the perfect couple

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El sueño abrumador me despertó, una pesadilla que me perló la mayor parte de la cara de un sudor frío y que me obligó a abrir los ojos casi tan precipitadamente como me paré. El horrible accidente que mis padres habían tenido se había proyectado esa noche en mis sueños. Miré el reloj, aún con los nervios de punta. Eran las siete con cuarenta y dos minutos. Suspiré y me levanté de la cama, había dormido con la misma ropa con la que había llegado, así que me di una rápida ducha y luego me cambié. Salí a la cocina, Nailea aún no se despertaba, así que me dio tiempo de prepararle el desayuno. Cociné un par de huevos fritos y unas salchichas con un pedazo de tocino, luego preparé un jugo de naranja.

— ¡Mmm! ¿Qué es eso que huele tan delicioso? —salió de su habitación directo hacía la cocina y luego me sonrió.

— Quise prepararte el desayuno —le puse el plato en el pretil.

— Aaww —exclamó—. Es maravilloso tenerte aquí.

Ambas reímos y luego nos pusimos a ingerir todo lo que había salido del sartén.

— ¿Qué planes tienes para hoy? —me preguntó.

— Creí que tú ibas a hacer mi agenda de este día —dije, confundida. La grande sonrisa de la que ella era dueña se expandió por su rostro.

— Sólo quise asegurarme de que no la hayas olvidado —rió de nuevo—. Te llevaré por las mejores tiendas de ropa que jamás hayas visto —la emoción saltó a sus ojos.

— Genial —musité. Ropa. No era una adicta de la moda o algo por el estilo, por lo tanto nunca me emocionaba tanto ir de tienda en tienda hasta encontrar el atuendo perfecto; pero a Nailea siempre le había gustado y tenía un excelente gusto en ropa. Cada vez que íbamos a alguna tienda, era ella la que terminaba con más de cinco bolsas en la mano.

Hacía frío, un gélido aire vagabundeaba por la atmósfera de Pachuca mientras que mi mejor amiga y yo caminábamos por sus calles.

— ¿Cómo pasó lo de Juan Carlos? Eso jamás lo supe —me dijo y le miré extrañada—. Quiero decir, que nunca supe cómo lo olvidaste.

— Oh, bueno, simplemente decidí superarlo y ya —me encogí de hombros y me quedé mirando através de una vitrina un hermoso saco lila. Mi color favorito. El reflejo de Nailea se dibujó a mi lado en el vidrio y una repentina curiosidad vino a mí como una ola del mar.

— Dime, Nai, ¿cómo conociste a Kevin? —musité sin mirar el rostro de ella y fingiendo que observaba detenidamente el bello saco del aparador, nerviosa. Algo definitivamente raro.

— En el gimnasio, un día lluvioso —suspiró como si de pronto volviera a ver el recuerdo nítido en su mente y se perdiera en él, entonces la miré—. Se acercó y hablamos un poco, ¡él es tan gracioso! —suspiró— Me contó que era de Colima, que allí había nacido y que había venido a Pachuca por lo mismo queyo: entrenar fútbol. Y justo coincidimos que ambos estabamos buscando olvidar amores del pasado, sin embargo hasta la fecha no me ha dicho qué fue lo que le pasó... —se perdió pero luego volvió a retomar el curso animoso— Luego de reírnos un rato, me pidió mi número de teléfono y en la noche del mismo día me llamó —sonrió—. Sólo quería desearme buenas noches —suspiró, teatralmente.

— Suena... como a un cuento —sonreí.

— Me siento como en uno —sonrió también— ¡Dios! ¡Estoy tan feliz! —me abrazó, completamente llena de emoción; cosa que siempre hacía cuando estaba así.

— ¿Cuántos años tiene? —pregunté, retirándome de su abrazo.

— Veinticuatro.

— No hay mucha diferencia, tú tienes veinte —dije, aliviada.

𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora