one more drink

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Había amanecido rogándole a Dios no toparme con Kevin, hasta ahora, casi medio día, él no había dado señal alguna de vida. Decidí salir, así, si Kevin me buscaba no me encontraría en el departamento. Apagué también mi celular, sólo por si acaso. El aire fresco me pegó en la cara, mientras intentaba resguardar mis manos en los bolsillos de mi abrigo. Había empezado el mes de Diciembre y con él, el frío austral. Caminé por calles que ya conocía y llegué a lugares familiares en los que ya había estado antes degustando su comida. La tarde se pasó así, pero el dolor del día anterior aun estaba allí, en alguna parte de mi interior, esperando cualquier descuido mío para vencerme. La curiosidad me invadió de pronto al recordar a Nailea, y en un intento de descifrar ese dilema, prendí mi móvil y marqué el número de Óscar.

— ¿Aló?

— Óscar, hola —musité.

— Hola, Regina.

— ¿Tienes tiempo para hablar?

— Claro, ¿qué pasa?

— Es lo que yo quiero saber, Óscar. Pasa algo con Nailea, yo lo sé. La escuché el otro día hablando contigo en la madrugada —confesé.

— Oh...—hubo un silencio después de su exclamación. Los silencios así nunca son buenos. — ¿Óscar? Sí sabes algo, dímelo, por favor —supliqué.

— Está preocupada —dijo, con voz ronca.

— ¿Preocupada de qué?

— Regina, ella no es tonta. Los cambios en la actitud de Kevin la lastiman.

— ¿Qué quieres decir? —pregunté, estaba al borde de caer en la confusión.

— Ella se da cuenta de que Kevin ya no es el mismo. De que su cariño parece acabarse y pertenecer a alguien más.

Abrí los ojos como platos.

—¿Alguien más? —tragué saliva.

— Kevin te presta más atención que a su misma novia, Regina. Eso es muy obvio —dijo, con voz severa.

— Pero...—no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, aun cuando ya me lo imaginaba—. Yo no...—balbuceé

— Escucha, Regina. Sé que eres una buena persona, sé que serías incapaz de dañar a tu mejor amiga, y conozco también a Kevin, él jamás dañaría intencionalmente a una persona. Pero juntos, parece que se les olvida eso —me reprendió.

— Pero yo no...

— Sólo te pido que no la dañes —me interrumpió—. Ella se fue porque le aseguré que no era nada malo, que Kevin tenía momentos así y la convencí de que ese viaje le relajaría, le dije que no pensara en eso.

— ¿No le dijiste que...?

— Por supuesto que no. Pero te suplico, que lo hagan daño, la última vez fueron muy obvios. — ¿La última vez?

— El domingo, Nailea me dijo que los vio bailando y eso derramó las especulaciones que ella misma se estaba negando a formar. Ella asegura que Kevin parecía más feliz bailando contigo que... con ella.

— ¿Qué...qué le dijiste? —pregunté, con el corazón en pedazos.

— Que estaba loca. Pero ten en cuenta lo que te dije a ti, Regina. ¿Qué vale más? ¿Una amistad de casi toda la vida ó un amor prohibido?

Guardé silencio, la respuesta era muy obvia. Nailea era como mi hermana.

— Tengo que colgar —me avisó—. Espero que no hagas nada malo o dejes que suceda algo así.

𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora