Capítulo 3

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Carolina

—Buenos días, Señorita.

Desde que contraté a Anna, siempre me la encuentro en el ascensor para comunicarme los pendientes del día; me agrada su eficacia. Le brindo los buenos días y nos ponemos a organizar mi agenda mientras caminamos a mi oficina, volteo a ver a mi secretaria, percatándome que tiene un nuevo corte de cabello, al hombro como el mío y le hago un cumplido, lo que ocasiona que sus mejillas se tiñan de rosa. Me adentro a mi oficina, me coloco en la silla para poder iniciar con los pendientes, seguir viendo detalles de mi próximo caso.

Dos toques en la puerta me sacan de mis cavilaciones.

—Buenos días, cariño —Esa voz...

—Hola, papi. ¿A qué se debe el honor? —mi tono es dulce.

Sus ojos brillan con profundo amor, lo amo. Sin imaginarlo, mi mente viaja a lugares donde no deseo. Mi familia lo es todo para mí, no puedo perderlos por mi novio, me moriría. ¿Qué hago dios? Dime que hacer.

—En quince días será tu cumpleaños y él... —Su voz se quiebra un poco.

—Lo sé —Suspiro con un deje de melancolía.

—Bueno... —se sienta frente a mí. Murmura un lo intenté, pero no tengo idea a que se refiere. —ese día necesito hablar contigo y tu madre, podrá cambiar las cosas entre nosotros. Pero te aseguro mi amor, —estira su mano sobre el escritorio para tomar mi mano y estoy sintiendo ansiedad.

—¿Qué pasa papi? —pregunto con voz temblorosa.

—No es nada malo mi amor. Pero te conozco y te enojarás. Aun así, te amo y es por tu bien.

—¿a qué te refieres?

—Deberás esperar hasta ese día, ¿podrás mi amor? —su voz sale en un hilo.

Esto es extraño, mi padre no es una persona que demuestre temor, quiero saber más, no obstante niega con su cabeza a la vez que con su voz y me dice que debo esperar. Sin más, se acerca a mi silla, me da un beso en la coronilla y cierro mis ojos disfrutando el momento.

—Papá, —estoy dubitativa. —Yo... —paso saliva con dificultad. —también tengo que hablar con ambos. —es ahora, no puedo seguir postergando lo inevitable.

—¿Estás embarazada? —cuestiona.

—¿Qué? ¡No! —lo veo suspirar. Como si le quitara un peso de encima, relaja su cuerpo. —Pero es algo que no les he contado y necesito decírselos.

Asiente y se despide de mí, antes de salir por la puerta me dice que me ama y que no olvide lo de mañana. Antes de cerrar la puerta por completo me observa, sé lo que piensa, yo igual.

Después de que mi papá se fue, decido partir a casa, tengo un mundo de cosas en mi cabeza y necesito estar en el único lugar donde me siento segura.

Septiembre es el peor mes para mí, debería de ser un mes de celebración, pero se ha convertido en una tortura a lo largo de los años. Jamás, imaginé en mi vida, odiar mi fecha de cumpleaños, pero es así, la aborrezco.

La culpa es tan palpable, arraigada, clavada hasta lo más profundo de mi corazón. Desearía tener el poder de regresar el tiempo para tenerla a mi lado; o quedarme a vivir con ella, la extraño, la necesito.

No fue tu culpa.

Lo fue, fue toda mi maldita culpa. Me odio con todo mi ser.

Suspiro con pesadez, arrastro mis pies desde mi oficina hasta la cocina de mi apartamento, para tomar una taza de café. Eso es todo, no llevaré mi mente al pasado, nada bueno resulta de hacer eso. Ahora tengo un problema mucho mayor; uno que tengo que pelar con mi conciencia y mis amigas, ambas partes de mí dicen que no debo de decirle nada a mis padres, de mi actual novio, pero sobre todo de dejarlo.

NO ME DEJESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora