28. Novelas eróticas

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Era un sábado normal y Lía estaba en el sofá leyendo, tenía una taza de café a un lado y bebía de ella sin despegar la vista de su lectura, su gusto culposo eran las novelas eróticas y aquel libro estaba realmente caliente con su buena dosis de romance para que todo fluyera de maravilla. Se sonrojaba de vez en cuando y sus labios ponían una breve "o" de sorpresa en algunas ocasiones. Liam no dejaba de verla mientras escribía una canción, le gustaban los morritos que hacía de vez en vez o como se mordía el labio. Tenía curiosidad de saber, así que se levantó de su silla y se acercó. –Por Dios ¿Qué tanto lees? –Liam entre risas le quitó a Magnolia el libro de las manos haciendo que ella saltara del sofá.

— ¡Devuélveme mi libro! –Ella era muy más baja que él, lo alzó por encima de su cabeza viendo como ella saltaba para alcanzarlo. –Por Dios, quiero un sábado sin una de tus niñerías. ¡William! ¡DÁMELO!

—Déjame leer tantito. También me interesa, es que jamás te había visto interesada en otra cosa que no fueran textos universitarios. –A pesar de los golpes de Magnolia a su abdomen, él miraba la hoja que ella estaba leyendo. Se quedó sorprendido de ver como la chica que tenía delante de él, que parecía no tener ni una pizca de deseo en su cuerpo por nada estaba leyendo una novela erótica. Un fragmento en especial le llamó la atención y leyó ignorando los golpes de Magnolia, aunque no pudo avanzar demasiado.

"– ¿De verdad quieres hacerlo?

—No te habría dejado desnudarme si no. –la dejó caer en la cama con suavidad, besó todo su cuerpo, excitándola más, sus jadeos solo lo impulsaban a ir más lejos. Bajó las bragas de la chica e introdujo sus dedos dentro de ella sintiendo su humedad, sus caderas alzándose a buscarlo."

—William, dame mi libro. ¡Maldita sea! –Se comenzó a enojar mucho más y terminó por empujarlo a un lado para que cayera sobre el sofá. Rápidamente se colocó sobre el cuerpo de él manteniéndolo prisionero. —Dámelo. —Lo tenía aprisionado con su cuerpo. Sus piernas a cada lado de su torso mientras sus manos buscaban mantener inmóviles sus brazos.

—No puedo creerlo, te pillé leyendo porno. —Dijo entre risitas él.

—Que no es porno. –Extendió su brazo y logró quitarle el manuscrito. –No interrumpas si estoy leyendo. Era mi momento de relajación, así que... cállate. Tú estabas ocupado escribiendo una canción ¿Por qué no sigues en eso?

—Lo que leí era muy explícito. –Alzó una ceja tentando a la suerte. Miró como estaban los dos sobre él sofá y supo que si no hacía algo, iba a cometer una locura. –Hagámoslo. —Dijo bajando sus manos hasta tocar los muslos de ella con cierta firmeza.

— ¿De qué hablas? –Preguntó ella. Al reaccionar por ver cómo estaban, él tirado en el sofá y ella sobre él a horcajadas, rápidamente se quitó. –No. No. No. Suéltame. No. Eso no va a pasar, ya te dije que no cuando iniciamos este trato, yo no soy la clase de chica que se acuesta con alguien por dinero, no voy a serlo. Fingir ser tu novia es una cosa pero...

—Vamos Lía, ¿No quieres? –Bromeó un poco más con ella mirando cómo se sonrojaba y su respiración se ponía algo loca. –Puedo leer tu librito para hacer lo que hace ese protagonista. Aunque no lo necesito, sé qué tengo que hacer para que disfrutes como se supone que debes disfrutar.

—No, basta. No voy a hacer... eso. No voy a hacer eso. ¡No lo haré! No lo haremos...

—Di sexo, Lía. Vamos. —Debía estar loco, todo eso lo hacía solo para alejarla cuando quería que ella estuviera más cerca. Deseaba besarla otra vez como lo había hecho en Bibury, la sintió vibrar y soñaba con sentirla así otra vez, pero era imposible, luego de ese día soñaba con ella una y otra, y otra vez.

—Cállate. –Sentenció mirándolo con los ojos entrecerrados. Él reía. –Eres un... ¡Agh! –La vio caminar directo a la habitación y encerrarse. Bromear con ella respecto al sexo era divertido hasta cierto límite. Él la deseaba, no lo iba a negar. Puede que aquella forma de bromear era su forma de mantenerse al margen, sabiendo que ella jamás iba a acceder a que él fuera el primero. Se levantó del sofá y caminó hasta la habitación y tocó la puerta. –William, lárgate.

—Lía, solo abre. Perdón, fue una broma. Era una broma. Lo siento. –Dijo suspirando. –Pero... –rió un poco apoyándose contra de la puerta. –Si lo hiciéramos podríamos ganar mucho más dinero. Y no sería desagradable. Eso te lo aseguro, te gustaría muchísimo. –Lía abrió la puerta haciendo que se cayera.

—No, no lo haremos. –Sentenció. –Puede que me contagies la gonorrea. –Respondió a la defensiva. —Así que no digas tonterías.

— ¡¿QUÉ?! –Se levantó siguiendo a Lía por la casa. –No, yo no tengo ninguna enfermedad. Pero piénsalo, si tuviéramos sexo, ganamos más, tú pagas la universidad y tienes para el siguiente semestre. –Lía ya no sabía si bromeaba o no. Los besos que habían compartido, así como las confesiones parecían recuerdos lejanos.

— ¡No quiero acostarme contigo! –Dijo ya desesperada. —No estoy lista para esto Jacob. Dijo rápido y luego se tapó la boca. —Perdón, William. William. Tu nombre es William. Perdóname.

Mencionó a su ex. Ese bastardo que hacía que le pusieran los nervios de punta, le caía mal, mal, lo odiaba. Lo que sea que le hubiera hecho a Lía ella lo odiaba y él escogió odiarlo sin saber por qué. La vio tan afligida que pensó en que podía hacer para cambiar de tema, aunque el tema de "el trato" era lo único que le venía a la mente. —Vamos, tú nos metiste en esto. Y no será desagradable. Otra cosa... Repítete eso hasta que te lo creas.

—¿Qué cosa?

—Eso de "no quiero acostarme contigo, William". —Si lo abofeteaba al menos ella sentiría que recuperaba el control, lo hacía por ella. Al diablo, jamás se había sacrificado tanto por una chica.

—Eres un cretino. –Dijo y volvió a la habitación encerrándose. Quería llorar, pero no sabía por qué. Necesitaba salir de aquellas paredes. –Oye, ¿Me ayudas de nuevo con un trabajo rápido? –Susurró mientras veía el techo. Su celular vibró y ella sonrió. –En serio eres eficiente. Prometo rezar más seguido. –Revisó deprisa encontrándose con un mensaje de su amiga Katrina. En él especificaba que fuera a verla lo más pronto posible y que se preparara para una pijamada ya que necesitaba apoyo femenino. Se levantó corriendo de la cama y preparó un bolso. Se vistió con unos jeans, una camisa y una chaqueta de cuero. Tras calzarse sus botines salió de la habitación.

— ¿Vas a salir? –preguntó curioso Liam. No pudo evitar sentirse particularmente atontado. Ella lucía preciosa.

—Sí, Kat me necesita. No me esperes en la noche. –Ni siquiera le dio oportunidad de decirle que él la llevaba pues salió por la puerta principal tan rápido que no le dio tiempo.

—Bueno. Lástima que no tenga esa novela pervertida. –Dijo entre risas.

***

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