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El hecho de que unas personas sufran más que otras no siempre tiene justificación. Es como culpar al mar por llevarse a una embarcación durante una tormenta, o que una indefensa familia que reside en el bosque sea atacada por las bestias que ahí habitan. A pesar de lo tormentosa que fuera la situación para una persona, los días seguirán transcurriendo con completa normalidad; como si los problemas terrenales fueran más que insignificantes.

Pero así era la vida. Cada situación debía ocurrir, con el único fin de que se cumpliera un ciclo más.

Al menos eso reflexionaba Mâhıdevran, quién intentaba darle una justificación a su corazón malherido mientras llevaba al límite a su cuerpo. Llevaba días sometiéndose a un riguroso entrenamiento físico, el cuál le exigía demasiado.

Pero ella estaba cegada de venganza. Se había puesto un objetivo y deseaba con toda su alma llevarlo a cabo.

—No soporto más esta situación. Hümeyra, diles que se detengan, es una orden. Y por favor, que alguien le corte el cabello a Şahanşah. —demandó Şehrazad, habiendo perdido la paciencia.

—¿Por qué? Creo que el bebé se ve adorable como está. —comentó Nur, totalmente ajena a la realidad. Ella miraba con adoración a su sobrino, a quién consideraba el más hermoso de la dinastía. Al igual que su madre, el pequeño resaltaba no solo por su atractivo físico, sino también por su temperamento indomable, pues solía hacer un escándalo cuando lloraba.

—Últimamente recibimos muchas visitas del sultán y su harén, y no quiero que sé que nuestra hermana no está de acuerdo pero yo ya no quiero cometer errores. Debo proteger a mi familia —explicó Şehrazad, recordando el último incidente con la madre del sultán—. Desde que Mâhıdevran cayó en depresión, he sido yo quién mantiene protegida a esta familia.

Nurbahar meditó sus palabras. Desde que abandonó la capital para seguir a su esposo hasta Bursa, Mâhıdevran la apartó de la rebelión hasta el punto en que no tuvo más remedio que ocuparse únicamente de su familia. Ella nunca la cuestionó, pues entendía que quería darle un poco de paz para que Nur gozara de su feliz familia. Sin embargo, esta última llegó a sentirse aislada por un tiempo de su familia, puesto que creció junto a sus hermanas y, el cambio fue repentino y difícil de asumir.

—Creí que ese asunto con Davut paşa ya estaba resuelto. Al fin y al cabo, el niño es legalmente hijo de Emirhan. No deberían continuar las especulaciones.

—Hafsa mantiene la llama de la discordia encendida. A pesar de que los meses han transcurrido, todavía se cuestiona la paternidad del sultanzade, sobre todo en el palacio del sultán.

Dijo Şehrazad, mientras recordaba la última cena que tuvo en el palacio del sultán, dónde tuvo un acalorado enfrentamiento con la sultana madre por despreciar al bebé. A pesar de que el mismo sultán había reiterado en varias ocasiones que Şahanşah era su sobrino, Hafsa se había atrevido a llamarlo bastardo.

—¿Qué sabe ella del padre de Şahanşah?

—No mucho. Aún no se ha atrevido a mencionar nombres, pero dudo que sospeche de Davut. Mucho menos ahora que es un hombre casado. —Aquella última frase la mencionó con un deje de rencor. Şehrazad no odiaba exactamente la relación que había entre su hermana y Davut, pero como todos, no comprendía la razón por la cuál el hombre se casó; por lo que solo le quedaba sentir desprecio hacia él, como respuesta a un sin fin de dudas que merodeaban su cabeza.

—¿Davut se casó? —inquirió Nurbahar muy sorprendida.

—¿Y qué otra razón tendría para estar deprimida si no es por él? ¿Acaso creíste que hay algo más importante en el mundo de Mâhıdevran que Davut? —ambas voltearon a ver a su hermana, cuando se levantaba del suelo y atacaba a Yahya efendi con rabia por haberla derrotado.

LA SULTANA DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora