Antes Del Final

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La tormenta antes del final.

Era realmente curioso cómo el señor todopoderoso solía jugar con la vida de los humanos

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Era realmente curioso cómo el señor todopoderoso solía jugar con la vida de los humanos. A algunos nos hacía mierda, mientras a otros los llenaba de gloria.

Hubo muchas noches en las cuales me cuestionaba sobre mi existencia, cuál era mi objetivo en la tierra, el por qué Dios se aferraba a mandarme tantas tragedias; mi nacimiento fue la primera de todas, mi adopción la segunda, la tercera, la tercera... La muerte de Apo. Mi vida había acabado ahí, o tal vez nunca había tenido una, pero esa fue la primera vez en que me sentí abandonado. Me había enamorado por primera vez, había sentido una felicidad que nunca había experimentado, me sentía querido, ¿tan malo era aquello como para recibir tales castigos?

Siempre trate de buscar una respuesta, una solución para que todos mis pecados fueran perdonados, creía y hacía lo que Karawek me pedía. Después de lo sucedido con Apo, fui enviado a aquel orfanato, donde me mostraron las cosas erróneas que me habían enseñado, pero, ¿cómo podía desechar todo lo que me habían mostrado en tantos años?

Trate de aferrarme a aquellas nuevas creencias, a las que eran correctas, quise convertirme en alguien que pudiera evitar que otras personas fueran guiadas por un camino erróneo como lo habían hecho conmigo, pero había ocasiones en que mi mente me jugaba mal.

Aquel inexistente Dios que Karawek se había esforzado en crear, me perseguía, me gritaba lo mal que estaba. Aun así crecí, entre miedos y dudas, sintiéndome incapaz de vivir sin algo en que creer, fuera falso o verdadero, sin saber nada que no fuera la religión, luchando entre qué palabra era la real y cual no, lamentándome cada noche, recordando los gritos de Apo.

Sabía que era una basura, qué mi destino en un inicio había sido el morir, pero aún así me aferraba a la vida, buscando el perdón de algo inexistente.

Lo sabía en el fondo, que no existía algún Dios, fuera o no fuera al qué Karawek se dirigía, lo sabía, pero me negaba a aceptarlo porque no quería sentirme solo, tenía miedo de perder todo lo que conocía, aun si me provocaba daño. También temía por aquella pesadilla qué había vivido, temía por las personas que se acercaban a mí con intenciones de inicial algo sentimental.

Era un caos, mi mente, mi persona, eso lo sabía, pero me daba vergüenza expresar cómo me sentía, el relatar todo lo que había pasado. Pero aún así, confíe en dos personas.

Una, era apenas un joven que comenzaba a descubrir la vida, despreocupado, cegado por querer obtener lo que quería; haciéndome perder, deseando tenerlo junto a mi, haciéndome querer abandonar todo lo que me hacía daño, abandonar aquella falsa creencia, el desear volver a querer a alguien.

La segunda, era la persona a la cual me había confesado antes de perder el conocimiento, la persona en la que había estado confiando, la misma que me había arrastrado a tal infierno y yo no me había dado cuenta. Dan, el bastardo hijo de puta que me había arruinado la vida al igual que Karawek.

-¿Por qué haces esto? -cuestione al verlo parado frente a mí, con una sonrisa muerta.

-Wichapas Sumettikul, ¿aún no lo entiendes?

Al escuchar mi nombre, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo; quise abalanzarme hacia él, pero la soga sujetada a mis manos me lo impidió.

-¿Quién mierda eres? -El enojo se comenzaba a apoderar de mi, seguido de la preocupación, ¿dónde estaba? ¿Qué había pasado con Build?

-¡Sin vergüenza! -gritó, abofeteando mi mejilla con fuerza- ¿Cómo te atreves a decir esas palabras en la casa del señor?

Negué cansado, dejando que una sonrisa se formará en mi rostro, cayendo en cuenta con que tipo de persona estaba tratando. Pero ¿Por qué no sentía miedo en absoluto? ¿La adrenalina se estaba apoderando de mi cuerpo o la locura me estaba cegando?

-¿La casa del señor? -Dejé escapar una risa incrédula- ¿Qué señor? ¿El tuyo o el de los católicos? -Lo mire con rencor, una vez más, estaba frente a un falso creyente.

-El mío es el único que existe, no hay más. -bramo el contrario-. Pero no te culpo, solo eres una pobre alma en desgracia, a la espera de ser salvado.

-¿Por qué no me dejan en paz?

-Por qué la pobre Karawek nos pidió que salvaramos tu alma, ¿lo recuerdas? -Dan comenzó a caminar en aquella habitación, admirando las cruces en color dorado qué adornaban las cuatro paredes-. Pero no tuvimos éxito, por eso, hoy terminaremos lo que comenzamos hace unos años.

Pronto, en la habitación entraron un par de hombres, los cuales me tomaron por los brazos, obligándome a ponerme de pie, arrastrándome entre los pasillos de aquel templo que tantas veces se había presentado en mis pesadillas.

Me negaba a mostrar miedo, de hacerlo me volvería débil, lo que implicaba no saber sobre el paradero de Build.

Podía sentir como mi cuerpo empezaba a sudar, mientras los déjà vu aparecían en cada rincón del lugar.

Fui arrastrado hasta el altar, siendo observado por personas que vestían túnicas café, seguido de Dan, el cual aún portaba la túnica blanca que tenía en la iglesia de Bangkok.

Todo me parecía irreal. Después de tantos años, me encontraba en el mismo lugar donde presencié lo más horrible que podía llegar a ser el ser humano, encontrándome entre la multitud una cara conocida, una persona a la cual había tratado de perdonar por sus errores... Karawek.

-¡Hoy, nos encontramos reunidos, para salvar en su totalidad a este joven, el cual, una vez más, cayó en el pecado! -habló Dan, haciendo que las personas levantarán las manos, rogando al techo.

En ese momento palidecí, recordando vívidamente la voz que en aquel entonces hablaba tras un altavoz, escondido en algún lugar del templo. Era el mismo, Dan era el mismo encargado de hace años atrás.

Apreté la mandíbula, sintiendo el ardor del enojo recorrer todo mi cuerpo. Era una desgracia qué estuviera amarrado, de lo contrario, estaría matando a golpes a ese bastardo.

Comenzó a decir un sinfín de cosas, alentando a sus perros seguidores a creer en ese falso Dios en el cual había creído. Mi mirada viajaba de Dan a Karawek. Esa mujer que me había adoptado, esa que en su momento le temía por la dominante imagen que tenía, esa misma que ahora se veía deplorable, débil y enferma.

-¡Quítenle su sucia ropa! -ordenó Dan, haciendo que sus hombres obedecieran al instante.

No me había dado tiempo de percibir el frío, pues el primer golpe con el rosario de espinas fue impactado contra mi piel.

Me negué a gritar o quejarme del dolor, no quería aumentar su satisfacción al verme sufrir, provocando qué los golpes cayeran uno tras otro, ya no solo de aquel rosario, si no de las propias manos de los presentes.

Karawek, por el contrario, solo se mantenía observando la escena, con las manos cubriendo su boca, derramando lágrimas, tal cual magdalena. Hipócrita.

Finalmente, ya no podía soportarlo, las lágrimas y los quejidos comenzaron a aparecer, no solo por el dolor corporal. De alguna manera, me empecé a imaginar a Build buscándome ante mi ausencia, temía morir y que él esperara mi regreso, o aún peor, que creyera que lo había abandonado, que lo había dejado a mitad del camino.

Quería verlo, fuese por una última vez, pero prefería no pedir por ello, no soportaría verlo en este lugar.

De la nada, mis ojos fueron vendados, mientras murmullos se escuchaban a lo lejos y los golpes dejaban lentamente de ser dolorosos, supongo me encontraba en medio de la inconsciencia. El delirio.

Dulce Tentación ✟ [Biblebuild] CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora