, destroce todo lo que había en mi camino y mis manos terminaron llenas de mi propia sangre.

Por primera vez en mi vida perdía el control, y no solamente de la situación, también de mí. Me sentí perdido, vacío y completamente solo aunque estuvieran todos afuera. La quiero a ella. Es todo lo que pido, la quiero únicamente a ella, bien, intacta, sin ninguna pena y herida.

—Enzzo...

Las palabras de mi padre se cortaron cuándo vio el desastre que había en el baño, sus ojos se abrieron con asombro y reflejaron pena. Porque eso era lo que daba, pena, totalmente lástima.

Mi Corazón Es Tuyo (#1. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora