Capitulo 8

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Después de un tiempo ha logrado acostumbrarse al hospital. En las horas más tranquilas le permiten salir y caminar por los pasillos, cosa que Will agradece.
Encerrado en aquella habitación su mente no dejaba de volver a los mismos escenarios, ahora, siendo abordado por otros pacientes o simplemente tomando el sol en un par de pequeños sillones los días le parecen más reconfortantes.

Pero por ventaja o infortunio todo debe terminar. Cargando en una mochila todos sus objetos personales esta vez avanza por los pasillos sin intención de volver atrás. El Dr. Sutcliff autorizó su salida esa mañana y Will no tiene intención de esperar a que alguien más se entere de ello.
Tarda en adaptarse a la luz del exterior, dejando que sus pies lo lleven por aquellas apenas conocidas calles.

Le parece extraño encontrarse en Baltimore sin tener algún caso pendiente. Desconoce que tan atareado esté su equipo, pero desde aquel día que Jack lo visitó no han llegado más expedientes a sus manos. Una vez retome su rutina decidirá qué tan conveniente sería pedir una baja permanente y solo quedarse dando clases en la Academia.
Al pensarlo lo invade la amargura.
En todo el tiempo que su mente tuvo para repetir los casos resueltos recuerda con exactitud como el último cadáver olía a Madera de Cedro. El mismo aroma que percibió en el cuerpo de la chica incrustada en la cornamenta. Sabe que no puede ser una coincidencia y el tener aquella pista probablemente no le deje marcharse tan fácil.

Perdido en sus deducciones se detiene frente a una casa conocida. No esperaba que Hannibal viviera tan cerca. Avanzando hacia la entrada trata de ver si está ocupado, pero al observar furtivamente por sus ventanas no encuentra signos de vida. ¿Tal vez no esté en  casa?

Esos días que lo visitaba en el hospital nunca le preguntó por sus horarios de consulta o siquiera cuáles eran sus pasatiempos. En cuestión de lo primero, a veces cuando llegaba traía consigo diversos aromas que no le combinaban, algunos dulces, otros amargos y ¿Moho? por lo que fácilmente llegó a la conclusión de que se trataba de sus pacientes… sobre su tiempo libre, no duda que sea del estereotipo adinerado que juega golf y práctica caminata con otros hombres del mismo estatus social.

Plantado frente a la puerta principal duda en tocar el timbre. No le gustaría interrumpir en caso de que esté trabajando al saber de primera mano lo que se siente cuando lo hacen.
A pesar de ello, su brazo se mueve más rápido y termina realizando el llamado. Bueno, si nadie sale en cinco minutos simplemente se dará la vuelta y tomará un taxi a casa.

Un buen platillo conlleva mucha anticipación.
Con Will en tratamiento no se encuentra totalmente inspirado para exponer una buena obra al espectador. Ningún otro agente podría detallarla tan bien como él, no obstante, se ha comprometido a realizar un festín dentro de tres días y debe conseguir todos los ingredientes.

Mientras espera que el somnífero se vaya por completo de su presa aprovecha el tiempo para acomodar la mesa de trabajo. De él obtendrá un buen hígado, pulmones y dependiendo del tamaño podría considerar el corazón.
Ajustando los guantes se queda inmóvil al escuchar el timbre, mientras cada fibra de su cuerpo se pone en alerta. No esperaba visitas.

En los escasos segundos usados para lavar cuidadosamente sus manos trata de pensar en quién podría ser la persona del exterior, si alguno de sus pacientes se ha dignado a tocar la puerta principal tendrá que hablar seriamente con él.
Saliendo con precaución del sótano, agudiza sus sentidos al cerrar la pequeña compuerta para evitar que algún sonido pueda ser el delator de aquel recinto que tanto se ha esmerado por ocultar.

Uno no decide de quién se enamora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora