Capítulo 20.

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La llave entró sin inconvenientes y abrió la puerta con suavidad. Debby sentía el corazón en la boca, pero la expectativa era más fuerte que su miedo. Le era imprescindible comprender lo que allí sucedía.

Al entrar, miró estupefacta la habitación. Estaba muy sucia, llena de polvo y telarañas, pero ordenada. Los hilos de luz que se escurrían por la gruesa cortina hacían brillar las motas de polvo que volaban. Eso le aportaba misticismo al lugar, que seguramente, no había sido visitado en años.

Pasó el interruptor de la luz y pudo observar con detalle los objetos. Era una habitación infantil, cuyas paredes estaban pintadas representando un cielo, con nubes, un gran sol y pájaros. Muchos pájaros.

En el centro había un ventanal con una mesa de tres gavetas bajo ella y a los lados, dos camas individuales, vestidas con gruesos edredones azules. Del lado derecho se hallaba un ropero de madera de tres puertas, cerrado, y a la izquierda un estante que ocupaba toda la pared, repleto de juguetes, libros y otros adornos.

—¿Qué haces aquí?

Pegó un salto al escuchar tras ella la voz de Zack.

—Yo... yo...

—¿Cómo entraste? —Él tenía el cuerpo tenso. No la miraba a ella, sino a la habitación.

—Encontré una llave en el ático. Es el único lugar que me falta por limpiar. Necesitaba algo con qué distraerme. —Con esa excusa esperaba salir del aprieto, pero al ver que Zack no le prestaba atención sino que repasaba con nostalgia la habitación, se sintió aliviada. El lugar ejercía un efecto en él.

Debby comenzó a caminar por el cuarto para detallar los objetos y hallar pistas.

—Es hermosa... a pesar de la suciedad —dijo girando de vez en cuando el rostro hacía él. Lo veía inmóvil, aún parado en la puerta. Evaluaba cada espacio con los ojos brillantes.

Al acercarse a las camas, ella casi pega un grito de asombro. Disimuló su impresión lo mejor que pudo. La beneficiaba que Zack no estuviera pendiente de su escrutinio.

En el cabecero de madera de las camas estaban grabados los nombres de los dueños de la habitación: Zack y Allan.

—¿Sabes quiénes son? —preguntó pasando su dedo por las letras de Zack que poco se notaban. Él tardo un minuto en responder, tenía la vista perdida entre los juguetes del estante.

—Los hijos de Kerrigan.

La emoción la embargó, parecía estar encontrando las piezas faltantes del rompecabezas.

—¿No era uno? —indagó. Debía aprovechar que él voluntariamente le daba respuestas— Jimena me había dicho que hace dos años murió el hijo de Kerrigan.

Él dirigió una dura mirada hacia ella. Eso la intimidó, pero no podía detenerse. Volvió a frotar su dedo en las letras del nombre con fingida inocencia.

—Eran dos... y uno se llamaba Zack. Como tú —le dijo mirándolo a los ojos— ¿Sabes que encontré algunas fotos en el ático? —Se giró hacia el estante para darle la espalda mientras observaba los juguetes de la repisa—. Eran de un niño, quizás, del que había quedado vivo. Se parecía mucho a ti.

El silencio le erizaba la piel. Estaba desesperada. Tenía que encontrar una manera de obligarlo a hablar.

—¿Los conociste? —lo aguijoneó. Estaba convencida de que él le daría alguna respuesta. Por absurda que fuera.

Pero la reacción de Zack fue completamente contraria a cómo imaginó. De pronto, él estaba tras su espalda. Muy cerca. No sabía en qué momento se había acercado. Sus manos le rodearon la cintura y comenzaron a acariciarla con sutileza. Él hundió el rostro en sus cabellos para besarle la nuca. Ella se estremeció.

—Dicen que la verdad nos hace libres, pero hay ocasiones en que eso no sucede —susurró en su oreja, para luego chuparle el lóbulo—. Si quieres saber más, tendrás que quedarte. —Debby gimió cuando sus manos subieron por su vientre hasta llegar a sus pechos. Cerró los ojos y se apoyó en él. Extasiada—. No podré dejarte ir. Serás mía hasta que yo también aclare mis dudas.

Él le inclinó el torso para pegarla del estante. Ella se agarró de las maderas, dejándole el trasero expuesto para que el hombre se frotara en él. Lo sentía duro. Ardiente.

—¿Lo quieres? —Ella no podía hablar, ni moverse. Estaba atónita y excitada. Zack le acariciaba los senos, el vientre y sus partes íntimas con una dulzura que la embriagaba— ¿Te quedarás conmigo?

La respiración se le incrementó, así como el calor del cuerpo. Sabía que Zack le jugaba sucio, pero no podía negar que le gustaba.

—Toma una decisión, Deborah. Esperaré tu respuesta.

Se alejó de ella y se retiró de la habitación sin apuro. Debby cerró los puños e hizo un gran esfuerzo por mantener la calma. La curiosidad, el deseo y la furia le corrían por las venas.

No quería que jugaran de nuevo con ella, no estaba dispuesta a sufrir más humillaciones. Quería respuesta y por Dios que se las sacaría a Zack de alguna manera.

Se incorporó y respiró hondo mientras sacudía el polvo de sus manos y se alisaba la camisa y los cabellos. Se dio media vuelta y salió de la habitación, asegurándose de apagar la luz y cerrar la puerta.

Lo siguió, con el brillo de la determinación en la mirada.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora