A la mañana siguiente, Debby salió de la habitación con una inmensa sonrisa en los labios. Aún llevaba la ropa de Allan. Le gustaba, y a él también. Lo dejó afeitándose mientras ella se disponía a preparar el desayuno.
Antes se encargó de descorrer las cortinas y abrir todas las ventanas. La brisa marina inundaba el hogar y lo impregnaba de frescura. Se dirigió a la cocina y sacó los implementos necesarios para elaborar tostadas de queso. Estaba a punto de conectar el aparato que calentaría los panes cuando escuchó que una puerta se abría con suavidad. Sonrió pensando que sería Allan, pero al ver que él no aparecía se asomó en el pasillo.
El corazón le dio un vuelco al ver la puerta de la habitación de los hermanos Kerrigan abierta y la luz encendida. Caminó con sigilo hacia ella, con el temor y la curiosidad debatiéndose en su interior. Rogaba encontrar a Allan adentro, pero no. Él no estaba. La cortina de la ventana de la habitación se hallaba descorrida y una de las puertas del armario estaba abierta.
Echó una mirada al pasillo. Podía ver la sombra de Allan moviéndose por su habitación mientras se vestía y tarareaba una canción desconocida. Empujó la madera para tener una visión más amplia del cuarto y cuando se aseguró que adentro no había pájaros o algún ser de otra dimensión, entró.
No había diferencia con el día anterior. El polvo, las telarañas y los objetos estaban en el mismo lugar. El único cambio era la cortina y la puerta del armario.
—¿Quieres decirme algo? ¿Cierto? —susurró al aire. Se sentía una tonta haciendo aquello, pero sabía que no estaba del todo loca. Allí había algo que se trataba de comunicar con ella.
Se acercó al armario y se asomó para evaluar el interior. Solo encontró ropa de niño colgada en pecheras, y en el fondo, un par de botas de plástico para lluvia sobre un libro encuadernado con anillo. Era un álbum fotográfico.
La curiosidad le ganó por una buena diferencia al temor. Abrió más el ropero para sacar el álbum.
—¿Qué haces?
La imprevista intervención de Allan la hizo pegar un grito y soltar el libro. Se giró hacia él con el rostro pálido y las manos cubriendo su boca.
Él entró muy serio, con la mirada fija en el álbum que se había estrellado en el suelo. Los cabellos aún los tenía húmedos y el rostro rejuvenecido por haberse liberado de la barba. Se acercó sin decirle nada, ni siquiera, le dirigió una mirada. Levantó el libro del suelo y se sentó en el borde de la cama más cercana para revisarlo.
Debby se llevó las manos al pecho y los ojos se le humedecieron al verlo pasar con lentitud las páginas y rozar con un dedo las imágenes que estaban expuestas. En las fotografías aparecían solo dos niños, muy similares fisicamente. Jugaban, corrían por el lago o reían entre ellos. Él quedó sumido en la nostalgia y ella no pudo hacer otra cosa que quedarse ahí, en silencio, sintiéndose una intrusa.
—¿Tenían la misma edad? —preguntó para romper el hielo. No le gustaba verlo en ese estado de tristeza.
—No. Yo era mayor por un año.
—¿Cómo murió? —indagó mientras se sentaba a su lado y miraba las imágenes.
—Lo hallaron ahogado en el lago.
El silencio discurrió por un minuto. Debby comenzó a sentirse inquieta.
—¿Cómo... fue?
Después de respirar hondo. Allan decidió rememorar la muerte de su hermano, sin apartar la mirada del álbum.
—Mis padres fueron al pueblo por víveres, Zack y yo nos dirigimos al bosque. Nos gustaba atrapar reptiles que luego liberábamos. Él regresó a la cabaña porque tenía ganas de ir al baño. Pasaron los minutos, al ver que no volvía, vine a buscarlo. Mis padres llegaron en ese momento y vimos el desorden. Habían entrado a robar y Zack no estaba. Al final del día, lo encontraron flotando en el lago.
—Lo siento —murmuró Debby. Se encogió de hombros y se frotó las manos con inquietud. Ella sufrió, tres años atrás, la muerte de su hijo sin haberlo conocido, la pérdida había sido demoledora. No quería imaginar lo que había sido para Allan perder a su hermano menor de manera tan trágica y siendo apenas un niño.
—Era muy inquieto, le gustaba hacer travesuras y tenía sus propios métodos para hacerse entender. Le escondía las cosas de trabajo a mi papá cuando quería que le dedicara su atención. Mi mamá, cada vez que limpiaba, se concentraba tanto que era difícil conversar con ella. Él le cerraba las ventanas y las cortinas para que ella reaccionara y lo escuchara.
Debby se estremeció, recordó que las ventanas habían sido cerradas cuando Bradley quiso entrar a la cabaña en busca de Allan. Esa era una de las maneras de Zack para comunicarse.
—Le fascinaban las aves, de todo tipo —confesó él mientras observaba una fotografía donde aparecía su hermano con dos pájaros parados sobre su mano—. Tenía cierto poder sobre ellas.
—¿Poder?
—Parecía controlarlas. Los animales hacían lo que él les indicaba y no solo lo hacía con aves caseras, las salvajes, que viven en libertad en el bosque, lo obedecían igual. Era un comportamiento inusual que no le comentábamos a nadie. Papá le decía que lo llevaría a un circo, pero él se molestaba con esa broma. Siempre me confesaba que soñaba con ser libre como los pájaros.
Ella se quedó en silencio, abrumada por esa información. Sentía pena por Zack. El chico, a pesar de haber fallecido hacía veinticinco años, no podía ser libre. Estaba condenado a esa cabaña por alguna razón.
—A veces siento que él aún sigue aquí, haciendo travesuras. Lo extraño mucho. —El corazón se le estrujó con esa confesión. Levantó una mano y le acarició los cabellos a Allan mientras él continuaba sumido en las imágenes de su hermano.
Ambos se sobresaltaron al escuchar la repentina llegada de un vehículo, que se detenía frente a la cabaña.
—Ve, y sea quien sea, has que se vaya —ordenó Allan con el rostro endurecido. Luego se levantó de la cama y corrió a la ventana para cerrar la cortina y asomarse por una rendija.
Ella estuvo por unos segundos inmóvil, sin saber qué hacer. Pero luego se puso de pie y salió en carrera hacia la sala.
Al llegar, quedó petrificada. Las ventanas habían sido cerradas y las cortinas, corridas. El lugar estaba sumergido en penumbras.
—¡Deborah, ¿estás en casa?!
La sangre se le congeló al escuchar la voz de Jimena desde la puerta, tocando con insistencia.
ESTÁS LEYENDO
Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)
RomanceDeborah Adams, al huír de su casa por una traición de su marido, se refugia en una cabaña, descubriendo que no estaba tan abandonada como le habían asegurado. Adentro, encuentra a un hombre atractivo pero de muy mal caracter, que no piensa dejar su...