61. Consejos de amor

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Allen salió de la habitación de su hermana y fue hasta la sala de espera buscando a William y su familia. Terminó por acercarse y les sonrió un tanto cansado. –Magnolia despertó. Está estable, aunque por ahora duerme y se desorientó un poco, pero aunque hay probabilidades de que haya perdido la memoria, no parece ser el hecho. Cuando abrió los ojos recordó a mi papá y a mi también. –Les dijo. –William, quiero decirte que no estoy de acuerdo con mi papá. —Tenía un muy marcado acento italiano que no pasó desapercibido. —No quiero que Magnolia se vaya de aquí, me parece que es feliz en Londres. Me refiero a que es feliz contigo, pero aún así tengo que pensar en lo que es mejor para ella, en su estado delicado de salud...

William agradeció y asintió. —Puedo entenderlo. Quiero verla. ¿Puedes dejarme pasar?

—Está descansando ahora. Yo me quedo esta noche, en la mañana, si me dan el permiso, te dejaré pasar. Me refiero a si los médicos me dejan, mi padre y también, Magnolia. Mi mamá si te dejaría pasar. Le agradas. Ella viene mañana, tal vez puedas preguntarle cuando la veas.

—Gracias. –Allen sonrió al ver a la rubia y Axel notó el gesto. —Será mejor que nos vayamos, tenemos que comer. Yo tengo hambre ¿Ustedes no?

—Buenas noches, les mantendré al tanto. –Antes de darse media vuelta, le dio su número a Liam. —Llama cualquier cosa. Y así guardo tu número y te aviso lo que pase con Mag.

—¿Saben algo del bebé? -Preguntó bastante preocupado.

—Nada aún. Está en observación, pero aún no lo pierde. —Volvió hasta el cuarto de Magnolia y los dejó a los cinco sentados en los muebles.

—Le gustaste a ese chico. –Lena terminó por darle un codazo a Axel y le sacó la lengua.

—No es cierto. Además no quiero ser el cliché de la chica que se queda con el hermano de la novia de su hermano.

—¿Qué? ¿Eso es un cliché? -Preguntó Roger.

—Vamos Lena. -Rió Axel. —Se te quedó viendo como si fueras la octava maravilla del mundo.

— ¿Qué? No es cierto. Ando hecha un asco, en jeans desgastados, y mira mi cabello. –La pequeña coleta de caballo estaba despeinada a más no poder. –Además, no es bueno andar ligando en un hospital. Liam ¿Y si vamos a mi casa? No estamos lejos y hay espacio. Descansamos y venimos todos temprano. –El castaño asintió. En el auto de Lena subieron Roger y Axel. Liam decidió irse con su padre.

— ¿Y?

— ¿Y qué? –Contestó. –Papá, sentí miedo.

—Lo sé. Hablé en serio cuando dije que me disculpaba por hacerte sentir menos. Hijo, ahora, ¿Amas a esa chica?

—Si. Papá, pero mira, la lastimaron por estar asociada conmigo. Creí que moriría.

—Si supieras cuanto te entiendo. –Estacionó frente a la casa de su hija y vio como los demás bajaban del segundo auto entrando. –Pero es un error enorme que la dejes sola.

—Quizá, pero papá ¿Y si ella quiere irse?

—Solo dale un tiempo. No te estanques ¿Si? Ahora entremos o haremos que Lena nos venga a sacar de aquí.

La noche fue larga y sin sueño, los Lancaster se quedaron hablando. Recordaban el pasado, vivían el presente y soñaban el futuro. Entre anécdotas solo reafirmaron lo que ya sabían, eran una familia y pasara lo que pasara, seguirían siéndolo. Liam quería fumar, pero solo se sentó en el patio solo luego de que la mayoría se fuera a dormir. Lena lo vio por la ventana de la cocina mientras comía un bocadillo nocturno, salió sin hacer ruido y se sentó al lado de su hermano. –Recuerdas... ¿Recuerdas cuando mamá y papá nos cantaban antes de dormir y a ti siempre te cantaban dos veces porque le tenías miedo a la oscuridad?

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