52. Padre e hijo

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Llegó luego de conducir varias horas. Estacionó su auto en el edificio que ya se conocía. Bajó apoyándose en su bastón y caminó hasta el ascensor. Presionó el botón del piso cinco y esperó. En cuanto las puertas se abrieron caminó por el pasillo lentamente hasta llegar a la puerta del apartamento de su hijo. Tocó el timbre.

Liam escuchó sentado en el sofá y rápidamente se levantó a abrir. Del otro lado, su padre esperaba. Su cabello castaño pintado de canas en varias zonas, de piel arrugada y de ojos verdes como los de él. –Papá.

—William. –Sonrió y lo estrechó en un abrazo. –Es bueno verte. –Le dio algunas palmadas en la espalda y el muchacho lo dejó pasar. –No te escuché bien cuando llamaste. –Se sentó en el sofá y William, fue directo a la cocina para ofrecerle algo de tomar. –Gracias. –Dijo mientras bebía el agua que su hijo le sirvió. –Dime, ¿Qué pasa?

—Papá yo... sé que soy un desastre. Has tenido razón desde el comienzo... soy un "bueno para nada". –Dijo sentándose al lado del viejo y agachó su cabeza.

—Eso no es cierto. –Contestó. –Me debo disculpar por eso. William tienes talentos con los que yo a tu edad, soñaba. –Pasó su mano por el hombro de su hijo y sonrió. –Sé que soy duro contigo, pero es que me recuerdas más a mí de lo que deberías, y no eres como yo. Tú eres mejor.

—Papá perdóname. He sido cruel. –Su voz se quebró y derramó un par de lágrimas. –Sé que mamá no habría querido que yo peleara tanto contigo.

—Es pasado. –Matthew sonrió. –William, eso no es lo que te preocupa ¿Cierto? –Negó y se dejó abrazar por su padre. –Puedes decirme hijo.

—Sé que te decepciono constantemente. Cuando comencé a fumar y beber... —Tragó saliva. –No me justifico, pero necesitaba a mamá.

—Lo sé, mi Cath, todos necesitábamos a tu mamá y más tú, el más pequeño de todos nuestros niños. Sus besos sanaban cualquier corazón roto y todas las rodillas raspadas del mundo. Incluso las heridas más profundas. Hagamos una cosa. Si me cuentas tu historia, te diré la mía.

—Me había enamorado, papá. Para ese entonces mamá enfermó con ese cáncer... yo... me enamoré. Pero ella resultó ser mala para mí, después de amarla llegué a odiarla mucho. Peleé en bares por ella, me enseñó a fumar... Kerabeth me traicionó... Se fue detrás de mi mejor amigo. Me rompió. Tú me lo reprochaste, y...

—Perdóname. –El viejo estaba a casi nada de llorar al igual que su hijo. –No soy como lo era tu mamá, sé que soy tan difícil como tú. Eres explosivo, tienes chispa, eres el que más te pareces a mí y no quiero que seas como yo. No debí decir tanto que eras un "bueno para nada". ¿Sabes que por varias noches fui a oír como tocabas en aquel bar? Estuve ahí también cuando un sujeto estaba robando tus canciones, peleaste y creo recordar que le rompiste la nariz. –Rió un poco. William alzó su vista y miró a su padre. –No pude dejarte a tu suerte, siempre estuve vigilándote, William.

—Papá, cuando llevé a Magnolia a casa, te mentí. Ella no era mi novia, era solo una chica con la que tenía un trato. Necesitaba dinero y, no estoy orgulloso de ello, yo había aceptado una apuesta sobre que podía ser su novio, vivir y acostarme con ella a cambio de unas noventa mil libras. –Soltó el aire con pesadez. –Ella me odia, se enteró... requería de una suma grande y me propuso fingir ser mi novia para... pagar sus deudas. No sé en qué punto me acostumbré a su presencia, ella siempre estaba ahí para gritarme, para todo... Y me gustaba. Papá sí me acosté con ella. –Dijo rápido. –pero me enamoré. Ella me pidió que la amara y eso hice. –Quería llorar nuevamente, se pasó las manos por el cabello despeinándolo más. –La amé como ella quería que lo hiciera y no fue malo como creí que sería. –Juntó sus manos inclinándose hacía al frente. Jugaba con sus pulgares. –Quería acabar con el trato porque tenía miedo de lo que me estaba haciendo. Pero cuando ella me pidió que solo le diera mi amor, quise hacerlo. Quería que se quedara... y lo arruiné. Creí que... ella... me había traicionado y la eché de aquí. Ahora no quiere saber nada de mí y la extraño.

—William. –Suspiró el viejo a su lado. —Aún puedes arreglarlo.

—Lo arruiné todo papá, tenía algo real con ella y lo lancé a la basura por una mentira. Lía solo tenía que mirarme para hacerme sentir vivo.

—Una vez le rompí el corazón a tu madre. –Confesó. Liam lo miró y Matthew alzó los hombros. –varias veces. Yo me iba de su lado porque creía que así la mantendría a salvo. No quería verla sufrir, pero yo le causaba más sufrimiento. ¿Sabes quién me convenció de no volver a hacer esa tontería?

— ¿Quién?

—Tu tía Rose. La mamá de Roger. Ella fue la que me dijo que no fuera tan cabeza dura. Que sentara cabeza y que dejara las inseguridades. Creo recordar que también me golpeó. –Rió un poco con cierta tristeza. –Uno de los días más tristes de mi vida fue cuando no pude salvarla. Nunca les conté cómo murió. –Suspiró. –se entrometió para que unas balas no me alcanzaran en un enfrentamiento armado de dos bandas. Murió en mis brazos. En sus últimas palabras me pidió dos cosas, la primera es que siempre fuera sincero con respecto a lo que sentía y la segunda, que cuidara a Roger. Le hice caso, busqué a tu madre. Tuve suerte, ella iba a casarse con otro, pero la rapté de su boda como todo un caballero. Confesé lo que sentía, luego busqué a Roger. Quería cumplirle esas dos cosas a Rose. Ahora cúmpleme tú una de esas cosas. Sé honesto con respecto a lo que sientes por esa chica. Búscala, búscala y vuélvela a buscar. Jamás te vi tan feliz como esas breves horas que te observé con ella.

—Papá. –Sus ojos estaban llorosos nuevamente. Sorbió un poco por la nariz y apoyó su espalda en el sofá. –No sé cómo hablar con ella. Me odia.

—Dale un poco de tiempo, no demasiado. Después habla con el corazón. Si ella te ama, va a perdonarte. Pero la única salida es ser honesto, y no creas esas tonterías de que si amas debes dejar ir. Jamás.

—Fui grosero con ella, fui muy grosero desde que la vi por primera vez. Le dije cosas horribles, ella me confesó muchas más de su vida y yo solo estaba siendo egoísta porque quería tenerla. Cuando rompí el trato... Ella había tenido un mal día. La escuché llorar. Ni siquiera le expliqué por qué daba por terminado nuestro acuerdo.

—Entonces dale ese porqué. Se ha de estar preguntando la razón. Ella pidió que la amaras, lo que se me ocurre es que ella ya lo hacía y solo quería sentir lo mismo de ti.

—Lo sé. Papá ella hizo todo por mí. Me odiaba, sí. Pero fue la única que me escuchó en serio en mucho tiempo. Cuidó de mí... siempre que cocinaba dejaba un plato servido en la mesa para cuando llegara. Recogió el tiradero que era este lugar. –Rió. –Me abrazó muchas veces... y me entregó su cuerpo.

— ¿Dudas de que llegó a enamorarse? Sus acciones hablan por sí solas.

—No lo dudo.

—Entonces saca tu gen Lancaster, no llores más, sé un hombre y demuéstrale que tú ya no eres un niño, que la amas y que le darás todo de ti.

—Lo haré. Papá ¿Te quedas esta noche? Puedes dormir en el cuarto y yo aquí. Es muy tarde para que conduzcas.

—Pero primero pide algo de comer. Estoy hambriento. –Ambos rieron. Luego de pedir pizza, juntos escucharon música. Cat Stevens con Father and Son les caía como anillo al dedo.

***

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