Capítulo XXIII: Plenitud

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Capítulo XXIII

La taquicardia desapareció paulatinamente mientras Thomas seguía sosteniéndote fuerte. Te había llevado a la habitación de nuevo para poder refugiarse en caso de que alguien hubiese escuchado el teléfono timbrar, pero nadie se había acercado, ningún otro ruido fue capaz de perturbarlos.

Lo habías elegido a él por sobre todas las cosas, tus padres, tus comodidades, tu casa, tu profesión y tu dinero. Pensabas que estabas segura pero no del todo, seguías teniendo muy presente ese par de voces familiares que no podían borrarse tan fácilmente sobre todo tras ser testigo de su preocupación.

Ellos querían verte, aunque era muy probable que no lo hicieran de nuevo. Y quizá era lo mejor, darles señales de que seguías viva podía ponerlos en peligro ya sea en lo económico o incluso su propia vida y tú no estabas dispuesta a ello.

Necesitabas saber que tu elección había sido la correcta, que no volverías a arrepentirte, necesitabas silenciar la vocecita por completo, no solo esconderla sino que desapareciera para darte paz.

—Thomas...— Susurraste aun con la mejilla contra su pecho. Aflojó el agarre para que pudieras incorporarte, lo miraste a los ojos buscando una respuesta a tus incógnitas y él estaba muy atento a tus labios a la espera de cualquier palabra que saliera de ellos. —¿Recuerdas cuando te dije que solo podrías besarme cuando dejaras de usar esa mascara?— Preguntaste señalando al rostro muerto que yacía en el suelo cerca de la cama.

Él asintió tarareando su respuesta y un brillo de ilusión apareció en sus ojos. Se preguntaba si ibas a permitirle besarte de nuevo, no un beso forzado como en su momento lo intentó. Sino uno de verdad de esos que le gustaban, donde tú le correspondías y le hacían sentir un cosquilleo agradable en el estómago.

Sonreíste con timidez y al entrecerrar los ojos una lágrima vacilante recorrió tu rostro hasta instalarse en tu mandíbula.

—Bésame entonces, ahora puedes hacerlo— Soltaste casi de manera suplicante, sí ese beso te hacía sentir que había valido la pena todo tu dolor entonces habrías hecho una buena elección y si no, estabas condenada a vivir sufriendo por el resto de tus días.

Antes de actuar impulsivamente se quedó mirándote un momento, tus ojos estaban hinchados por el desvelo, quizá por llorar y el derrame ocular seguía ahí pero te veías linda de cualquier manera.

Su mano se posó en tu cara y te recargaste un poco para sentir más presión, seguía pareciéndote agradable su tamaño en contraste con el tuyo y volviste a sonreír. Con el pulgar limpió la lágrima extraviada antes de bajarse la mascarilla una vez más, esta vez con menor inseguridad de ser visto por ti.

La luz natural que entraba por la parte superior de la cortina cubierta te dejaba apreciar mucho más aquellos pequeños detalles de un rostro enfermo pero al mismo tiempo mucho más sincero y frágil.

Se relamió los agrietados labios ligeramente y sus ojos buscaron los tuyos en busca de aprobación una vez más y al no encontrar negativa alguna se lanzó con suavidad a besarte sin dejar de mirarte.

Una sonrisa divertida apareció en tu rostro al mismo tiempo que le respondías el beso y lo incentivaste a apagar su mirada para mayor disfrute. Finalmente lo hizo, su ritmo cardiaco se aceleró, su pecho sintió una presión en el buen sentido y de nuevo ahí estaba esa sensación agradable en su estómago.

No podía decirte nada, las palabras no salían de su boca como cualquier persona pero su entendimiento iba más allá, ¿podía haber algo más profundo que las palabras? En su caso sí, era algo que no podía tocarse, algo delicioso, una caricia a los sentidos y a un corazón desvalido.

Walk in the sun once more (Thomas Hewitt X Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora