Llego a casa de Nicholas corriendo desde la parada del bus. He tenido que disculparme con mi prima, aunque ella no se ha enfadado porque enseguida ha entendido la situación.
Pico al timbre y enseguida Ethan me abre; tiene aspecto cansado y está sudoroso.
–¿Qué ha pasado?
Entro sin esperar respuesta y camino por la planta de abajo, hasta que él me dice:
–Está en su habitación.
Subo las escaleras a toda prisa y me encuentro a Nicholas fumando un cigarrillo mientras mira por la ventana.
–¿Estás bien? –le pregunto.
Él me mira y vuelve su vista a la ventana sin expresión alguna. Vale, esto es peor de lo que pensaba. Oigo que Ethan acaba de entrar y me comenta:
–Nora, hoy tiene un mal día –y me susurra–: Son los efectos de dejar las drogas.
–Te oigo perfectamente –replica él.
–Nicholas, deja la tontería –contesto–. Apaga eso, es malo para la salud.
–No me digas lo que tengo que hacer.
–Ethan, ¿nos puedes dejar solos? –le pido armada de paciencia.
Él asiente con la cabeza y cierra la puerta tras de sí. Por suerte, los padres de Nicholas se han ido de excursión con unos amigos y no volverán hasta pasado mañana.
–¿Qué te pasa? –le pregunto– Comunícate conmigo, Nicholas.
–Será mejor que te vayas.
Auch, esto ha dolido.
–No quiero.
Él suspira frustrado sin parar de fumar, así que lo único que se me ocurre es una cosa que nunca falla. Me acerco a él y le cojo de la mano, pero él se aparta.
–Nicholas...
–Vete.
–Quiero estar contigo.
–Nora, ahora mismo no soy buena compañía para nadie –me explica–. No sé por qué Ethan se ha molestado en llamarte.
–Porque soy tu novia y quiero que te recuperes –contesto–, así que no me digas que me vaya porque no lo haré.
–Pues muy bien.
–Pues fantástico –replico molesta.
Nicholas apaga su cigarro en un cenicero y se va de la habitación sin decir nada. Sigo intentando controlar mi enfado, pues su comportamiento es debido a los síntomas que provoca su organismo cuando deja de ingerir drogas.
Lo sigo hasta la cocina y veo que coge embutido y pan. Me acerco a él y le pregunto con amabilidad:
–¿Quieres que te prepare un sándwich?
–Tengo manos, no soy estúpido.
–Eso ya lo sé.
–Entonces, ¿para qué preguntas?
Yo bufo frustrada y voy a coger agua para los dos. Intento separar dos vasos que se han quedado encallados, sin embargo, uno se rompe y eso provoca que me haga un corte en el dedo.
–¡Au! –exclamo adolorida.
En menos de un segundo tengo a Nicholas a mi lado mirándome el dedo, inmediatamente, me dirige al grifo y me lava la herida con cuidado. Seguidamente, me pone un paño de cocina en el corte y me dice malhumorado:
–Ten más cuidado la próxima vez.
Hasta aquí ha llegado mi límite.
–¿Puedes dejar de comportarte como un imbécil? –le miro enfadada– Estos síntomas que tienes no son culpa mía, así que no me trates como una mierda porque tú te sientas igual.
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Perfectamente Imperfectos
RomanceNora Davis vive en Portland con su padre y su hermano. Es obligada a retomar las clases después de dos años encerrada en casa, ya que el pasado la atormenta y los remordimientos la carcomen por dentro; le han hecho entrar en un pozo sin salida y sin...