Capítulo 5.

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A la mañana siguiente, Debby se levantó con más ánimo. No podía negar que los chocolates la ayudaron a soportar la pena durante la nochey le permitieron dormir mejor. Zack se había marchado más temprano, así que de nuevo, tenía la cabaña para ella sola.

Encendió el equipo de música y dejó que el ritmo soul de Joss Stone impregnara cada rincón. Mientras continuaba la limpieza pensaba en las maneras de relanzar su negocio con poco dinero, para captar nuevos clientes. No podía dejar el trabajo, se había aferrado demasiado a él, esa actividad la ayudó a sobrellevar la soledad y la traición. Aunque, en esta oportunidad, debía darle una visión diferente.

Sin darse cuenta, se le pasó el día. Cada vez que realizaba alguna tarea, se sumergía en cuerpo y alma en ella, olvidándose del resto del planeta. Cuando la tarde comenzaba a caer se dio un baño y se colocó un vestido vaporoso, que le llegaba a las rodillas. Merendó los chocolates que le quedaban en la caja antes de salir a la terraza. Desde que llegó, no había disfrutado de las bellezas naturales del lago, ni del calor del sol. Aunque acudió a ese lugar para esconderse y llorar, ahora, se lo pensaba mejor. Brian no se merecía sus lágrimas, ya había derramado muchas por ese imbécil.

Suspiró hondo al ver que toda la entrada estaba cubierta por hojas. Le faltaba esa área por limpiar, pero eso lo haría mañana. Sacudió una vieja mecedora de madera olvidada en un rincón, y se sentó a admirar el paisaje. La brisa era suave, el sonido del viento armonizaba a la perfección con el romper de las olas. Y el lago, estaba completamente teñido de cielo. Una sonrisa se le coló en el rostro, producto de una dulce sensación de calma que le hinchaba el pecho. Aquel paraje era mágico, parecía ejercer un poder especial sobre ella. Su belleza era idílica, algo que solo había podido admirar a través de programas televisivos.

Ese pensamiento le recordó que la señal de televisión no era nítida. Debía redireccionar la antena.

Se levantó en medio de un suspiro y entró a la casa en dirección al ático. Subió las estrechas escaleras que se encontraban al final del área de estar y abrió con dificultad la puerta. El tiempo había endurecido las bisagras. Adentro, el polvo la hizo estornudar, el calor y la falta de oxigeno eran asfixiantes. Allí la desidia era peor que en el resto de la casa.

A diferencia de otros áticos, éste era amplio y contaba con ventanas panorámicas en cada costado. El lugar era precioso, si le quitaban las cajas, los juguetes, los muebles deteriorados, la gruesa capa de polvo y la red de telarañas que cubría las vigas del techo, se podría crear un salón de descanso, un cómodo dormitorio, un cuarto de juegos, una biblioteca, o tal vez, un gimnasio. A pesar de que los vidrios estaban empañados por la mugre, las vistas que le ofrecía del lago y las montañas eran impresionantes. A Debby le era imposible no conmoverse con semejante majestuosidad.

Al salir de su ensoñación, recordó las instrucciones de Zack: sacar medio cuerpo por una de las ventanas del lateral derecho. Se dirigió a esa zona y luchó con el pestillo de una de las ventanas para subir el listón. Después de una batalla, que por momentos creyó perdida, el pasador cedió y con dificultad abrió la ventana. Se asomó con cuidado. Las maderas del marco tenían mal aspecto. A su derecha, y a más de un metro de distancia, divisó la pequeña antena parabólica que miraba hacia la montaña, envuelta en tierra, telarañas, hojas secas y con un nido abandonado en su base.

Estudió bien la situación antes de atreverse a sacar medio cuerpo. La altura era considerable, así como la distancia de la antena a la ventana. No sería una tarea fácil. Se sentó con cuidado sobre el marco, escuchando el crujir de las maderas. Inclinó su cuerpo hacia afuera y se sostuvo de la pared lo mejor que pudo, antes de comenzar a estirarse para alcanzar el plato de aluminio.

Un extraño chillido la hizo perder el equilibrio. Si no se hubiera sostenido con fuerza de la pared, hubiera caído al suelo. Giró el rostro, en busca de la fuente del sonido. A pocos metros, sobre un inmenso árbol, estaba un águila.

—Maldito pajarraco —murmuró, clavando una mirada mortal en el animal que la observaba con curiosidad.

Volvió a ocuparse de su tarea, pero ésta vez, se sostuvo de un caño que estaba ubicado junto a la ventana en la parte exterior. De esa manera, tendría más posibilidades de inclinarse para llegar a la antena.

Se encontraba en medio de su empresa, con más de la mitad del cuerpo fuera de la cabaña, cuando escuchó un segundo chillido. Pero en ésta ocasión, el ruido provenía del interior. Miró alarmada hacia la ventana al sentir que algo rozaba sus piernas, en ese preciso momento, el águila se antojó de emprender vuelo, y su violento batir de alas la hizo perder de nuevo el equilibrio.

Su rápido movimiento quebró la madera donde estaba sentada y su cuerpo salió proyectado al exterior. Gritó aterrada. La salvó de una muerte segura el hecho de estar bien sostenida del caño, pero el tubo parecía no soportar mucho tiempo su peso, se doblaba con lentitud, amenazando con despegarse y caer al suelo con ella. Además, el borde del vestido se le quedó engarzado en las astillas y se le subió al cuello. Debby estaba peligrosamente colgada de un débil caño y con la ropa interior expuesta. No sabía si sentir miedo o vergüenza.

Zack sintió un terrible estremecimiento al escuchar un grito desgarrado proveniente de la cabaña. Soltó las bolsas que tenía en las manos y corrió con la imagen de la imprevista visitante en su mente. Al llegar, quedó pasmado al ver un estilizado cuerpo colgar de un costado, enfundado en una diminuta ropa interior bordó que mostraba la generosidad de sus curvas.

El caño chirrió al despegarse de la madera. Los ojos de Debby se llenaron de terror al sentir que la fuerza de la gravedad la reclamaba. Gritó con fuerza, esperando sentir el duro golpe de las piedras. Para su sorpresa, no cayó en el suelo, sino encima de un cálido y acolchado cuerpo.

Zack había llegado a tiempo y evitó que ella se impactara contra las baldosas. Pero no pudo evitar caer él y torcerse el tobillo de forma dolorosa.

—Oh Dios, oh Dios... —repetía Debby, mientras se levantaba y se acomodaba los restos del vestido para tapar su desnudez.

—Por todos los demonios, ¿se volvió loca? ¿Qué hacía colgada de la ventana? —le preguntó Zack mientras soportaba el intenso dolor.

—¡Cumpliendo con sus absurdas explicaciones! —le gritó Debby temblando de ira y miedo.

Él la miró con los ojos muy abiertos antes de comenzar a levantarse con dificultad.

—¡Debería dejar las tareas complejas para gente realmente inteligente!

Ella quedó muda, lo observaba con incredulidad, con el rostro colorado y bañado en lágrimas. Al notar que sufría por el dolor en el tobillo y eso le impedía erguirse, fue invadida por una desagradable sensación de culpa. Se acercó a él para ayudarlo, pero Zack se lo impidió y le dirigió una dura mirada de advertencia.

—Déjeme hacer algo por usted —le rogó, aún llorando. Ese hombre la salvó de la muerte, tenía que buscar alguna forma de agradecerle.

—Vaya por las bolsas que me hizo tirar y déjeme en paz —le gruñó y se encaminó a la cabaña cojeando.

Debby se quedó ahí parada, llorando en silencio, sin comprender lo que había sucedido.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora