Capítulo XVIII: Consecuencias

1.2K 154 24
                                    

Capítulo XVIII

Las marcas y grietas comenzaban a marcarse más y más en los brazos de Thomas, si no estaba ocupado en el sótano solía rascarse en ansiedad y la urticaria se agravó. A todo eso se le sumaba la exposición a la sangre y cadáveres, no estaba en una buena condición, tampoco era de sorprenderse pero pese a todo te preocupaba verlo así.

No habías querido acercarte a él por lo último que había pasado entre ustedes, su máscara ya no te perturbaba demasiado, de hecho parecía que día con día se convertía en una parte de él. Aunque eso no significaba que te agradara, para ti solo simbolizaba la gradual desaparición del hombre que querías de regreso y un recuerdo amargo.

Aquella vez salió huyendo cuando comenzaste a llorar, te quedaba claro que no estaba listo para regresar a su antigua vida, no podía si quiera soportar tu presencia más de unos minutos. Ahora ya no era solo el sufrimiento por la pérdida del bebé, ahora se sumaba el remordimiento por haber intentado asesinarte. Estaba seguro de que lo odiabas, sin saber que lo necesitabas más que nunca.

Mamá estuvo muy angustiada cuando vio el nuevo collar de moretones que su propio hijo había puesto en tu cuello, y en tu ojo derecho apareció un derrame ocular que en definitiva se veía aparatoso en tu estado de salud tan delicado. Ella misma lo había mandado contigo para tratar de acercarlos, jamás se imaginó que al contrario él intentaría acabar con tu vida.

—Mi niña...—Dijo Luda a tu lado, ella estaba terminando de guardar las sobras de la comida mientras tú te encargabas de limpiar los platos, de nuevo estabas soñando despierta imaginando que tenías un practico lavaplatos o aunque sea jabón para trastes de aroma limón que dejaba tus manos suavecitas en lugar de rasposas y descamadas. Pero aun así la habías escuchado, tus propios deseos te nublaban aunque no lo suficiente para ignorar tu entorno por completo.

—Ya casi termino, no estoy distraída. — Respondiste sin ganas. Luda Mae chasqueó los dientes antes de tomar tu brazo evitando que continuaras con lo que hacías. Te giraste hacía ella mostrándole esa mirada enfermiza de un ojo enrojecido pero completamente en calma y resignación.

—Necesitas descansar, yo me encargo.

—No, yo puedo terminar esto. Además si me voy a dormir ahora no podré conciliar el sueño de noche. —Pero a Luda le importó muy poco, de igual manera te envió a la habitación con su voz maternal pero que al mismo tiempo era tan autoritaria e imposible de replicarle. Continúo con los últimos platos que habías dejado sin ningún problema.

A veces te costaba ser sincera y es que en realidad aunque durmieras de tarde, fácilmente podrías dormir en la noche. Siempre te sentías tan aletargada que si te lo propusieras dormirías tanto como un gato. Sin embargo, estar desocupada solo te hacía pensar y pensar por lo que preferías ocuparte en cualquier cosa.

Subiste a tu habitación a releer cualquier cosa que tuvieras a la mano, incluso ya habías llegado a releer los códigos legales que llevabas en tu maletín tiempo atrás. Eran aburridísimos y ya no significaban nada, habían perdido su utilidad y razón de ser bajo tu nueva perspectiva.

La demanda que habías redactado junto con las copias también las tenías en tu poder, cuando Wilkes murió pudiste convencer a Hoyt de que te las dejara por precaución pero de vez en cuando también las leías y en cada una de esas veces perdían sentido.

El cartel donde se anunciaba tu desaparición y que Stanford trajo por pura burla de la vida también lo confiscaste, lo guardaste bien y cada vez que te sentías desafanada de tu propio cuerpo lo observabas. Veías a la mujer de la fotografía que ya no eras tú, era alguien que se parecía pero ya no te podías sentir parte de ella.

Walk in the sun once more (Thomas Hewitt X Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora