Capítulo 34.

2.4K 160 11
                                    

Pasado el medio día, Debby salió de la habitación donde la habían interrogado y se sentó con rigidez sobre una endeble silla de aluminio en el pasillo del primer piso de la Oficina de División de la DEA en Minnesota. La interrogaron durante horas, tanto por su visita a la cabaña como por su vida de casada con Brian. Él era uno de los sospechosos en la red de narcotráfico que perseguían. Lo peor era que esa no sería la última vez que tendría que presentarse ante la ley. Hasta que no resolvieran aquel caso podrían solicitar su presencia en otras oportunidades.

—No me dijiste que Shepard era en realidad un agente especial de la DEA —le reclamó a Allan, que se había sentado a su lado y tomó sus manos entre las suyas.

—Tú me dijiste que Jhon Kerrigan te había alquilado la casa, así que, estamos a mano —respondió él con una sonrisa traviesa. Ella lo fulminó con una mirada de pocos amigos, pero después se sentó derecha en la silla y observó desganada a la cantidad de personas que caminaban de un lugar a otro en aquella abarrotada oficina.

—¿Cuánto falta para irnos?

—No sé. Shepard me dijo que esperara un poco. —Allan la miró con cierto deje de tristeza—. ¿Regresarás conmigo a la cabaña?

Debby desvió el rostro para ocultarle su desazón.

—No quiero regresar a la casa de Brian, allá está su madre, pero tengo que recoger mis cosas y buscar otro sitio donde vivir. —Se giró hacia él con los ojos llenos de expectativas—. ¿Puedes... quedarte aquí un par de días? —Allan arqueó las cejas— Luego... regresaríamos, juntos.

Él pareció respirar de nuevo. Pasó un brazo por detrás de su cuello y la envolvió en un abrazo. Le estampó un firme beso en los labios y dejó su frente apoyada en ella.

—Me quedaré contigo el tiempo que sea necesario —le aseguró y la aferró más a él, pero la voz de Shepard lo sacó de su idilio.

—Allan, ven un momento. —Él lo traspasó con la mirada. El oficial puso los ojos en blanco desde la puerta de la oficina donde minutos antes habían interrogado a Debby—. Vamos, hombre, será un par de minutos.

Con evidente incomodidad, Allan se levantó para acudir a su llamado. Ella se quedó sola e inquieta. Quería marcharse cuanto antes de ese lugar.

Una acalorada discusión en el pasillo de entrada le erizó la piel. Se levantó de la silla y se pegó a la pared tratando de aparentar calma.

—Esta es una completa falta de respeto. No tienen idea lo que hacen, ¡ni con quien se meten! —vociferaba Jimena mientras caminaba escoltada por dos gigantes oficiales—. Les va a salir caro este abuso, quiero saber quién está al mando. ¡Ahora!

Todos en la oficina la miraban con curiosidad. Los dos sujetos que la acompañaban parecían imperturbables a sus reclamos. Debby, sin embargo, comenzó a ponerse nerviosa. Cruzó los brazos en el pecho para evitar mostrar su inquietud.

Al verla, Jimena silenció sus quejas y la observó con el rostro debatiéndose en un mar de emociones.

—Deborah, ¿qué haces aquí? —Debby no decía nada, solo la miraba fijamente— ¿Tienes algo que ver en esto? —Emitió un bufido ruidoso con evidente tono de burla—. Espero que no sea así, Deborah. Quiero imaginar que tienes un poco de inteligencia es esa cabeza hueca.

No supo qué responderle, una amarga sensación de impotencia la invadió. Ansiaba decirle un millón de ofensas, exigirle una explicación por los años de mentiras y manipulaciones, pero la rabia le tenía la boca sellada. Su ira se sosegó al ver cómo Jimena quedaba pasmada en medio del pasillo. Los hombres que estaban con ella también se detuvieron para verificar lo que le ocurría. La mujer empalideció, los ojos y boca los tenía abiertos en su máxima expresión.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora