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Şehrazad aguardaba frente a una de las ventanas, abrazándose a sí misma mientras contemplaba las cálidas tonalidades del cielo, el cual recibía los rayos del sol que el mar desviaba. El color que adquiere era simplemente hermoso, otro de los más grandes placeres de la vida.

Volteó a ver a su hermana Mâhıdevran, la cual estaba al otro extremo de la ventana, acariciando su abultado vientre con parsimonia. Dos semanas habían pasado desde que abandonó su nuevo palacio, y no mostraba indicios de querer regresar con su esposo.

Şehrazad suspiró. Su angustia había crecido rápidamente durante los últimos días, pues sabía que se acercaba el parto.

Este sería su primer hijo, producto de un tercer embarazo, el cual no interrumpió en cuanto supo que el padre era Davut paşa. Aquel pequeño milagro había dotado de valor a Mâhıdevran, quién rezaba cada noche por la salud de su bebé.

—No comprendo cómo puedes estar tan tranquila a tan solo días de dar a luz. —dijo Şehrazad.

Su hermana cada vez actuaba más extraño, como si una persona diferente se apoderara de su cuerpo cada treinta días. Luego de la horrible noche de bodas, no habló ni se movió de la cama durante varios días. Entró en una clase de shock, en el que su mente abandonó la realidad por completo. Pocos meses después, se recuperó lentamente, aunque no por completo.

—¿Por qué razón no lo estaría? Mi hijo llegará para poner todo en orden. Él será el nuevo sultán, la promesa de la rebelión.

—¿Y si es niña?

—Será varón. Te lo aseguro.

Ambas guardaron silencio en cuanto el gran visir apareció. Mâhıdevran corría un gran peligro, y solo restaba esperar a que la situación no se complicara más.

—Este asunto es bastante complejo, no solo en la capital. Los jenízaros han perdido interés en la rebelión, sobre todo después de la conquista de Rodas. —explicaba Merzif, basándose en las nuevas noticias de hombres leales de todas partes del imperio.

—El sultán ha conseguido una buena reputación, incluso la aceptación del pueblo. En Venecia, por ejemplo, lo llaman ''El magnífico''

—Eso no importa. Seguimos teniendo amigos influyentes, en cuanto hagamos el llamado, ellos responderán. —tajó Mâhıdevran, quién confiaba ciegamente en sus aliados.

—Hay que tener en cuenta, sultana, que los soldados dieron por perdida la causa desde la muerte del príncipe Korkut. Ya era difícil hacer que aceptaran a una mujer al mando del imperio otomano, ahora es casi imposible teniendo en cuenta su... condición.

—Mi hijo, si Allah lo permite, será mi heredero. Esto no es un asunto de relevancia. —Se defiende, abrazando su vientre de manera protectora. No le agradaba la manera en que sus amigos más cercanos la miraban, muchas veces con suspicacia cuando de su bebé se trataba.

—Por el contrario, se dice que sus prioridades ahora están redirigidas al hogar que conformó. El que esta ahora sea una causa perdida es en parte culpa nuestra.

—Merzif tiene razón —intervino la esposa del gran visir—. Esperamos demasiado para actuar. Süleyman ahora tiene un gran historial, dinero, herederos, amigos... Se han fortalecido hasta el punto de anclarse al trono con raíces de plata.

—Entonces... ¿Es este el fin de la rebelión, sultana? —inquirió Merzif, observando fijamente a la rubia.

—No.

—Continuar con esto es una locura sin sentido.

—Şehrazad, no decepcionaré a mi madre dándome por vencida, .

LA SULTANA DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora