Capítulo 29.

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Horas después, Debby pasaba de una habitación a otra con las manos colmadas de ropa. Tras ella iba Allan, tenía los brazos tan cargados que tuvo que desviar un poco la pila para ver por dónde caminaba.

—No puedo creer que todo esto haya entrado en una sola maleta —se quejó mientras lanzaba lo que tenía sobre la cama.

—¡Allan! Sé más cuidadoso —lo reprendió y evitó mostrarle su diversión. Él puso los ojos en blanco y en medio de gruñidos, salió en busca de los zapatos.

Al estar sola dejó libre la sonrisa. Se mudaba de habitación. Ahora ocuparía la misma que Allan. Ese pequeño detalle la llenaba de dicha.

Él entró cargado de zapatos y estuvo a punto de dejarlos caer al suelo cuando ella se giró y lo señaló con un dedo acusador.

—No te atrevas —advirtió. Allan comenzó a colocar los pares con una delicadeza exagerada en el suelo. Debby estalló en risas. Se detuvo cuando de forma imprevista él la abrazó y la pegó a su cuerpo.

—¿Terminamos, generala?

—Tengo que ordenar todo.

—Déjalo así. Lo lanzamos al piso cuando hagamos el amor —dijo, besándole el cuello y frotándose contra su cuerpo.

—¿Cómo vas a lanzar mi ropa al suelo? No lo permitiré —expresó ella. Trató de sonar autoritaria, pero la risa y los gemidos no la ayudaban a lograr el tono preciso.

—Entonces, hagamos el amor en el suelo y deja la maldita ropa en la cama.

Ella reía, pero de pronto, se sintió flotando en el aire y eso la obligó a abrazarse al cuello de él. Allan la había levantado y la llevaba al baño.

—¿Qué haces?

—Quiero bañarme antes de reunirme con Shepard.

—¿Y por qué me llevas?

—Necesito que me enjabones la espalda.

Debby no paraba de reír. Allan la bajó y con agilidad la desvistió al tiempo que la besaba y acariciaba. Ella también ayudó a que la labor terminara pronto y le quitó la ropa sin delicadeza.

Al tenerlo desnudo se apartó para mirarlo. Él estaba ansioso por tenerla, pero le encantaba que ella lo deseara y se deleitara con su cuerpo. Debby posó las manos en su pecho y lo recorrió, esta vez, sin apuro. Le parecía perfecto con su piel dorada y su cuerpo delgado y definido. Siguió hasta llegar a su abdomen y le acarició el borde de vellos que le bajaba del ombligo a su zona fogosa. Allan gimió al sentir como las suaves manos le cubrían el miembro y lo frotaban para endurecerlo aún más.

—¿Vamos a la ducha?

—¿Qué ducha? —preguntó él. Debby sonrió, al levantar el rostro lo vio con los ojos adormilados y los labios entreabiertos. Disfrutaba de sus atenciones. Su pecho se expandía y comprimía con lentitud.

Se puso en puntillas para alcanzar su boca y consentirlo con decenas de besos. Allan la tomó por los hombros y la empujó al interior de la ducha. La abrazó con una mano, y con la otra, nivelaba la temperatura del agua. Ella continuaba atendiendo su virilidad. Lo frotaba y apretaba, y con el pulgar, le acariciaba la piel sensible del glande.

Allan estaba a punto de enloquecer. Bajo el chorro de agua tibia intensificó el beso. Sus manos le recorrieron la espalda hasta llegar a las nalgas. Las apretó y la alzó para apoyarla contra la pared. La sentía como una delicada pluma, el deseo le aportaba la fortaleza necesaria para manejarla sin inconvenientes.

Debby tuvo que soltarlo y aferrarse a su cuello. Abrió las piernas y le rodeó la cintura. Jadeaba mientras él le mordía el cuello y se incorporaba para sostenerla con firmeza de los muslos y penetrarla. Allan bajó la boca hasta los senos y absorbió uno de sus pezones al tiempo que su miembro se hundía en ella.

Debby gritó de placer por aquella embestida profunda. Hundió los dedos en sus cabellos y le empujó la cabeza a su pecho para que él no dejara de sorberle los pezones. Le costaba respirar. Los gemidos la ahogaban.

Allan la penetraba con energía y su lengua jugueteaba con la punta endurecida de sus senos. Ella sollozaba su nombre envuelta en una nube de placer. Se sintió desfallecer, al estallar en miles de pedazos. Le arañó los hombros, con el cuerpo estremecido por el orgasmo. Quedó sin fuerzas y hundió el rostro en su cuello vencida por la convulsión.

Al recuperar el aliento, él salió de ella y la colocó en el suelo. La ubicó bajo la lluvia de agua tibia y se ocupó de su aseo. Al culminar, ella se encargó de él, hasta que finalmente salieron envueltos en toallas.

La sentó en la banqueta de la cómoda y se ubicó tras ella sentado en el borde de la cama para peinarle los cabellos.

—¿Qué haremos? —preguntó Debby mientras se frotaba las piernas con una crema aromática.

—Me reuniré con Shepard para conversar sobre nuestros próximos pasos. Yo, lamentablemente, dependo de la policía. Después de la muerte de Bradley están alertas y me han impuesto más limitaciones. —Allan terminó de peinarla, dejó el cepillo en la cama y empujó la banqueta hacia él para apoyar la espalda de Debby en su pecho y abrazarla con facilidad—. Con la aparición de Jimena las cosas serán diferentes.

Ella dejó la crema a un lado y le acarició los brazos.

—¿Por qué?

—Jimena forma parte del grupo que ha tapado con trampas los delitos de los senadores que financian la red de narcotráfico. Si destruyen a esa agrupación, los senadores quedarán vulnerables, así tendrán mayores posibilidades de desmantelar la red.

—¿Y qué tenemos que ver nosotros en eso?

Allan la abrazó con más fuerza.

—La policía busca una excusa para involucrar a esos sujetos en algún problema, meterlos presos y justificar una investigación directa. Nosotros les estamos dando esa excusa.

Debby se incorporó y salió de su abrazo para girarse y mirarlo a los ojos.

—¿Cuál excusa?

—El problema que necesitan. Si ellos volvieron a este lugar, es porque están buscando algo. La policía espera que cometan un error para atraparlos, por eso los vigilan de cerca. Quizás te utilizan para lograr su fin.

—¿A mí?

Él le acarició el rostro con ternura y la miró con ojos brillantes.

—James y Bradley vinieron a Lutsen para entrar en la cabaña, no sabemos con qué intención. Si Jimena se llegó hasta aquí, tal vez, es por lo mismo. La policia necesita saber por qué ahora, después de dos años, regresan. Ellos sospechan que Jimena te envió con una finalidad y aunque les he explicado los motivos por los que estás aquí, siguen desconfiando.

Debby amplió los ojos y su rostro comenzó a ponerse pálido. Allan le acarició ambas mejillas y le habló con mucha calma.

—No te preocupes, a ti no te sucederá nada. Créeme que aquí estamos seguros. Solo tenemos que esperar que la policía mueva sus piezas y los atrapen. Luego, nos iremos a cualquier otro lugar. Dejaré que tú decidas el destino.

Él la besó con ansiedad y ella se lo permitió, sin evitar que una sensación de angustia se le clavara en el pecho. A él lo asesinaron para alejarlo de esa investigación, Debby sabía que serían capaces de cualquier cosa, sobre todo, con ella.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora