Capítulo 32.

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Debby quedó paralizada al ver salir de la vegetación a James, el hombre que había acompañado a Bradley a la cabaña, junto a un moreno alto, corpulento y con una barba tipo perilla en el rostro. La sangre se le congeló, sobre todo, al divisar el arma que el moreno tenía semioculta en la cinturilla de su pantalón.

—No sabía que habías resucitado —expuso James con burla, aunque en su cara se podía divisar la sorpresa. Allan estaba rígido, tapó a Debby con su cuerpo y paseaba la mirada nerviosa entre los dos sujetos que lo enfrentaban—. Jimena insistía en que existía la posibilidad de que estuvieras vivo, pero no podía creer que mis hombres fueran tan imbéciles. Cuando me ordenaron vigilar a esta mujer, pensé que perdería mi tiempo. No imaginé que me mostraría mis errores —expuso señalando a Debby.

El moreno se apartó para rodearlos y ubicarse tras ellos, pero Allan empujaba a Debby para evitar que el hombre tuviera alguna ventaja. No quería perder de vista a alguno, mucho menos, que alguno alcanzara a la chica.

—Como sea, creo que es hora de corregir mis faltas. —James se abrió la chaqueta. Debby se aferró más a Allan.

—Lo que tengas que resolver conmigo, hazlo en privado. Deja que ella se marche.

—Crees que soy estúpido. Esta tonta tiene fama de echar a perder las cosas.

Los nervios tenían a Debby al borde de un ataque. Además de la amenaza de los dos hombres, sobre su cabeza los pájaros continuaban su agitado vuelo y la lluvia arreciaba.

—¿Qué hacías aquí Kerrigan? ¿Sembrabas un árbol? —expuso James al ver la pala y el sitio donde la tierra había sido removida.

—Podemos sentarnos a conversar. Llegar a un acuerdo —propuso Allan para evitar el enfrentamiento y que el hombre comenzara a indagar sobre lo que habían hecho. Si llegaban a enterarse de la existencia de los documentos que había hallado en la caja los acabarían a ambos sin compasión.

Los sujetos se preparaban para utilizar la fuerza bruta en cualquier momento, y hasta ahora, uno de ellos estaba armado. Debía evaluar con precisión la situación, si no encontraba pronto una estrategia segura de escape, estaban perdidos.

—¿Un acuerdo? Lo único que queríamos es que ni tú, ni tu padre, se metieran en nuestros asuntos. Teníamos que sacarlos del juego y quitarles las pruebas.

—Creo que ese trabajo lo terminaron hace años.

—Sabes que no. Tú todavía estás vivo y las pruebas llevan muchos años perdidas. Si no podemos dar con ellas, entonces, borraremos a la única persona que podría hallarlas... O a las únicas. —Eso último lo agregó mientras observaba a Debby y le dirigía una sonrisa torcida.

Sin perder más tiempo, Allan pisó la punta metálica de la pala logrando que el mango se levantara. La tomó con fuerza y blandió el objeto para golpear a James en el rostro. Por el impacto, el hombre perdió el equilibrio y retrocedió tambaleante hasta caer por un barranco poco pronunciado. El moreno sacó el arma y estuvo a punto de dispararle, pero Allan se arrojó sobre él y terminaron enlazados en una violenta lucha en el suelo encharcado.

—¡Deborah, ve a la cabaña! —gritó mientras forcejeaba con el sujeto por el control del arma—. ¡Busca a Shepard!

El moreno golpeó a Allan en el rostro y le arrancó la pistola, pero se le escapó de las manos y se perdió entre unos matorrales. Se levantó para buscarla, siendo unterceptado por Allan que se recuperó lanzándose encima de él, para reiniciar la pelea.

Debby tenía el corazón en la boca. El aleteo de un pájaro sobre su cabeza la hizo gritar aterrada y salir en carrera. Bajó por la ladera a toda velocidad, la lluvia le dificultaba la visión. Tropezaba con ramas y piedras, en dos oportunidades resbaló en la tierra lodosa, pero no sintió ningún dolor. El miedo la empujaba a seguir.

Cubierta de agua y lodo, llegó a un claro. Miró a todos lados confundida. Se dio cuenta que estaba perdida, rodeada de vegetación. No tenía la más mínima idea de qué camino tomar. Un grupo de pájaros bajó su vuelo y se internó entre los árboles. Ella quedó pasmada, pero una luz de esperanza le invadió el pecho. Sin dudarlo, siguió a las aves. Sintió una gran alegría minutos después cuando la cabaña comenzó a aparecer frente a ella.

Eufórica y casi sin aliento subió el pórtico trasero, pero un bulto pesado se desplomó sobre ella y la hizo caer de bruces en los escalones.

—Ven, perra maldita. —James la tomó por los tobillos y la empujó hacia él. Sobre el ojo izquierdo, tenía abierta una profunda herida, que le brotaba sangre y le empañaba el cuello y buena parte de la camisa.

Forcejeaba para inmovilizarla bajo su cuerpo. Debby se debatía y gritaba.

—Eres resistente. Te salvaste hace tres años, pero esta vez acabaré contigo.

Ella miró aterrada la filosa navaja que el hombre sacó y vio como la alzaba sobre su cabeza. Un grupo de pájaros revoloteaban cerca de ellos, emitiendo chillidos desgarradores. La chica pensó que ese sería su fin, pero antes de que James bajara el cuchillo, se oyó que le quitaban el seguro a una pistola.

—¡Baja el arma y pon las manos detrás de la cabeza!

El grito autoritario de una voz masculina la llenó de alivio. Se quedó muy quieta, al igual que James, quien con lentitud dejaba la navaja en el suelo y alzaba los brazos.

—¡Aléjate tres pasos de la mujer y arrodíllate! —El comisario Shepard tomó la radio que tenía colgada del cinturón, sin dejar de apuntarle, y avisó a sus compañeros la presencia del sujeto. James le dirigía a Debby una mirada asesina. Ella comenzó a levantarse con dificultad, con la lluvia cayendo copiosa sobre su cabeza.

—Allan... está en la montaña... lo atacaron —le dijo al comisario. El hombre pasó la novedad por radio antes de guardarla, sacó unas esposas y se las colocó a James mientras le recitaba sus derechos constitucionales.

Ella se sentó agotada en los escalones, se limpió el agua de la cara y trató de mirar al cielo. Las aves habían desaparecido.

Lo que oculta tu corazón (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora