Capitulo IX: ¿Me has visto?

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CAPITULO IX

Ya en la habitación te dejó sobre la cama y sin previo aviso la sesión de besos apasionados continuo. El hombre que esperaba tus indicaciones estaba desapareciendo paulatinamente junto con el poco autocontrol que le quedaba después de todo.

Para ese momento ya te habías cambiado la ropa elegante por algo más fresco, aunque ahora poco importaría porque de un tirón rompió tu blusa por la mitad dejando al descubierto tu pecho.

La suave brisa que entraba por la ventana te caló inmediatamente y la piel de alrededor de los ya endurecidos pezones se erizó. Cuando se inclinó para tocarte, aprovechaste para quitarle la corbata y comenzar a desabotonar su camisa con rapidez.

Llegaste hasta el último botón y enseguida tus manos pasaron hasta la cremallera que emitió un sonido metálico en cuanto la bajaste por completo. Aunque querías sacar el tema de la mascara para poder sentirte satisfecha no encontraste el momento oportuno, su ansiedad de ti lo estaba llevando a un punto frenético entre querer hacerte pedazos y obedecerte hasta el final. 

Estuvo a punto de romperte la falda también pero lo evitaste sosteniendo sus manos. También estabas ansiosa pero casi no tenías ropa propia como para romper todo, sin embargo aunque se quedó pasmado cuando vio tu bonita lencería inferior fue imposible detenerlo, la rompió en dos, exhibiéndole por fin todo tu cuerpo.

Thomas no tenía experiencia, conocía las partes importantes del cuerpo y los lugares que se sentían bien. Tampoco era la primera vez que veía una mujer desnuda aunque en los otros contextos no tenían nada de agradable.

Esta vez en cambio, te admiraba de una manera diferente; la piel viva era mucho más bonita e interesante. Había solo una luz tenue iluminando la habitación pero aun así te avergonzó su mirada fija en esa parte específica de tu cuerpo.
Pero ese hombre no tenía tantos prejuicios, no los conocía y por más atención que pusiera no iba a juzgarte, estaba encantado y más que excitado por la nueva perspectiva de ti.

Sus dedos se aproximaron a tus pliegues, haciéndote contraer un poco. Curioso ante tu respuesta siguió explorando aunque sin ningún ritmo y sin llegar al punto clave.

Lo guiaste con tus propios dedos hasta la pequeña perla provista de terminaciones nerviosas. Obediente tocó con suavidad y de manera gradual, los suaves gemidos comenzaron a salir de tu boca a medida que aprendía poco a poco.

Te dejaste caer completamente en el colchón, disfrutando de su torpe pero delicado toque. Pronto captó los movimientos que más ruido te provocaban y los imitó una y otra vez, cada vez con un ritmo más acelerado.

Poderte escuchar hacer esos sonidos lo llenaba de adrenalina, eran como gemidos de dolor pero diferentes, mucho mejores y con tu dulce voz sonaban como bellos cantos para sus oídos.

Soltabas pequeñas palabras de aliento y halagos por su estupendo trabajo y rápido aprendizaje. Nada le complacía más que poderte hacer feliz y si lo que hacía con sus manos te gustaba entonces él estaba feliz también.

Para ese entonces estabas tan sensible que empujabas las caderas en su dirección con incontenible necesidad. Bastaron solo unos minutos de toqueteo para que tuvieses el primer orgasmo únicamente a base de frotar. Cerraste con fuerza los ojos y curvaste la espalda sobre la cama mientras el escalofrió recorría tu cuerpo.

Sin comprender que ahora estabas hipersensible, continuo complaciéndote ignorando por completo tu orgasmo. Estabas jadeando y casi gritando de deseo, intentaste cerrar las piernas ante la tortuosa sensación pero te lo impedía, quería seguir escuchando tus gritos y todas esas palabras bonitas que decías.

Walk in the sun once more (Thomas Hewitt X Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora