Después de un desayuno nutritivo, Debby se acicaló para salir al pueblo en busca de víveres. Esa mañana se sentía de buen humor, el sueño había sido reparador. Zack, en cambio, salió de la habitación con el rostro ajado por la irritación, cabizbajo y receloso. El poco tiempo que estuvieron juntos en la cocina la esquivaba como a la peste, pero no apartaba su mirada de ella.
Y no era para menos. La mujer se había levantado ese día con ganas de provocarlo. Se enfundó un vestido floreado que la cubría hasta la mitad del muslo, cuya suave tela se le cernía a las curvas de su cuerpo como una caricia. Notar el esfuerzo que hacía el hombre por apartar los ojos de sus piernas o del escote que dejaba la prenda, la divertía. Mirarlo lanzar un par de tostadas en el plato, servirse un poco de huevos revueltos en medio de gruñidos y llenar su taza de café sin ningún tipo de delicadeza, le dibujaba una sonrisa en los labios, que trataba de disimular manteniendo una postura arrogante.
Salió de la casa con el mentón en alto y al poner el auto en marcha, giró el rostro hacia la cabaña y lo vio en la ventana de la cocina, asomado por una rendija. La observaba con el ceño fruncido. Al darse cuenta que ella lo miraba, cerró con hostilidad.
A Debby la sonrisa se le ensanchó mientras tomaba la ruta Pedersen. Aquellas emociones eran novedosas para ella y no quería dejar de experimentarlas, mucho menos, sentirse culpable por ello. Ya no se reprendería por ser mujer.
Después de varios minutos de viaje, llegó al poblado turístico, y se detuvo cerca de los establecimientos de comida. Cuando ya había adquirido todo lo necesario para abastecerse, se dirigió a un café para descansar de la faena y pedir un teléfono con intención de comunicarse con su amiga Jimena.
—Eres una inconsciente, ¿cómo eres capaz de marcharte sin llevarte el teléfono móvil? —le reprochó la mujer apenas terminaron los saludos iníciales.
—Me dijiste que lo mejor era desconectarme de todo.
—Pero eso no me incluía a mí.
—Te llamo para que tengas noticias... y me digas cómo están las cosas por allá —expuso Debby con un deje de amargura en el pecho.
—Ni te imaginas, con tu partida estalló el problema. Adivina quién viajó de Houston para interceder en el conflicto —la pinchó Jimena con un tono burlón.
—¿Marian? —preguntó encogida por la sorpresa.
—Ella misma. Brian jamás imaginó que su madre, que te ha odiado toda la vida, haya venido para halarle las orejas.
—¿Marian se puso de mi parte? —consultó aún más impactada por la noticia.
—Si no hubiera sido testigo del hecho, jamás lo creería.
—¡¿Estuviste allí cuando ella llegó?! —exclamó casi a los gritos. Se giró apenada para verificar si alguien dentro del establecimiento, la había escuchado.
—Sí. Fue lo máximo. Él me ha acosado todos estos días para que le confiese dónde estás, pero no le he soltado nada. Lo que hice fue aprovechar la ocasión para decirle unas cuantas cosas en la cara, pero su mamá me superó —contó la mujer en medio de risas. Debby mantenía la boca abierta y la mirada helada fija en los azulejos de la pared.
—No puedo creerlo.
—Créelo, amiga. Y eso no es todo, Brian quiere reconocer a la niña.
—¡¿Ahora?! —Se encogió sobre el mesón donde estaba ubicado el teléfono y volvió a dar una mirada precavida a su alrededor. Uno de los mesoneros la observó como si tuviera la cabeza llena de pájaros y continuó su labor negando con la cabeza.
—Sí. Él dice que es lo mejor que puede hacer para arreglar la situación.
Debby se frotó el rostro con una mano. Sentía la mente saturada.
—¿Cómo si eso resolviera sus tres años de mentiras? —se quejó. Jimena emitió un bufido— ¿Y mi madre?
—Está bien, no oculta su emoción por lo sucedido. —Debby puso los ojos en blanco. Su madre siempre le había reprochado su matrimonio con Brian. Nunca confió en él—. Pero, cuéntame cómo estás. ¿Has tenido problemas en la cabaña?
El rostro de Debby cambió por completo. La confusión le arrugó la frente.
—No estaba deshabitada.
—¡¿Qué?!
—Un cuidador vive en ella.
—¿Un cuidador? Esa casa está sola desde hace dos años.
—No lo está. Hay un hombre viviendo allí. Dice que lo contrató la señora Kérrigan. —El silencio fluyó por unos segundos. Debby solo podía escuchar la pesada respiración de Jimena—. Se llama Zack y tiene un carácter de mil demonios.
—No sabía que alguien estuviera viviendo allí. —La voz de Jimena cambió de registro. Se notaba molesta.
—Lo imaginé. Sin embargo, dejó que me quedara, y a pesar de su mal genio, ha sido... atento. —Fue lo único que le confesó, no estaba de ánimo para contarle sobre su debilidad frente a él, ni sobre el apasionado beso que compartieron.
—Veré qué puedo averiguar. Tienes que mantenerme al tanto de todo. No dejes llamarme.
—Lo haré. —Una nueva sensación de amargura invadió a Debby, que controló con un profundo suspiro—. No le digas a Brian dónde estoy... menos mal que desaparecí, no hubiera soportado estar allí cuando Marian llegó.
—Ella ha preguntado mucho por ti. Por supuesto, no pienso decirle nada. Es lo mejor que has hecho. Mientras estés afuera las cosas tomaran su rumbo. No regreses hasta que yo te avise.
—¿Y el negocio?
—De eso me encargo yo. No te preocupes por nada. Ahora, solo ocúpate en descansar y en olvidar. El problema que tiene Brian no te incumbe. Él cometió el error, que él solo lo resuelva y te deje a ti en paz.
Debby hacía un esfuerzo por asimilar esas palabras. Aunque el dolor por la traición la golpeó con fuerza, hubiera preferido enfrentar su fracaso en persona. Pero lo que le había aconsejado su amiga tenía mucho sentido. Ya había soportado tres años de mentiras, de rechazos y reproches. Siempre fue la mártir, que a pesar de su humillación se mantuvo al lado de su marido asumiendo su puesto, recibiendo parte de los golpes que iban dirigidos a él.
Ahora, que él mismo decidió darle fin a esa historia, debía dejarlo que resolviera el problema por su cuenta. Si ella no era nadie para él, no tenía por qué acompañarlo en ese nuevo trance.
—Regresaré a la cabaña. En un par de días te llamo de nuevo.
—No dejes de hacerlo —le pidió en tono de advertencia—. Yo te informaré de los nuevos avances.
Cortó la llamada sin más despedidas y en medio de un suspiro regresó a su vehículo.
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Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)
RomanceDeborah Adams, al huír de su casa por una traición de su marido, se refugia en una cabaña, descubriendo que no estaba tan abandonada como le habían asegurado. Adentro, encuentra a un hombre atractivo pero de muy mal caracter, que no piensa dejar su...