Capítulo 29

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SAHAMEDI

—¿Te puedo preguntar qué te paso? —pregunta acostada sobre mi pecho, luego de haber hecho el amor por... Ya perdí la cuenta. Esta mujer es adictiva y estar acostado con ella a mi lado, significa mucho sexo, salvaje, duro y con desenfreno. Tenerla a ella acostada a mi lado, es como tener una tonelada de heroína al lado, sobre todo si eres un adicto ¡Como yo lo soy a ella! Por eso y a pesar de que ambos vinimos a acostarnos para descansar, ya que llevábamos una semana sin dormir, terminamos haciendo el amor como dos locos... —Digo, yo sé que estabas enfermo del corazón y que recibiste un trasplante, pero ¿Sabes de quién era el corazón? ¿Sus familiares y demás? —insiste con interés.

—Fue en el año 1970 —digo recordando que ese fue el año más doloroso y tormentoso de toda mi vida ¡En verdad fue duro para mí! —En el hospital del Doctor Marcos Veras. Estaba muriendo y estaba preparado para hacerlo —aunque más que preparado, yo diría que estaba resignado a morir. Aun cuando sentía que no estaba listo para morir, sentía que aún tenía mucho por lo que vivir... —Ya estaba listo para hacerlo, sentí como las fuerzas me empezaban a abandonar, como mis pulmones bombeaban menos aire, como mi corazón empezaba a detenerse ¡Estaba muriendo! Y te juro que ya estaba listo para morir y de pronto llega mi doctor y me dice que hay un corazón para mí. Que alguien había muerto y habían decidido donarme su corazón. Sabes, antes de que el doctor me dijera que había un donante para mí, escuche a una mujer gritar y su grito fue tan desgarrador que por un segundo desee pararme de la cama e ir a consolarla —siento como su cuerpo se estremece entre mis brazos, supongo que por todo lo que le he contado —Sentía dentro de mí —continuó —Que debía darle consuelo, que necesitaba que alguien la abrazara fuerte y le dijera que todo estaría bien. Lo más curioso fue que sentía que me necesitaba a mí, solamente a mí y a nadie más, pero estaba muy débil para levantarme y salir a consolarla. Además, ni siquiera sabía quién era.

—Sahamedi, ¿En algún momento supiste el nombre de tu donante? —pregunta con desesperación —¿Sabes quién fue tu donante?

—¿Qué pasa Itzi? —preguntó incorporándome, algo preocupado por su estado e interrogatorio —¿Por qué tanta insistencia en saberlo? —pregunto de frente.

—Sahamedi, ¡Por la diosa luna! Dime por favor si sabes el nombre de tu donante —dice en medio de la desesperación.

—Si, Itzi me llevó años averiguarlo, pero sé quién fue.

—¿Cómo se llamaba? —pregunta a punto de perder la razón y yo con ella ¿Qué le pasa? ¿Por qué esta así? ¿Por qué tanta insistencia con saber el nombre del donante?

—Itzi, por favor —digo contagiado de su desesperación.

—DIME EL NOMBRE ¡MALDITA SEA! —grita parándose de la cama.

—Dominik Baeva...

—¡AAAAAH! —un grito desgarrador sale de sus labios al tiempo que ese nombre sale de los míos y no sé por qué, pero tengo la sensación de haber escuchado ese grito antes. Quizás sea autosugestión, un engaño de mi mente o porque lo estaba recordando hace un segundo, pero les juro que es el mismo grito que escuché esa noche. Es el mismo dolor, el mismo sufrimiento agonizante, el mismo llanto, la misma agonía. No sé, quizás y sea solo como dije ¡Autosugestión!, pero me parece que es el mismo grito que escuché aquella noche. Además, de las sensaciones que ella está sintiendo y que yo siento al ser su alma gemela.

—¡ITZI! —grito socorriéndola, ya que se ha desplomado retorciéndose de dolor —¿Qué pasa? —pregunto al mismo tiempo que se transforma en Aisha ¡Maldición! Ahora es que menos sabré que pasa estando así... —¡FRANCO! —gritó con desesperación —¡FREIMY! —quizás él sepa lo que le pasa. Ha sido su amigo durante años, además de ser su mano derecha —¡FARHAD! —lo llamó a él también, ya que por lo que sé, tiene un vínculo telepático con ella, gracias a un conjuro de su hermana, quizás funcione con Aisha y pueda decirme que pasa.

La Sombra De Tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora