26. Nuestra promesa

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–Esta será nuestra promesa de futuro juntos –me dice ilusionado.

Es un anillo plateado con pequeños diamantes en carril.

–¡Es precioso! –respondo asombrada.

Me lo pone en el dedo anular de la mano derecha y le pregunto:

–Pero, ¿es de verdad?

–Por supuesto, como la promesa.

Nicholas saca de su bolsillo el mismo anillo, aunque sin diamantes.

–Yo también tengo el mío –añade poniéndoselo.

Parece como si fuera una proposición de matrimonio, y en parte lo es porque la promesa es para toda la vida.

–¡Me encanta! –exclamo contenta.

–Entonces, ¿cuál es tu respuesta?

–¡Claro que sí! Me encantaría ser tu novia.

Le doy un abrazo y un beso muy largos antes de que me pregunte:

–¿Te gustan los anillos?

–Son hermosos.

Él sonríe y me da un beso en la frente. Seguidamente, caminamos al centro de Portland para acabar nuestra primera cita por todo lo alto con una buena comida.


Al día siguiente, llegan mis tíos y primos de Canadá. Se hospedan en un hotel de Portland, pero al menos Navidad y Año Nuevo estaremos juntos. Cuando pican a la puerta, bajo a toda prisa emocionada y abro con ímpetu. Mi prima y yo gritamos emocionadas al vernos y nos damos un fuerte abrazo.

–¡Nora! Estás guapísima.

–Tú también, Sophie –sonrío contenta–. Te he echado mucho de menos.

–¡Y yo! –me da un beso en la mejilla.

Sophie tiene veintidós años y estudió la carrera de periodismo, actualmente trabaja en un programa de radio.

–Yo también existo –comenta una voz.

Me giro y veo a mi tío en la puerta.

–¡Tío Roger!

Nos abrazamos y me hace cosquillas, yo me río hasta que mi padre aparece y se abrazan; Roger es el hermano de mi padre y desde siempre han sido uña y carne.

–¡Tía Susan! –exclamo contenta.

Acaba de aparecer por la puerta con Dave, mi primo de cinco años. Él corre a abrazarme y le cojo al aire, le doy muchos besitos y le dejo en el suelo.

–Cariño, ¿cómo estás? –me pregunta tía Susan.

–Muy bien, ¿y vosotros?

–Estupendamente, ya teníamos ganas de haceros una visita.

–Tengo hambre –dice Dave.

–Me he dejado las galletas en el coche –se lamenta.

–Nora y yo podemos ir a por ellas –se ofrece Sophie.

Me coge de la mano y salimos rápidamente por la puerta.

–¿Qué prisa tienes? –pregunto extrañada.

Nos detenemos en el jardín y ella responde:

–Quiero saber cómo te va todo.

–Pues bien, gracias por preguntar.

–Nora...

–¿Qué?

–Te conozco desde que naciste.

Perfectamente ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora