Capítulo 18.

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—Cálmate, Deborah. ¡Soy yo! —le repetía Zack. Debby se batía entre sus brazos, trataba de gritar, pero él le tenía la boca tapada—. ¡Deborah, tranquila, no te hare daño!

Cuando comenzó a perder fuerzas, dejó de luchar. El llanto se le desató, la liberaba del terror que tenía atragantado.

—Cálmate. Soy yo. Todo está bien —le insistía el hombre mientras la abrazaba y le besaba la cabeza a la espera de que sus espasmos cesaran.

—Zack... Zack... —expresaba ella en medio de gimoteos. Se aferró a su cintura y hundió el rostro en su pecho para terminar de expulsar la angustia.

Él esperó paciente hasta que percibió que ella dejaba de temblar. Luego la agarró por la cabeza para despegarle el rostro de su pecho. Tenía la cara hinchada y pálida, aún las lágrimas le corrían por las mejillas.

—¿Te hicieron algo? ¿Dónde estabas?

Debby negó con la cabeza, nerviosa.

—En el lago... yo... yo... tenía una pistola.

—¿Tú?

—No. Él.

—¿Quién? —Zack empezaba a desesperarse. Entendía su estado, pero necesitaba respuestas.

—Bradley. —La confesión de ella lo hizo endurecer el rostro—. Y dijo... y dijo...

Al notar que el llanto la dominaría de nuevo, le frotó los brazos y le besó la frente con ternura.

—Tranquila, corazón. Tienes que calmarte. ¿Cómo sabes que tenía una pistola?

—Lo vi... lo vi... te busca. Quiere matarte.

Zack apretó el ceño y la abrazó con fuerza. Debby hacía un esfuerzo por controlar a su organismo, pero los nervios la descontrolaron.

La llevó a su habitación sin apartarse de ella. Se acostaron juntos. La cabeza de Debby reposaba en su pecho y sus brazos lo apresaban para no dejarlo ir. Un rato después, ella estaba más tranquila y había podido narrarle a Zack, con detalle, lo sucedido.

—¿Éstas segura que no te vio?

—Sí —aseveró. Él bajó los pies para apoyarlos en el suelo. Tenía las botas deportivas y el ruedo del pantalón manchados de lodo—. Pensé que no estabas en casa, por eso salí a dar un paseo por el lago.

—No estaba. Salí temprano al resort donde trabajo para hablar con mi jefe y justificar mis faltas. Debí avisarte.

—¿No estabas en la casa? —La noticia alarmó a Debby. Zack comenzó a incorporarse con suavidad. Ella también buscó sentarse en la cama.

—No. Al llegar vi el desorden en la sala y pensé que te había sucedido algo. Te busqué por todos lados. Estaba en el ático cuando llegaste —informó mientras sacaba del bolsillo de su pantalón el teléfono móvil.

Debby se quedó en silencio. Analizaba lo ocurrido. Ella había dejado todas las ventanas abiertas, pero Bradley las había encontrado cerradas y escuchó ruidos. Si Zack no estaba, solo quedaba una posibilidad... El problema era que esa suposición no era lógica y podía hacerla quedar como una loca.

Se sintió agotada. Cruzó las piernas sobre el colchón y apoyó los codos en las rodillas para anchar la cabeza entre las manos. No solo estaba siendo superada por la situación con su marido, sino que también estaba perdiendo la batalla allí. Eran demasiados los secretos que se escondían en esa casa.

—¿Estás bien? —Zack se acercó a ella y le acarició un brazo. Debby alzó el rostro y al notar su mirada llena de preocupación y nostalgia, sintió un cosquilleo en el vientre.

—Quizás... debería marcharme. —Él quedó inmóvil, ella no podía determinar el tipo de emociones que se reflejaban en su mirada. Por momentos parecía aliviado, pero en otros, acongojado o a punto de gritarle a la cara alguna ofensa—. El problema es... que no tengo a donde ir.

Sus palabras eran ciertas. No podía regresar a su casa. Su esposo le había pedido que se fuera. Tampoco quería terminar con su madre, ella la llenaría de reproches y advertencias que la volverían más loca. No podía llegar a la casa de Jimena, eso le ocasionaría a su amiga un problema con su esposo. Era suficiente una divorciada en la sociedad, dos, no se soportarían.

—Puedes quedarte aquí. Te juro que estaremos bien.

Debby no respondió, se quedó hundida en su mirada. Estaba ansiosa por llegar al fondo de su alma. Conocerlo y conquistarlo.

Zack le acarició el rostro. Se mordía los labios para no decirle todo lo que ansiaba.

—Quédate... —fue lo único que pudo susurrarle. Sus bocas se fundieron en un beso que les despertó a ambos decenas de emociones. Él lo intensificó mientras se acercaba más a ella, para abrazarla, pero el sonido de su teléfono móvil le devolvió la cordura.

Retrocedió cómo si se alejara de brazas ardientes. Se aclaró la garganta y se dedicó a revisar el mensaje de texto que le había llegado.

Debby quedó en la cama. Pasmada. Le dolía que él la ignorara con tanta facilidad.

—Voy a... avisar lo ocurrido a la policía —informó el hombre, al tiempo que se levantaba de la cama. Debby se apresuró a seguirlo.

—¿Te vas?

—No. Hablaré por teléfono en la terraza.

Él comenzó a caminar en dirección a la puerta principal. Ella corrió y lo detuvo en el pasillo de las habitaciones.

—Zack.

La cercanía de la mujer lo doblegaba. Se giró hacia ella, la tomó por la nuca y la besó con ardor. Como si la vida se le fuera en ese contacto. Al quedar sin aire, interrumpió el beso y apoyó su frente en la de ella. Abrió la boca para decirle algo, pero se arrepintió. Volvió a alejarse de forma brusca y al salir de la cabaña, cerró la puerta con furia.

Ella afirmó la espalda en la pared y respiró hondo para recuperar la lucidez. Los besos de Zack la desarmaban por completo. Segundos después, se dirigió abatida hacia la sala y miró el desorden con desánimo.

Encendió el televisor para evitar que el silencio la atormentara con recuerdos o temores y se sentó en el sillón. A los pocos minutos, la voz de un periodista le heló la sangre.

—El hombre fue hallado sin vida en la vía Pedersen. El cuerpo se encontraba fuera de su vehículo, abandonado a varios metros de distancia. —Con los ojos desorbitados, observó en la pantalla la imagen de una manta blanca estirada sobre el lodo, que ocultaba algo—. Estaba cubierto de sangre, la policía aún desconoce el móvil del delito. Los oficiales están interrogando a varios testigos del hecho.

El caos reinaba en el lugar. Debby se acercó al televisor para observar mejor los hechos.

—Según la identificación hallada en su ropa, el sujeto respondía al nombre de Bradley Joseph Donovan Laus. —Ahogó un grito de sorpresa al taparse la boca con ambas manos. Los ojos casi se le salieron de las órbitas—. Se presume que después de estrellar su auto contra un árbol salió del mismo y consiguió la muerte a pocos metros, cayendo sin vida sobre el lodo...

No pudo escuchar más. Sus oídos se sellaron por el aumento de la adrenalina en su sangre. Zack había llegado a la casa con los zapatos y el pantalón llenos de lodo. Podría haber sido él quien asesinara a Bradley.

Se giró para salir a toda prisa de la cabaña, pero tropezó con Zack que estaba inmóvil tras ella, con el cuerpo tenso, los puños cerrados y la mirada amenazante.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora