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Nueve días transcurrieron desde la llegada del Khan Ğazı Giray a la capital del imperio otomano, en dónde se estaba refugiando mientras el sultán otomano buscaba soluciones para la difícil situación que estaba atravesando el Kanato de Crimea.

El joven Ğazı se encontraba recostado en una de las columnas del pasillo que daba al jardín, observando de brazos cruzados y semblante latoso a la sultana de la luna, quién se encontraba paseando en el jardín junto a Erdem efendi. Tras ellos los acompañaban el gran visir Pargalı İbrahim paşa, y su esposa la sultana Hatice. Erdem efendi fue traído al palacio dos días atrás por su padre, quién estaba muy contento con la idea de comprometer a su hijo con una sultana. El hombre aún no había podido reunirse con el sultán, debido a la apretada agenda del gobernante, sin embargo, todo indicaba a que sería aceptado y en pocos días se anunciaría el compromiso.

Mâhıdevran sonreía, aunque poco y no de manera genuina. Entre más conversaba y aprendía del efendi, más inconforme se sentía con aquel compromiso. Sentía un inmenso vacío en su corazón, el cual era ocasionado por su necesidad de tener una conexión emocional similar al amor; poco a poco se cuestionaba si de verdad quería vivir un segundo matrimonio carente de un vínculo amoroso que le hiciera desear despertar cada mañana.

Por otro lado, ella lucía cómoda ante la presencia del efendi desde el punto de vista del joven Khan, y aquello le preocupaba. Apenas llevaba 3 cortos e incómodos encuentros con la sultana, los cuales no duraban más de cinco minutos ya que esta no mostraba interés en hablar con él. Ğazı se sentía en desventaja, y estaba convencido de que debía actuar rápido para evitar que la mujer que amaba fuera prometida a otro hombre.

Caminó velozmente por el palacio, llamando la atención de los sirvientes que se cruzaban en su camino. Tenía un propósito y estaba determinado a conseguirlo. Una vez las puertas de los aposentos de la madre sultana fueron abiertas, ingresó a paso firme y saludó a la sultana Hafsa con una enorme sonrisa.

—¿Qué te trae a mis aposentos, amado mío? Últimamente te has comportado muy extraño ¿No será que algo ocultas? —le lanzó una mirada sugestiva y luego sonrió, pues había una gran complicidad entre ellos. Así mismo, no pasó desapercibido el semblante del joven, quién estaba sonrojado y tenía un ligero aumento de la frecuencia respiratoria.

—¿Cómo puedes pensar eso de mí, tía querida? Yo jamás podría ocultarte algo.

—Las mujeres lo sabemos todo, cariño mío, lo entenderás cuando te cases y convivas con tu esposa. Ahora dime ¿Qué ocurre? ¿Ya has hablado con su majestad?

El joven Ğazı negó como respuesta a la pregunta y luego esbozó una amplia sonrisa. Se sentó junto a su tía, sujetando sus manos y mirándola directamente a los ojos.

Estaba nervioso y Hafsa lo sabía, pues sus manos temblaban y la forma en que apretaba sus manos era diferente.

—Estoy enamorado, sultana. Perdidamente enamorado —Hafsa esbozó una carcajada, la cuál no fue con intención de burlarse y acarició su mejilla—. Hablo enserio, sultana, ella no solo es la mujer más hermosa del mundo, sino que también es refinada y sé que será una buena gobernante de Qırım.

Hafsa le sonrió con ternura, sintiéndose dichosa por la noticia que compartía su sobrino. Como nuevo Khan, era menester que se casara y tuviera un hijo para garantizar la sucesión; y ya que no podía regresar a su Kanato por cuestiones de seguridad, era alentador saber que podrían resolverse algunos asuntos desde el otro lado del mar negro.

—Dime de quién se trata, querido mío, y la traeré de inmediato para que puedas cumplir tus deseos.

—Se trata de la sultana Mâhıdevran —Hafsa juntó las cejas, pues por un momento pensó en la madre del príncipe Mustafa, Mâhıdevran Gülbahar—... Ayşe Mâhıdevran.

La expresión de la madre sultana sufrió varios cambios posterior a la revelación de la identidad, la cuál pasó de zozobra a sorpresa, luego a inconformidad y, por último, volvió a ser de zozobra.

—Por Allah, Ğazı... ¿Qué cosas dices?

—Sultana, juro que digo la verdad. Nunca había sentido esto por alguna mujer en mi vida. De verdad deseo casarme con ella.

—Pero querido, ella ya ha elegido a un hombre para comprometerse. —Hafsa intentó razonar con su sobrino, puesto que no consideraba que tal matrimonio fuera buena idea.

—Lo sé, sin embargo, aún no se ha anunciado un compromiso de manera formal. Estoy seguro que, si hablas con su majestad, tendré una oportunidad de ganarme su corazón y llevarla conmigo a Qırım.

Al principio, Hafsa no se sentía feliz con la idea de ver a su sobrino casado con la hija de su enemiga, pero cuando éste mencionó el Kanato de Crimea, su percepción sobre aquel matrimonio cambió. Era una gran oportunidad para deshacerse de la sultana, enviándola lejos de la capital junto con su pequeño bastardo, el cuál sería más fácil de asesinar.

LA SULTANA DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora