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El sultán caminó rápidamente hacia la enfermería, muy preocupado por su hija. No había tesoro más sagrado para él que sus hijos, por los cuales mataría ejércitos y destruiría ciudades enteras. Estaba tan concentrado en su hija que aquel día no lo pasaría con su esposa, le dedicaría tanto tiempo a Gheverhan como fuese posible.

Una vez los ağas abrieron las puertas, su mirada se encontró con la de una bella joven que yacía en una de las camas. Su delicado rostro estaba muy lastimado, pero aun así no perdía sus encantos y deseó saber qué le había sucedido. Ella también notó su presencia, y se quedó estupefacta e inmóvil ante el sultán.

—Su majestad. —la voz de Gheverhan hizo que desviara la mirada. La sultana estaba caminando con ayuda de la doctora, y al ver a su padre su rostro se iluminó.

—Hija mía ¿por qué no estás descansando? —se acercó a ella para que se apoyara en su brazo y así poder llevarla de regreso a la cama.

—He estado mucho tiempo en cama, su majestad, quería caminar un poco.

—De acuerdo, si te sientes mejor me gustaría cenar contigo el día de mañana.

La joven sultana aceptó de inmediato y pasó un buen rato conversando con su padre.

El sultán le había hecho la misma invitación al resto de su familia, sería una gran sorpresa las buenas noticias que tenía por compartir.

En el jardín privado, los sirvientes habían preparado un gran festín para esa mañana. La mesa estaba repleta, y las decoraciones estaban mejor que nunca según le dijo Şah a su madre. La pequeña sultana era tan inocente que fue la única en no sospechar de la gran celebración que su padre había preparado.

La señorita Aygün observaba de manera suspicaz cada detalle, pues ella era la más sorprendida por lo que estaba sucediendo. Hümaşah y Ayşe hablaban de manera animada, mientras Nilüfer se ocupaba de su hijo como si aun fuese un niño. Le causaba gracia, y envidia al mismo tiempo, pero estaba segura que aún tenía un lugar en el corazón del sultán y que Allah tarde o temprano le otorgaría el príncipe que tanto ha deseado. La sorpresa aumentó cuando el sultán apareció, acompañado del gran visir y la sultana Şehrazad.

—¿Qué sucede, su majestad? ¿Cuál es el motivo de tan maravillosa sorpresa? —inquirió la hermana del sultán, creyendo que el motivo de la celebración era su llegada al palacio. Tenía intenciones de prolongar su estadía, pues quería divorciarse para poder regresar a su hogar.

—Celebramos la llegada de la sultana Beyhan. Llegó ayer con muy buenas noticias, así que se me ocurrió que fuera una sorpresa —la joven sultana se acomodó junto a su padre con una enorme sonrisa. La estadía en Manisa le había otorgado un cambio rotundo y muy favorable—. He decidido que Beyhan se casará son Ferhad Paşa, además el príncipe Süleyman pronto se convertirá en padre.

—Su majestad... —el llamado de la hija mayor del sultán desvió la atención de todos, quienes aún no podían creer las grandes noticias.

—Dime, Şehrazad ¿qué sucede? —la sultana estaba nerviosa, aun así, compartió una dulce mirada con su esposo, lo que la confortó y le brindó mucha seguridad.

—Merzif y yo también esperamos un hijo. —Mâhıdevran saltó de la emoción y sus hermanas menores la imitaron. El sultán de inmediato volteó a ver a su querida esposa, tan gozoso como el día en que recibió la noticia de que Ayşe estaba embarazada. Luego de felicitar a su hija y a su mejor amigo, le susurró en el oído a su favorita que la esperaba esa noche en sus aposentos.

La mañana transcurrió con una inmensa alegría, tal como lo planeó el sultán, disfrutó ver a Ayşe sonreír mientras le compartía toda su experiencia como madre a Şehrazad. Se sentía muy enamorado cada vez que la observaba y se daba cuenta de que los años solo la hacían ver más bella que nunca.

LA SULTANA DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora