Capítulo 22

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Carolina

¿Qué?

Oh Dios mío, esto no puede estar pasando. ¿Compromiso? ¿Fiesta?

La madre de Conan parecía animada y muy feliz, en realidad todos los padres se encontraban así. Yo, por mi parte, estaba entrando en una crisis nerviosa, comenzaba a hiperventilar. Mire a Conan de soslayo encontrándolo de la manera más neutral posible, no había rastro de enojo, frustración o simplemente sorpresa. ¿Lo sabía?

—Perdone, ¿Qué dijo? Es una broma, ¿cierto? —Las palabras salen de mí antes de poder detenerlas.

Noto como el semblante de la mamá de Conan cambia a uno de desconcierto.

—No. ¿Por qué lo sería? —Cuestiona, pero me imagino que ve mi rostro serio. —Oh. Por. Dios. Lo siento tanto. Ahora mismo termino con esto... yo, yo creí que era tiempo de decirles a todos. Me equivoqué, te ofrezco una disculpa. —habla de manera apresurada, es un poco difícil seguirle el paso.

Niego con la cabeza rotundamente. No pretendía ser grosera con ella ni herir sus sentimientos. No la conozco lo suficiente, pero la primera impresión que me dio me hace pensar que es linda persona. O tal vez sea mi deseo más profundo es que sean personas agradables, que nos podamos llevar bien.

Me dispongo a darle una ojeada al lugar, notando el esmero de su madre en esta celebración, mesas altas con manteles color azul claro, los centros de mesas son arreglos florales en tonos verdes con blanco y amarillos, son preciosos.

¡Hay peonías! Diana sin duda sería feliz aquí.

Me arrepiento de mis palabras dichas, pero más que nada del tono que use.

—Tranquila madre, es solo que nos sorprendiste. Aunque creo que debiste consultarnos antes. —Le habla Conan de manera tranquila, mientras posa su mano en mi cintura.

—Disculpe, es que... que aún no tengo mi anillo, Conan no me lo ha dado y me he puesto nerviosa.

Mi mirada recae en su madre, quién suelta un largo suspiro. Como si lo que acabo de mencionar fuese motivo suficiente para tranquilizarse y quizás no sentirse mal.

—Tienen razón. —menciona mi suegro. ¿Suegro? —Debíamos informarles y detener a tu madre, pero le hacía ilusión. Discúlpanos de corazón, Carolina.

Me sonrojo, porque el señor es intimidantemente guapo, pero también noto el arrepentimiento.

—No pasa nada. Es una fiesta. Celebremos. —indico.

Ya estoy aquí, ya no me puedo retractar. Aunque Conan y yo no hemos hablado del tema, sabía qué sucedería. No he cancelado esta locura cuando tenía la opción, ahora que probé un poco de lo que se siente estar entre sus brazos, es muy difícil decir no.

Halago el trabajo de lo que resulta ser obra de ambas madres.

—Tenemos que hablar —Conan posa sus labios en mi oído para susurrarme y yo me estremezco. Nos miramos fijamente un momento. —En privado.

Solo asiento y soy llevada de la mano. Subimos los escalones del lado derecho de su casa para llegar al ala de esta viendo al fondo una gran doble puerta de madera. Cuando pasamos puedo apreciar lo preciosa que es, la cama tiene un dosel con cortinas color vino. Las sábanas y edredones en blanco, las paredes están pintadas de un verde suave. Aun así, todo se ve varonil, es raro.

—¿Es tu habitación? —Cuestiono y asiente.

Si me lo preguntan, creo que esperaba paredes en negro o gris, jamás pensé en un verde.

Camino hasta llegar a su antiguo escritorio. Fotografías de el de pequeño adornan el espacio, tomo una de ellas y sonrío al ver a un Conan pequeño, es tan lindo. Fijo mi vista en unos bocetos de dibujo.

NO ME DEJESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora