La tarde caía y la cabaña se mantenía en una silenciosa calma. Debby, cansada por la limpieza realizada en el exterior, se sentó agotada en uno de los sillones de la sala de estar mientras hacía zapping en el televisor. La señal era mucho más nítida, pero no se sentía atraída por ninguna programación, lo hacía para distraerse y no seguir arañando los recuerdos.
Zack seguía encerrado en su habitación, recostado en la cama con el tobillo herido sobre almohadones. Salía en pocas ocasiones, para buscar comida o algo de beber. Cuando lo hacía, la miraba de forma extraña y rápidamente regresaba a su escondite. No volvieron a cruzar ningún tipo de palabra desde su conversación de la mañana, Debby lo prefería así, cada vez que lo veía no podía evitar sentir un cosquilleo en el vientre, ansiosa por sentir de nuevo sus labios, su lengua hambrienta y sus poderosos brazos alrededor de su cuerpo.
Suspiró hondo con la mirada fija en el noticiero. Pretendía desviar la atención de sus preocupaciones viendo las tragedias ajenas. De esa manera dejaba de sentir lástima por sí misma para hacerlo por otros.
Sin embargo, la chimenea llamaba su atención. Se sentía atraída por dirigir la mirada hacia esa zona de la habitación.
Rendida ante el impulso de su subconsciente, giró el rostro a la construcción de piedra natural. Sobre el hueco del hogar estaba atornillado un grueso tablón que servía de repisa, donde reposaba la figura de un león de cerámica y un aeroplano fabricado en madera de balsa y plástico. Repasó toda la obra, para hallar algo fuera de lugar. Su ceño se arrugó al notar que entre los restos de troncos se asomaba un pedazo de papel.
Dejó el control del televisor sobre el sillón y se acercó sin apartar la mirada del objeto. Al tomarlo, se fijó que se trataba de una fotografía. La imagen estaba decolorada por el tiempo y salpicada con algunas manchas oscuras.
Comenzó a observar confusa los alrededores, había limpiado esa zona en dos oportunidades, sin haber divisado ese objeto. Su mirada se detuvo en el florido cuadro ubicado sobre la chimenea, que durante la mañana había caído al suelo y se despegó del marco. Pensaba que quizás, de allí había salido la fotografía.
Se dirigió de nuevo al sillón mientras detallaba la imagen del niño que aparecía retratado. Tendría unos ocho o diez años, vestía formal, con traje oscuro, pero su postura parecía rígida y su rostro reflejaba una pena insondable. Estaba sentado sobre un columpio, dando la impresión de haber sido obligado a ubicarse en ese sitio. A su lado, se hallaba otro balancín vacío. No obstante, Debby podía notar algo extraño.
Sobre el segundo columpio se podía distinguir una sombra, pero por la mala calidad de la fotografía era imposible afirmar algo. Pasó el dedo pulgar por el área y la acercó a su cara para detallarla. Mientras más la evaluaba, la figura se revelaba. Casi podía jurar que era la silueta de otro niño, parecido al que estaba a su lado, con los ojos fijos en la cámara de fotos.
—¿Otro más?
La pregunta de Zack la sobresaltó y le congeló la sangre. Por instinto ocultó la fotografía de él, guardándola en el bolsillo de su pantalón deportivo.
—¿Cuántos accidentes tendrán que suceder para que la gente entienda que no deben beber al manejar?
El hombre avanzó cojeando hasta el sillón y se sentó a su lado con una mueca de dolor en el rostro. Ella observó el televisor y al ver que una periodista cubría la escena de un accidente de tráfico, comprendió sus quejas y se sintió aliviada. No sabía por qué no le gustaba que la hubiera descubierto con la fotografía.
—El alcohol es más poderoso que la cordura —masculló, para evitar que él notara su turbación.
—¿Estás bien? —inquirió con la mirada fija en ella.
Su pregunta la descolocó. Titubeó por un momento paseando la mirada del televisor a él, antes de darle una respuesta.
—Sí... cansada... por la limpieza.
Él respiró hondo e intentó mantener su atención en el noticiero, ella lo imitó, pero de reojo hacía un esfuerzo por mirarlo. Su presencia la inquietaba.
—Tu amiga... ¿es cercana a los Kerrigan?
Las cejas de Debby se arquearon.
—Supongo.
—Me encargaron cuidar de la casa. Necesito saber si llegarán más visitantes.
—Le aseguro que nadie más vendrá.
Ella lo observó con detenimiento. El rostro de Zack estaba endurecido, algo lo molestaba. Al sentir su escrutinio, él se giró hacia ella. Ambos quedaron absorbidos por la mirada del otro.
Debby se sintió hipnotizada. En el televisor comenzaron a trasmitir las imágenes de una noche estrellada, restándole iluminación a la habitación. La atmosfera alrededor de ellos se volvió más íntima. Zack levantó su mano y cubrió con los dedos su mentón para atraerla hacia él.
Ella, al sentir de nuevo el contacto de sus labios y el alboroto de las hormonas en el vientre, apoyó las manos en su pecho y comenzó a acariciarlo. El beso se profundizó, pero Zack lo detuvo alejándose de ella de forma imprevista, como si su boca le quemara.
—Maldita sea —murmuró y se incorporó de nuevo frente al televisor.
Ella quedó abrumada. Miraba su postura enfurecida con los ojos abiertos como platos mientras ralentizaba su respiración.
Una punzante sensación de amargura le apresó el pecho. No quería volver a sufrir un rechazo, pero su estupidez la hacía vulnerable.
—No comprendo qué me pasa con usted. —Él se paró del sillón. Apretó la mandíbula al apoyar el tobillo lastimado en el suelo—. Su presencia me vuelve un imbécil —se quejó y se marchó lo más rápido que pudo a su habitación.
Ella quedó de piedra. Sus palabras provocaron un oleaje de sentimientos que le brotaron una tímida sonrisa. Apretó las piernas al notar cómo se había humedecido su zona intima y se cubrió con un brazo los pezones endurecidos.
Una risa tonta salió de sus labios y sus ojos se humedecieron. Agradeció estar sola mientras su cuerpo experimentaba una infantil reacción de alegría. Saber que aún era capaz de atraer a un hombre la conmovía y le generaba cierto bienestar.
Dirigió la mirada hacia el pasillo de las habitaciones manteniendo la sonrisa. Zack no debía imaginar lo que lograba en ella. Ese era un punto a su favor.
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Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)
RomanceDeborah Adams, al huír de su casa por una traición de su marido, se refugia en una cabaña, descubriendo que no estaba tan abandonada como le habían asegurado. Adentro, encuentra a un hombre atractivo pero de muy mal caracter, que no piensa dejar su...