Capítulo 18

295 31 17
                                    

Conan

Vivirás conmigo...

Vivirás conmigo...

Las palabras dichas hacen eco en mi mente sin cesar. Me encuentro en un bucle, una y otra vez se repite lo que salió de mi boca.

¿En qué demonios pensaba?

Estas cosas me pasan solo a mí, por no pensar con cabeza fría. Carolina es una tentación andando para mí y yo todavía voy a ponerme justo enfrente. ¿Vivirás conmigo? ¿Cómo se me ocurrió semejante palabra? Esto será un desastre colosal.

Nadie puede juzgarme por estar preocupado con su seguridad. Vivir conmigo en mi pequeño gran cuarto de pánico es la mejor opción para ella ahora. No hay lugar más seguro que mi pent house, nadie puede entrar sin pasar por demasiados códigos de protección. Mi obsesión por mantenerme lo más protegido posible, hacen de mi hogar un lugar inquebrantable.

Eso no quiere decir que no esté inquieto y que justo ahora quiero entrar en pánico. Por Dios —suspiro— ella me atrae de sobremanera. ¿Cómo sobreviviré a tenerla a mi alrededor y no poderla tocar? Eso es justo lo que me preocupa, la tentación qué es, lo hermosa y ese culo espectacular qué tiene, se lo he visto pocas veces en mi vida, pero me maten si miento, deseo de manera desesperada darle de nalgadas.

Jesús, Conan, no vayas por esos rumbos.

Estoy aparcando justo en el hotel donde se hospeda mi prometida. Pidió tiempo y se lo di, un día entero es más que suficiente para calmarse un poco, así mismo comprender que corre peligro.

No me detengo en la recepción. Solo llego al ascensor subiendo directamente a su habitación. Los guardaespaldas qué la siguen desde hace semanas me saludan cuando llegó a su puerta y siendo franco me alegra que no se negara a traerlos con ella.

Toco la puerta con más insistencia de la que debería, pero estoy nervioso. Carolina abre la puerta y tiene un aspecto bastante deplorable, se nota que no ha dejado de llorar, sus ojos enrojecidos e hinchados son la prueba de ello.

—¿Qué haces aquí? —espeta. —Creí ser clara con todos ustedes que quería tiempo. —me deletrea la palabra tiempo como si fuese estúpido.

—Tu tiempo se acabó Caro. Te irás conmigo —la veo abrir su boca para decir algo, pero me adelanto. —No está a discusión. Así que mueve tu lindo trasero fuera de esta habitación.

Mi último comentario ha hecho que su bello rostro se tiña de rojo. Jamás me imaginé que una persona pudiese llegar a ese rojo intenso. La veo abrir y cerrar su boca sin decir nada. Solo toma su cartera y llaves pasándome por un costado saliendo de la habitación con la cabeza abajo, me giro para seguirla mirando su precioso trasero, esos pantalones de mezclilla le quedan como una segunda piel, amoldados a la perfección.

Cuando siente mi mirada muy clavada en su culo, se detiene girándose para enfrentarme, elevando su rostro y mano para clavar su dedo índice en el centro de pecho. Es tan pequeña que da ternura, me dan ganas de meterla en el bolsillo de mi saco.

—Deja de mirar mi trasero Conan. —Sisea.

Nos miramos fijamente, por alguna extraña razón, siempre que nuestros ojos se conectan, se convierten como imanes incapaces de despegarse con facilidad. Sus ojos mieles son mi perdición. Ayer qué estaba en la oficina, cuando me tomé el atrevimiento de acercarme a ella, como cazador a su presa, pude notar unas bellas motas de color verde.

Jamás en todos los años que llevo de conocer a Carolina me había percatado qué sus ojos tenían esos pequeños puntitos verdes. He de admitir que son preciosos.

NO ME DEJESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora