best friends

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Su sonrisa llegaba hasta mí a través de la poca distancia entre ambos. Una sonrisa demasiado bonita como para desgastarla, pero él quería dármela a mí y sólo a mí; haciendo que miles de mariposas revolotearan en mi estómago. Luego tomó mi mano, y sentí que podía tocar el mismísimo cielo. El corazón se me aceleró cuando él puso mi nombre en sus labios y la sonrisa se expandía ahora por mi rostro.

— ¿Quién más puede hacerte sentir esto? —me preguntó, con su voz de terciopelo.

Era la primera noche que soñaba con él, con Kevin. Suspiré con la cabeza enterrada en la almohada y mi suspiró se convirtió en un vapor cálido que me pegó en todo el rostro. Alcé la cabeza y pude sentir algunos que otros cabellos despeinados a cada costado de mi cara. Hoy era sábado. Recordé angustiada el sueño y llegué a la conclusión de que tenía que contarle esto a alguien porque si no, explotaría tarde o temprano.

Me levanté y arreglé en media hora y tecleé en el celular el número de Óscar, ¿quién mejor que él para entender toda esta locura?

— ¿Hola? —me contestó, del otro lado de la bocina.

— Óscar, ¿podemos vernos hoy? —pregunté.

— Claro, dime en dónde y a qué hora —accedió.

— En la plaza, en una hora y media, ¿está bien?

— Perfecto, ¿puedo preguntar para qué? —curioseó.

— Te digo cuando te vea.

— Está bien.

Trunqué la llamada y me apresuré a salir del departamento, seguro tardaría más de una hora y media si no me daba prisa. Aunque llegar por mis propios medios me costaría trabajo. Tomé un taxi que tardó casi los sesenta minutos en llegar y pagué con el dinero que había salido de mi bolso o que, mejor dicho, Nailea había colocado allí para mi uso, debido a que solía salir sin efectivo. Bajé y me adentré en el motín de gente que circulaba bajo el cielo grisáceo como el día de ayer, y me senté en una banquita gris que estaba vacía por puro milagro, como si aguardara por mí.

Le regalé un suspiro al aire y luego miré hacia arriba, a lo mejor llovería hoy. Los nubarrones grises que surcaban el cielo se veían considerablemente amenazadores. Empecé a divagar entre mis pensamientos, mientras esperaba por Óscar; quien hasta el día de hoy se había vuelto casi mi mejor amigo, nos contábamos todo y esta vez, no sería la excepción. Estaba dispuesta a decirle con punto y coma todo, y eso incluía aceptar que Kevin me atraía y bastante.

A la media hora Óscar apareció entre el tumulto de gente, su suéter color vino y su cabello rizado fue lo que alcancé a distinguir primero.

— ¡Óscar, acá! —manoteé para que me viera y no sólo logré llamar la atención de él sino de algunos otros que me miraron extrañados. Óscar me alcanzó a mirar y se acercó.

— ¡Hola! —me sonrió, haciendo notar sus pómulos.

— Qué bueno que llegaste —dije y lo jalé de la mano para sentarlo conmigo.

— Dime, ¿qué pasa?

— Bueno, tengo un muy, muy, grave problema —farfullé.

Sus cejas se elevaron al mismo tiempo en un gesto de sorpresa pero luego pasó a ser un ceño fruncido bañado de un matiz de preocupación.

— ¿Qué tipo de problema? ¿Qué es? —inquirió, visiblemente atento.

— Bueno, ¿prefieres que te lo diga sin tantos rodeos? —pregunté, a lo mejor así era más fácil para mí.

Asintió.

— Creo que me gusta tu hermano —dije, casi hablando entre dientes, consumida por la vergüenza.

𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora