— ¿Podemos hablar un minuto? —pidió y su voz de terciopelo acarició mis oídos. Asentí y me soltó.
— Creo que... —comenzó y al instante bajó la mirada— que te debo una disculpa —musitó, pero yo me quedé en silencio, porque en realidad no sabía qué decir. Entonces él levantó su mirada miel y capturó mi rostro, como no dije nada, continuó hablando—. Por lo de ayer, la... extraña discusión que tuvimos, yo... eh... debí agradecerte, aunque no le veo nada de malo darle una simple flor a una amiga; pero tienes razón.
— ¿En qué tengo razón? —pregunté, hablando por primera vez desde que inició el día— En que a quien debo de darle ese tipo de cosas es a Nailea, ella es mi novia —esbozó una tenue sonrisita—, ¿no?
Me quise morder la lengua. Retractarme de las palabras que había dicho ayer, pero ya no podía, además de que era verdad, yo tenía razón, y me dolía tenerla.
— Claro, sí —sonreí también. Aunque fingidamente.
— Entonces...—vaciló— ¿estamos bien? Digo, somos amigos, ¿verdad?
Amigos. La palabra rebotó en mi mente como pelota de ping pong. Me dolió.
— Claro, amigos —esbocé una tenue, apenas visible sonrisa.
— Genial —su sonrisa se volvió amplia.
— ¡Regina, Kevin! ¿Por qué se quedaron allí? —Nailea salió de nuevo a la vista y nos tomó de la mano a cada uno, llevándonos con ella.
— Regina, vi unos vestidos preciosos, te encantarán —me dijo, animada.
Le sonreí, fingiendo entusiasmo. Nos llevó hasta el fondo de la tienda, en donde ella ya había hecho selección de tres vestidos; uno en verde, otro en morado y el último en tono tinto.
— Ve y escoge alguno que te guste, Regina, anda —me instó y me señaló un apartado con varios vestidos.
Me giré a ellos y comencé a pasar la mano sobre cada uno, distraídamente. Rosa, rojo, negro, amarillo. Los colores pasaban por mi mente, pero nada más; porque en realidad no le estaba prestando atención alguna al diseño del satín. Amigos. Aquella conclusión de él me decía que ese era nuestro destino, nada más. Si yo tenía sueños, esperanzas o cualquier tipo de especulación acerca de una posible relación futura, tenía que echarlas a la basura. Nada iba a pasar, nunca, sencillamente porque él era el novio de mi mejor amiga.
— Creo que el azul se te vería estupendo —dijo a mi lado, haciéndome volver a la realidad, pero aun manteniéndome perdida en las capas de terciopelo de su voz.
— ¿Cómo? —pregunté, atolondrada.
— El azul —señaló un maniquí portando un precioso vestido largo, en tono azul violeta tornasol, o un azul Copenhague, no supe bien. Con diseños en dorado. Me acerqué a él, sumamente atraída y Kevin me siguió.
— Muy espacioso, ¿no crees? —dije, admirando el amplio faldón.
— No tanto. Perfecto, diría yo —me dijo—. Se te vería estupendo, como la blusa que tenías el día que salimos con mi hermano, ¿recuerdas? Además, es mi color favorito —añadió.
¿Qué si lo recordaba? Lo que me sorprendí era que él lo hiciera. El vestido era realmente precioso, así que me lo probé, justo como Nailea lo hacía con los que había elegido. Mientras que Kevin esperaba sentado afuera.
— Se te ve hermoso —dijo Kevin, cuando Nailea le preguntó qué tal, entre tanto que yo me esforzaba por meterme en el vestido, torpemente. Me pregunté qué color era ahora el que Nailea vestía, ya que se había probado primero el vestido en tono tinto. Corrí la cortina y salí del vestidor cuando por fin logré acomodarme el elegante atavío. Nailea y Kevin me miraron, asombrados.
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𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarez
FanficLas cosas son más interesantes cuando son prohibidas y Kevin Álvarez es una de ellas.