34

36 6 0
                                    

Mâhıdevran se encontraba leyendo el sagrado Corán cuando recibió la visita de su hermana Şehrazad. Esta traía un par de tazas humeantes de té de frutas entre sus manos, y sospechosamente caminaba con dificultad. Mâhıdevran lo atribuyó al embarazo e hizo caso omiso al asunto; recibió la tasa de té y le sonrió a su hermana, como agradecimiento por el gesto de amor que acababa de recibir el cuál ya era habitual entre ellas.

Şehrazad tomó asiento y a su lado y sujetó el Corán, ojeando los detalles en oro que decoraban la portada.

—Lamento interrumpir tu momento sagrado con Allah pero, hay algo de lo que quiero que me hables. —musitó, mirándola a los ojos.

—¿De qué se trata? —se mofó, incrédula por aquellas palabras que sonaban más a una acusación. Pensó que quizá su hermana ya estaba al tanto de su encuentro con Davut, puesto que había varios guardias como testigos.

De igual modo, no importaba el motivo, solo las oportunidades que se le habían presentado aquel maravilloso día. Şehrazad realizó un gesto con su mano, e inmediatamente su hermana recibió un fajo de cartas sin destapar. Todas iban dirigidas a importantes beys del imperio, por lo que la sultana de la luna supo de inmediato de qué se trataba.

—cuando Merzif y tú se marcharon a Ertuğrul, me encerré en su despacho con la intención de buscar pruebas en contra de nuestros enemigos, puesto que atribuí tu atentado a la sultana Hafsa y a sus aliados.

>>Sin embargo, encontré una gran cantidad de documentos que solo me dejaron más confundida. Cuando regresaron, él me comentó que diste la orden de reanudar los preparativos de la rebelión, pero que él no estaba seguro de ello. Dijo que ya no eras la misma, y que darte tal poder como el de un ejército solo traería desgracias, así que escondió estas cartas... Honestamente, no sé por qué las guardó en vez de echarlas al fuego, pero ya sabes cómo es él.

—No. Por lo que veo, no lo sé —atajó—. Merzif nunca se atrevió a cuestionar ni una sola orden, me cuesta comprender esta traición. —Gradualmente, el disgusto incrementó en Mâhıdevran, quien se sentía incómoda por tal acto de subordinación por parte del hombre en quien ella tanto confiaba.

—Hay muchas cosas que ignoramos, hermana —tomó la mano de ella y le acarició con delicadeza, pues lo que diría a continuación no le agradaría en lo absoluto—. sin embargo, estoy de acuerdo con él. Creo que deberíamos abandonar esta rebelión.

—¿Acaso te volviste loca? —cuestionó Mâhıdevran, apartando sus manos de manera brusca. Miró a su hermana como si fuese una desconocida, puesto que sus palabras eran una completa locura.

—Mâhıdevran, ¿Qué sabes del origen de esta rebelión? ¿Acaso madre te habló alguna vez sobre ello?

—Lo suficiente para saber que era algo importante. No solo para ella, sino también para el futuro de esta dinastía —Şehrazad guardó silencio, lo cual incrementó la curiosidad de la sultana—. ¿Acaso te mencionó algo?

—No. Pero tengo mis dudas, ¿sabes? —confesó—. Tengo una teoría, pero solo Merzif puede corroborarla.

—¿Merzif? ¿Por qué?

—Porque tanto él como nuestra madre tuvieron una relación hace muchos años—la reacción de Mâhıdevran fue una mezcla entre desagrado e incredulidad. Ella, como la mayoría de los integrantes de la rebelión, sabían que el gran vizir y la sultana Ayşe se conocían desde hace mucho tiempo—. Encontré más cartas. De estar en lo correcto, la rebelión siempre ha sido un acuerdo entre ellos para tomar el poder del imperio y así estar juntos.

—Esto es ridículo, Şehrazad. Tú y yo sabemos del amor que había entre nuestros padres... ¡Fuimos testigos en repetidas ocasiones!

—Yo solo digo que, de ser cierto, continuar con esta rebelión sería una completa desfachatez. Piénsalo, estaríamos siendo engañadas al apoyar una causa completamente errónea.

LA SULTANA DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora