23. Hasta el fin del mundo

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Nicholas

Sus labios se sienten suaves y mojados por el chaparrón que está cayendo, aunque no nos importa. Nora es mi lugar seguro y no me preocupa nada ahora mismo porque estoy junto a ella. Se separa para coger aliento, pero yo junto nuestras bocas de nuevo porque la necesito.

Noto que sonríe mientras nos besamos y aprovecho para profundizar el beso poniendo una mano en su cintura y atrayéndola más hacia mí. Se ríe y yo me separo un centímetro de ella para preguntarle:

–¿Por qué te ríes?

–No lo sé.

Ahora nos reímos los dos y, seguidamente, nos besamos otra vez como si hubiéramos esperado este momento toda nuestra vida, y se siente tan bien...

–Tenemos que irnos –pronuncia.

–No.

La cojo de las mejillas y la vuelvo a besar con más pasión que antes. La necesito como el aire que respiro y no la pienso soltar jamás.

–Te vas a resfriar –se preocupa.

–Pues ya me cuidarás cuando esté enfermo.

Ella se ríe y observa con detenimiento todas las facciones de mi cara hasta que dice:

–Tus ojos azules son preciosos.

Mi corazón da un vuelco, ya no me puedo contener más.

–Tú sí que eres preciosa.

La beso de nuevo con ternura y no quiero despedirme de ella porque sé que la espera me mataría.

–Nicholas...

–Di mi nombre otra vez.

Ella se ríe mientras tapa sus mejillas sonrosadas. Yo le aparto las manos y digo:

–Tu sonrojo me enamora cada día más.

–Para ya...

–Nunca.

Nos sonreímos y le doy un beso en los labios, en la nariz y bastantes en las mejillas que ya he perdido la cuenta. Su cara se torna cada vez más roja a medida que pasan los segundos, así que le pongo una mano en la cintura y con la otra le cojo las piernas para levantarla del suelo.

–¿Qué haces? –sonríe.

–No quiero que te resbales, está todo mojado.

–Me da igual.

–A mí no, no voy a permitir que te hagas daño.

Ella sonríe y me da un beso en los labios. Esta chica es mi perdición, sin duda alguna. La cargo hasta la parada de bus y la dejo sentada en el banco con cuidado.

–Gracias, pero no hacía falta.

–Para ti lo que sea –respondo acariciándole las mejillas–. Dime lo que quieres y yo te lo concedo.

–Solo te quiero a ti.

Esta chica va a hacer que tenga un paro cardíaco. Estoy loco y perdidamente enamorado de Nora Davis, ahora más conocida como mi Noris.

–¿Por qué me miras así? –me pregunta con una tímida sonrisa.

–Porque me vuelves loco y a la vez me das paz.

–¿Eso es bueno?

–Demasiado.

Le pongo un mechón detrás de la oreja y la beso de nuevo con mucha delicadeza. Ella coloca su mano detrás de mi cuello y me acaricia el pelo; es la mejor sensación del mundo y no quiero que se detenga nunca.

Perfectamente ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora