Capítulo 35.

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Abrió la puerta con suavidad. Las manos le temblaban. Alzó el rostro y lo miró sentado tras una amplia mesa. No lo veía desde hacía pocas semanas, pero se notaba distinto. Los cabellos rubios los tenía más largos, mechones desordenados le caían en la frente y el cuello. Aquello era extraño en Brian, siempre fue un hombre pulcro y de apariencia cuidada. Sus ojos azules brillaban de pena, las manos las tenía entrelazadas sobre la mesa, algo pálidas y huesudas. No portaba sus habituales trajes de saco y corbata. La camisa de manga corta que llevaba puesta, estaba arrugada.

—Debby, me alegra saber qué estás bien —dijo, con una sonrisa insegura.

Ella se irguió y se alisó la blusa. Sus palabras le afloraron la rabia.

—¿Te alegra? Me lanzaste a los tiburones sin compasión para salvarte el pellejo, y ahora, dices que te alivia verme bien.

Él hizo una mueca de disgusto y pasó una mano por sus cabellos.

—No fue para salvarme el pellejo. Lo que me hicieran a mí era lo de menos.

—Fue por tu hija, ¿cierto? —Él asintió en silencio. Su actitud la llenó más de cólera. Cerró de un portazo y se acercó a él en dos zancadas, hasta apoyar las manos en el mesón—. ¿Por qué no hiciste lo mismo por tu hijo? Mi bebé también merecía un sacrificio de su padre. ¿Él no significó nada para ti?

—Claro que sí. Hice todo lo que estuvo a mi alcance por protegerlos, ¡a ambos! —respondió Brian alzando la voz y dando un golpe a la mesa.

—¡Eres un mentiroso!

Brian se levantó de la mesa, dejó las manos apoyadas en el mesón y se inclinó hacia ella para hablarle con más calma.

—Lo único que ellos querían, era que desistiera de mi intención de dejar la organización. Lo hice cuando supe de tu estado, me casé contigo e intenté que formáramos una familia normal, pero Jimena se sintió engañada. Por eso, hizo lo que hizo. —Brian volvió a sentarse en la silla, abatido. En su rostro se reflejaba el gran peso que sentía su alma—. Después de eso, no supe qué más hacer. Silvia regresó a mi vida y yo... simplemente, la necesitaba.

Los ojos de Debby se empañaron, pero levantó el mentón para no derrumbarse frente a él.

—Yo también te necesité.

Brian ancló la cabeza entre las manos y se aferró a sus cabellos.

—Lo sé. Lamento no haber podido hacer nada. Con ella me sentía bien y tú... esperaba que te alejaras y salieras de todo este asunto. —Una sonrisa desganada se le dibujó en el rostro. Debby achicó los ojos y lo fulminó con la mirada. La sangre le hervía en las venas—. Te empeñabas en recuperar nuestro matrimonio y me hacías las cosas más difíciles.

—¿Te hacía las cosas más difíciles? ¿Y cómo crees que la pasaba yo?

—Debby...

—Eres un miserable, Brian. Un... anormal —le escupió, al recordar la manera en que Allan lo definía.

—Tienes derecho a decirme lo que quieras —aceptó Brian y la miró con unos ojos cargados de arrepentimiento.

—Claro que tengo derecho. Por tu culpa, yo pasé los peores cuatro años de mi vida, estuvieron a punto de asesinarme, ¡dos veces! Perdí a mi hijo y la posibilidad de tener otro. Fui humillada, perseguida y acosada. Y todo ¿para qué?

Se quedó inmóvil frente a él, temblaba de ira.

—No pude salvar a nuestro hijo, sufrí mucho cuando lo perdimos. Tenía que hacer todo lo necesario para salvar a mi hija. —Él apoyó las manos en el mesón y transformó el rostro para mostrarle una férrea determinación—. De verdad lo siento, Deborah. Hubiera preferido no haberte incluido nunca en este asunto, pero las decisiones que tomé tuvieron su razón de ser. Solo te pido que tu venganza la dirijas solo hacia mí. No incluyas a mi niña en este problema.

Debby emitió un bufido y se alejó de él un paso. Los ojos los tenía abiertos como platos. No podía creer lo que escuchaba.

—No soy como tú. No tengo necesidad de escudarme en una niña ni en ningún otro ser humano para resolver mis problemas. —Dio media vuelta y se dirigió a la puerta, pero se detuvo antes de girar el pomo—. Lo lamento por tu hija, ella merece un padre mejor. —Giró el rostro hacia él y lo observó con rencor—. Espero te pudras en la cárcel —asestó antes de marcharse.

Al salir al pasillo respiró hondo. Vio a Allan parado a varios metros, con la espalda apoyada en la pared y las manos en los bolsillos. Se acercó a él mientras sosegaba la furia que le había quedado en el cuerpo después de la conversación con Brian.

—¿Y? —quiso saber. Ella pudo notar su incomodidad. Le sacó las manos de los bolsillos y se abrazó a su cintura.

—Mañana mismo quiero poner una demanda de divorcio. ¿Conoces a algún abogado que pueda asesorarme?

Él la envolvió en un fuerte abrazo y le besó la mejilla.

—Lo haremos pedazos.

Ella sonrió y se aferró más a él. Entre esos brazos sentía una paz reconfortante, una seguridad nunca antes sentida. Sabía que podía confiar en él, en la sinceridad de sus caricias. Aunque la vida le robara la risa, ahora tenía un lugar donde recuperarla.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora