Capítulo XXIX: Hombre convencional

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Capítulo XXIX

Todo estaba oscuro y en calma, sentías que estabas flotando en una nube suave y cálida. No es que alguna vez hubieses tocado alguna, pero desde lo lejos así parecían; agradables y cómodas como un colchón nuevo. Luego tus manos sintieron la delicada fibra de una sábana, tus dedos comenzaron a moverse aun en la oscuridad, tentando el espacio alrededor de ti hasta que sentiste a alguien a tu lado.

Abriste lentamente los ojos encontrándote con lo contrario a oscuridad; te cegaste ante un escenario tan luminoso qué sólo veías blanco.

El calor que emanaba de la persona a tu lado te tranquilizó por unos segundos. Te giraste para mirar pero la contra luz seguía ofuscándote, viste su ancha espalda y sonreíste ligeramente cuando creíste haberle reconocido.

Tú mano se posó son delicadeza sobre él, no llevaba ropa y era áspera pero no había cicatrices conocidas.

Emitió un quejido tras haber detectado tu toque y se removió en su propio lugar.

—¿Thomas?— Preguntaste en un susurro apenas audible y con voz ronca, como si llevaras mucho tiempo sin hablar.

—¿Hmm?— Contestó en una voz que no reconocías. Se giró hacía a tu lado y reprimiste un grito ahogado —Buenos días— sonrió al verte despierta, tenía dientes perfectos y un rostro afilado, mandíbula marcada y cabello desordenado color castaño pero visiblemente bonito.

Acarició tu mejilla e intentaste apartarte sin éxito, luego te dio un beso en la frente.

Era Hayden.

—Estás pálida, ¿te sientes bien?

Te limitaste a asentir y luego te levantaste para sentarte en la orilla de la cama.

Trataste de aclarar tu mente pero era muy poco claro. Solo bastaron un par de minutos para que recordarás haber sido apuñalada, sin embargo, no recordabas el momento en que perdiste la conciencia. Te llevaste la mano al abdomen donde debería estar la herida, luego te levantaste con rapidez para verte en el espejo, solo hasta ese momento te diste cuenta que no estabas en tu casa, era la casa de Hayden.

Corriste hasta el baño y te desnudaste, no había cicatriz, no tenías estrías. Te tocaste la cara y tampoco sentiste nada, te miraste en el espejo qué estaba sobre el lavabo pero tu rostro era normal.

No tenías ojeras ni cicatrices, solo un poco de maquillaje corrido.

Tú corazón latió con fuerza y sentiste que se te iba el aire.

El ruido en la puerta te hizo brincar del susto.

—Preciosa ¿Estás bien? Me estás asustando, ¿quieres una pastilla o algo? —Dijo Hayden del otro lado.

Te aclaraste la garganta antes de hablar y recogiste tu ropa.

—Estoy bien— Respondiste con voz trémula.

—¿Segura?

—Sí...

—De acuerdo, hay suficiente agua caliente si te quieres bañar. Voy a preparar algo de desayunar.

Tarareaste una respuesta positiva y luego lo escuchaste marcharse.

Te apresuraste a abrir la regadera, solo abriste la llave caliente y mientras esperabas te volviste a mirar en el espejo. No te reconocías, eras como una persona diferente en un mundo diferente.

Nada parecía real hasta que viste el vidrio empañarse de vapor.

Tocaste el agua y te dolió, estaba muy caliente al grado de enrojecer tus dedos qué se veían bastante sanos. No tenías ampollas y tampoco sarpullido, se veían lindas y suaves.

Walk in the sun once more (Thomas Hewitt X Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora